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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Marcando el camino
Foto enviada por Qnk

Penélope le quitó el disfraz, sin poder creer lo que veía, y súbitamente un fuerte abrazo unió a marido y mujer, separados desde hacía tantísimos años. Telémaco, con los ojos húmedos de lágrimas, sonreía.
Y, en adelante, Ulises quedó dueño de su reino y su mujer para siempre.
Entre burlas y risas los pretendientes pidieron al mendigo que probara él a disparar también la flecha.
Ulises tomó firmemente el arco, ajusto la cuerda, tiró de ella, apuntó y disparó: ¡la flecha, ante la sorpresa de todos, pasó exactamente por el centro de los anillos!
- ¡Ahora a otro blanco! -gritaron a un tiempo Ulises y Telémaco, y empezaron a disparar contra los pretendientes, que huyeron como ratas, despavoridos.
Le tiraron del pelo, le echaron vino a la cara, y le hacían mil morisquetas ridículas. Ulises los dejó hacer algún tiempo, esperando la mejor oportunidad para castigarlos.
Penélope, que no sabía aún nada del retorno de Ulises disfrazado de mendigo, había preparado una prueba. El triunfador tendría derecho a tomarla por esposa. La reina sabía de antemano que el único que podía ganar, era Ulises. Pero ni se imaginaba que ya lo tenía allí, de vuelta.
Los pretendientes fingieron también que se habían puesto muy contentos de ver de vuelta a Telémaco.
- ¡Con tal que no vuelva tu padre! -pensaron ellos con maldad.
Al ver al mendigo que lo acompañaba, lo tomaron a risa y empezaron a burlarse de él.
Le tiraron del pelo, le echaron vino a la cara, y le hacían mil morisquetas ridículas. Ulises los dejó hacer algún tiempo, esperando la mejor oportunidad para castigarlos.
Penélope, que no sabía aún nada del retorno de Ulises disfrazado de mendigo, había preparado una prueba. El triunfador tendría derecho a tomarla por esposa. La reina sabía de antemano que el único que podía ganar, era Ulises. Pero ni se imaginaba que ya lo tenía allí, de vuelta. ... (ver texto completo)
Al encontrarse Ulises con su hijo y contarle éste lo que estaba ocurriendo con los atrevidos pretendientes, idearon los dos un plan.
El hijo disfrazó al padre de mendigo y se presentaron ambos en el palacio.
- ¡Hijo, qué suerte que has vuelto! -le dijo, abrazándolo, Penélope, que se había sentido muy sola ante los pretendientes, en ausencia últimamente, no ya sólo del esposo, sino también de su hijo.
En aquellos veinte años, Telémaco, el hijo de Ulises, había crecido mucho y había salido en busca de su padre, a quien extrañaba muchísimo.
La reina Penélope tuvo una sola preocupación en tanto tiempo: ahuyentar, alejar de sí, a los pretendientes que querían casarse con ella en ausencia de Ulises.
Aquellos pretendientes se habían instalado en el propio palacio de la reina, para no perder ninguna oportunidad de conquistarla.
Y también para gastar la fortuna del pobre rey Ulises, que valientemente ... (ver texto completo)
- ¿Quién fue el que tuvo la brillante idea del caballo de madera?
Humildemente, Ulises tuvo que confesar que la idea había sido suya.
Al enterarse de aquello, el pueblo hizo fila para hacerle regalos.
Entretanto, una nave, ya lista, esperaba al héroe para llevarlo hasta su tierra.
Se embarcó Ulises, se despidió de los feacios desde la nave, que se fue alejando, alejando, de la playa e internándose más, cada vez más, en el mar.
Veinte años hacía que se había ido Ulises de su patria querida.
Aquella noche, estando todos festejando el regalo, en medio de la oscuridad se abrió una puerta secreta y nuestros guerreros salieron del caballo. En pocas horas vencieron a los enemigos, tomados de sorpresa, y la ciudad que había resistido años tan largos, se rindió en una sola noche.
El rey preguntó:
-Construimos un caballo de madera de muchos metros de alto, que en su interior era hueco. Y allí, en la gran panza hueca del caballo, escondimos a nuestros soldados más aguerridos y valientes. Después, se lo ofrecimos como regalo a nuestros enemigos, que, confiados, lo introdujeron en su ciudad, la por nosotros tan ansiada Troya.
Todos quedaron admirados, especialmente la hija del rey, que pensó que seguramente aquél sería el mejor marido que podía elegir en toda su vida. El rey asombrado, le pidió que, por favor, le contara su vida, que debía de ser muy interesante. Ulises no se hizo rogar. Contó cómo había dejado su palacio, su mujer y su hijo, para ir a la guerra de Troya. Contó cómo aquella guerra se había prolongado años y años y años, sin ganar ni el uno ni el otro bando. Contó cómo gracias a un enorme caballo de madera ... (ver texto completo)
El juego consistía en arrojar una pesada piedra.
El que la arrojaba más lejos, era el ganador.
Algunos competidores no podían ni siquiera levantar la piedra. ¡Tan pesada era!
Ulises la tomó sin dificultad alguna y la lanzó tan lejos, que nunca se la pudo encontrar ya
Como la nave se hundió, Ulises, nadando con la ayuda del cinturón, llegó a una playa desconocida. Sin saberlo, se encontró que estaba en la tierra de Alcinoo, el rey de los feacios. Alcinoo era un rey muy rico y amado por su pueblo.
El náufrago se acercó hasta la corte de Alcinoo y allí pidió a la reina que le facilitara las cosas necesarias para volver a su patria.
Sin preguntarle quien era, lo agasajaron todos mucho y los jóvenes lo invitaron a competir con ellos en un deporte del país.
Ulises ... (ver texto completo)
Pero Ulises no pensaba más que en Penélope, su mujer, que fielmente lo esperaba y suspiraba por él.
Una noche se escapó Ulises de la isla en una nave rudimentaria que se había fabricado a escondidas. Otra ninfa del mar, menos interesada que Calipso, le dio un cinturón flotador
Pero las olas fueron más fuertes que las fuerzas de los remeros y la nave se hundió.
Ulises fue el único sobreviviente. Con el mástil de su hundida nave se construyó una especie de balsa, que las olas fueron llevando hasta una isla cercana: la isla de Calipso.
Calipso era una ninfa del mar, una hermosa mujer que vivía rodeada de algas, peces de colores y estrellas de mar, y dotada de maravillosos poderes que la hacían superior al resto de las mujeres. Calipso podía ayudarlo, pero no lo hizo porque ... (ver texto completo)
Mientras él dormía, sus compañeros, creyendo que en la bolsa que le había dado Eolo había mucho oro, la abrieron para repartírselo.
Y lo único que consiguieron fue que los vientos malos levantasen las olas y desviaran la nave de la verdadera ruta, llevándosela quien sabía adónde. Eolo, al ver aquello, se enojó muchísimo y no quiso ayudarlos más. Así que tuvieron que seguir remando con todas sus fuerzas, con todas sus fuerzas...