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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Misa romeria
Foto enviada por cuenka

Mas el barco hacía mucho que se había alejado y yo flotaba a la deriva, solo, a cientos de millas de mi casa.
Exhausto, permanecí flotando en la superficie del océano, pidiendo socorro.
Algunos marineros consiguieron alcanzar nadando el barco. Otros fueron arrastrados hasta el fondo por el remolino de la corriente. Yo me debatía en el agua, rezando para salvar mi vida, cuando el barril de cerveza vacío apareció flotando junto a mí y me abracé a él.
El temor me heló la sangre y me encogió el corazón cuando el monstruo alzó
su poderosa cola y batió con ella las olas hasta reducirlas a blanca espuma. ¡Iba a sumergirse!
Y yo, Simbad, me hallaba de pie sobre su inmensa cabeza mientras el cetáceo exhalaba aliento a través de su enorme espiráculo.
La hoguera encendida por los marineros había chamuscado su espalda y se había despertado enfurecida.
¡En un terrible y escalofriante momento comprendí la realidad! ¡No nos encontrábamos en una isla, sino sobre el dorso de una ballena gigante! Se había quedado dormida en medio del ancho y silencioso océano, reuniendo sobre su dorso los crustáceos, algas marinas y hierbas de los siete mares.
¡El fuego ha despertado a una ballena!
—Debo soltar amarras… ¡Una ballena!
El capitán volvió a dar voces, mas yo apenas lograba entender lo que decía.
Súbitamente, de un hoyo que había junto a mis pies brotó un chorro de agua. Era como un inmenso surtidor que surgía de la tierra y que me caló hasta los huesos.
Yo dirigí la vista al mar, mas no vi señal de ballena alguna. El capitán empezó a soltar amarras. Los marineros gritaban y corrían hacia el barco. ¿Era posible que el capitán nos abandonara en aquella isla gris?
— ¡Una ballena! ¡Una ballena gigantesca! ¡Subid a bordo!
De pronto, los pájaros que estaban posados sobre las verdes algas y los crustáceos levantaron el vuelo chillando. Toda la isla pareció estremecerse como por los efectos de un terremoto, y caí de rodillas. La voz del capitán apenas se podía oír debido al estrépito provocado por las gaviotas:
Pero como yo me considero un buen musulmán y jamás tomo bebidas alcohólicas, dejé a los marineros bebiendo cerveza y fui a dar un paseo por la playa. Me sorprendió comprobar que no se trataba de una playa de arena, sino que era al mismo tiempo suave y dura al tacto. Flotaba en el ambiente un penetrante olor a pescado.