¡Oh, Dios! ¡Qué hermosura de
amanecer, ya casi
otoñal! La fresca mañana está invadida de trinos; no sé por qué hoy las avecillas despiertan muy activas. El lienzo celeste está pintado de lejanas nubes con tonos plomizos, intercalándose entre éstas, al levante, los primero arréboles provocados por el gran disco dorado. Algún lejano ladrido de mastines me avisa de que mi rebaño de mansas
ovejas y corderos me está esperando, huele a
pan caliente, a hogaril, a amor…
Queridos paisanos, ahí os dejo
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