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ALMADENEJOS: EL NIÑO CANTAOR...

EL NIÑO CANTAOR
Vió la luz, por primera vez, en Almadenejos. Llegaba al mundo como el pequeño de cuatro hermanos (dos hermanos más y una hermana), en los prolegómenos de la Guerra Civil.
Su madre, una mujer muy ilustrada, pues leía muchísimos libros, padecía una enfermedad incurable entonces (Diabetes) que la iba a llevar a desprenderse de la vida y de sus hijitos, cuando él sólo tenía 6 años, en plena Guerra Civil Española.
En el pueblo todavía no se había vivido la crudeza de la guerra, prácticamente hasta su final, fechas en las que él ya tenía 9 años.
Su padre, minero, apenas estiraba el salario para dar algo de comer a los tres hijos que le quedaban, pues el mayor, cayó en el frente de Madrid. Las miserias de una posguerra, los abusos de poder y el débil soporte económico de su familia, le llevaron a ponerse a trabajar a esa edad (9 años) como arriero, piconero y carretero con un tiro de mulas, a veces de bueyes.
En sus largas noches de recorrido en el carro, empezó yendo acompañado por otros carros y personas adultas, no fijándose salvo en el aprendizaje de las faenas, pero llegó un momento en el que le tocó ir sólo, durante varias noches y largos y tortuosos trayectos.
Las primeras, pasó mucho miedo, porque a la oscuridad de la noche y a los aullidos de lobos y otras alimañas, había que añadir que estaba la luna en fase de novilunio, y no llegaba a ver más allá de lo que su farol de aceite o su candil de carburo le proyectaban.
Llegó a pensar que la luna sólo existía dentro del cerco del pueblo. Que una vez que salía de él, yá no había luna. Se consolaba admirando las estrellas, y recordando a su madre fallecida, intuyendo que estaba tras de alguna de éllas, probablemente, tras la más brillante.
Para acallar todos los ruidos que le inquietaban, decidió ponerse a cantar coplas que su madre, en los pocos años que habían compartido, le había enseñado. Fue así como, con las estrellas como únicos espectadores, fue moldeando su tono y adaptando su voz de niño todavía a las exigencias de las piezas musicales.
Una noche, al salir de la muralla del pueblo, se dio cuenta de que la luna le seguía, la fue mirando y cantando hasta que llegó a su destino, cerca de Saceruela. Por fin, había aprendido que no solo el pueblo acaparaba la iluminación nocturna.
Posteriormente, cuando en algún viaje, volvió a ir acompañado, él seguía cantando. El resto de arrieros, asombrados por su entonación y voz, le pedían una y otra vez, les amenizase con más canciones.
Fue así, como le empezaron a llamar en el pueblo, Migueliyo "El Cantaor".

Fue mi Padre, que seguro está tras alguna de las estrellas, para encender la luna e iluminar a sus seres queridos las noches sin luna. A veces me ha parecido oír sus coplas, cuando no he percibido luz.

Cartucho.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Cartucho, que bonita historia! Sin duda has heredado de tu abuela cualidades como su ilustración que se han aumentado con las heredadas de tus progenitores.
Conocí muy poco a tu padre, apenas nos vimos en un par de ocasiones pero debío de ser genial cuando un hijo después de los años que hace que desapareció físicamente de este mundo hable así de el.
Conozco a tu madre y me parece como de mi propia familia, me da esa confianza de hablar con ella como si de mi propia madre se tratase (perdí a la ... (ver texto completo)