CAUDETE: Trashumante con sus ovejas....

Trashumante con sus ovejas.
El bochorno del verano ya se estaba yendo, una tarde en el silencio de La Venta a lo lejos se escucha de fondo el rumor de los cencerros, como un monótono repicar, Francisco sale a la puerta para ver de dónde sale ese sonido, a lo lejos ve venir un trashumante directo por el camino que trae a la Venta del Gitano.
Francisco logra reconocer al rabadán es José el manicas. El rabadán era el pastor responsable del cuidado del rebaño escogía lugares resguardados, a cierta distancia de los pueblos y donde no hubiera siembras, viñas o árboles que pudiesen suponer riesgos innecesarios.
- Vamos, Princesa!…
Le grita José a la oveja que va de primera, echando mano de su cayado ganadero de talante apacible, José suele arrear a sus 360 ovejas manchegas con palabras de ánimo: llamándolas a casi todas por su nombre, Crispa, Gitana, Víbora, Relucía, Cansona, Perla… En su morral guarda la lista con sus partidas de nacimiento. El rebaño es como un pueblo pequeño donde todo el mundo se conoce. Al llegar a la Venta los peones dirigen a las ovejas a un corral destinado para ellas.
Esa noche comerían caliente y podrían dormir en el hotel de la cuerda mientras las ovejas en su cerco rumiarían tranquilas. En la conversación nocturna José el manicas le pregunto a Manuel el marido de Catalina si tenía algún zagal que lo pudiese ayudar pues el que tenia se enfermó y se regresó a su casa.
- Pues creo que mi hijo Francisco puede ser ese zagal ya tiene la edad.
La categoría de zagal era la más baja de la profesión pastoril, eran sus obligaciones las tareas que nadie quería, las más fastidiosas, la palabra zagal es sinónimo de chaval o muchacho joven.
Manuel tomo a Francisco por el hombro y lo puso frente a José.
- Pues este mismo es dijo José el manicas, duerme zagal que mañana nos levantaremos a las cuatro de la mañana
A Francisco le pareció la gran oportunidad de conocer mundo y salir de la Venta, esa noche casi no pudo dormir por la excitación del próximo viaje.
A las cinco de la mañana el grupo de trashumantes salió entre gritos de llamado a las ovejas y el sonido de los cencerros. A los lados del rebaño se situaban los “sobraos” y al final el zagal, siempre se convertía en un grupo bien avenido que recibía el nombre de arreadores, puesto que su misión consistía en azuzar el ganado para evitar que las ovejas se desbandasen por los sembrados.
Las distancias recorridas cada día por el ganado variaban mucho si el pasto era escaso se avanzaba rápido, a razón de 25 o 30 km cada día, pero si la hierba era abundante las ovejas se entretenían a menudo para reponer fuerzas, en esos casos la marcha no pasaba de 10 km al día. Normalmente al mediodía el grupo detiene la marcha a fin de hacer el almuerzo, que siempre es en frío y a base de chorizo, queso y carne curada acompañada del pan que va comprando el rabadán en los pueblos de la ruta. Los pastores se colocan alrededor del rebaño hasta que las ovejas quedan tranquilas y se acuestan, siempre se realiza cerca de los pueblos o de las ventas para poder acercarse hasta allí a comprar vino, que se almacena por lo común en botas de dos litros. Cada pastor lleva la suya, ya que es imprescindible para las jornadas en las que no se encuentra agua para beber. A veces no hay ocasión ni de sentarse y el almuerzo debe realizarse de pie, dando vueltas y más vueltas alrededor del ganado para evitar que las ovejas se dirijan a los sembrados próximos.
Francisco aprendió a cazar conejos con el cayado, a lo lejos cuando veía conejos en el monte dirigía las ovejas hacia ellos, los cuales se quedaban tranquilos comiendo, mientras él se acercaba sigiloso y al estar lo suficientemente cerca le arriaba un golpe en la cabeza lo que todos festejaban pues con uno o dos conejos variaban la cena.
Por otro lado, en otoño abundaban las hembras preñadas que retardaban el paso de todo el grupo, lo que no favorecía una marcha ágil que coincidía además con el añorado regreso a casa. El camino, en cualquier caso, iba alargándose cada día hasta el anochecer, cuando el rebaño se preparaba para la dormida en el punto que hubiese elegido previamente su rabadán. A veces se “echaba la noche” dentro de algunas fincas para que el ganado las abonara convenientemente, y a cambio los dueños, agradecidos, invitaban a la cena de todo el grupo. Si las condiciones meteorológicas eran adversas podían resguardarse en chozos construidos con piedra y techumbre de paja pero por lo común, tras una charla sobre las previsiones del día siguiente, los pastores se echaban a dormir al raso, tapados con un par de mantas y el hato por almohada. Después de cuatro meses de trashumante las ganas de llegar a la Venta tener una comida caliente al medio día y dormir en su cama era el sueño de cada día.
Ya faltan pocos días para dar término de su viaje, que empezó varios meses atrás, debía seguir con su dura rutina diaria, y esta pasa por preparar el “rancho” que ha de alimentarlos a todos.
Estaba cayendo la noche cuando a lo lejos se vio la Venta del Gitano, Francisco no cabía en sí de alegría pero algo no estaba bien de la ventana del piso alto se veía como fuego, Francisco salió corriendo hacia la Venta al llegar encontró a la familia toda dentro de la casa al verlo la alegría fue general, Francisco les dijo.
- En el primer piso hay fuego lo vi desde lejos busquen agua para apagarlo.
Todos se rieron de el al unísono lo subieron al primer piso y Catalina le mostro lo que producía esa luz.
- Hace una semana la pusieron se llama luz eléctrica y eso es un bombillo.
Francisco quedo maravillado por lo ocurrido sus hermanos empezaron a pedirle que apagara la luz, a lo cual Francisco empezó a soplar el bombillo cosa que hacía que todos se rieran de él.
- Sopla más fuerte, más fuerte.
Le pedían los hermanos, a la cuarta soplada y viendo que no se apagaba el bendito bombillo se quitó una alpargata y de un solo trompón apago la luz, cosa que no le hizo gracia a nadie pues el bombillo en esos tiempos era muy caro. Francisco al ver la reacción de la familia pregunto.
- No entiendo porque esas caras. Me pidieron que la apagara y la apague.
Nunca más le pidieron a Francisco que apagara otra luz.

La necesidad de trasladar el ganado de los pastos de verano a los de invierno determinó unos itinerarios que fueron tejiendo, siglo tras siglo, una red de comunicaciones. Estas vías denominadas cañadas, cordeles, veredas y coladas en función de su importancia y anchura recibieron carta de naturaleza en 1273 bajo el reinado de Alfonso X el Sabio, todavía en el siglo XXI hay trashumantes en España.

El carretón de los muertos
Un año de repente llego una peste que empezó a matar familias completas, se acostaban y al día siguiente nadie abría la puerta ya que en la casa habían muerto todos, fue tanta la mortandad que no había tiempo de velorios ni suficientes ataúdes para enterrar. Todas las tardes frente a la Venta pasaba un carromato que recogía los muertos de las casas dispersas que habían en los campos para enterrarlos en una fosa común, el carromato iba tirado por una vieja mula la cual dirigía Pedro el cochero de la zona, a veces llevaba en la parte de atrás del carromato hasta veinticinco cuerpos amortajados con sábanas, los niños al oír crujir los ejes de la carreta y la campana que llevaba la mula en el cuello salían de la Venta a ver pasar el fúnebre coche, les hacía gracia ver como los pies de los muertos parecían bailar moviéndose de derecha a izquierda mientras caía la rueda en algún bajo o pisaba alguna piedra.
Una noche en la Venta murió Pepe Sánchez el marido de Josefa la asistente de Catalina en la cocina, ese día al pasar el carromato Josefa lo paro.
- Pedro, anoche la peste se llevó a mi marido cuando puedes llevártelo.
Pregunto llorosa Josefa.
- En este mismo momento móntalo sobre los que están atrás, ayer la mortandad no fue muy grande y por suerte hay puesto.
- Deja que lo lloremos esta noche y te lo llevas mañana.
- No sé qué pueda pasar mañana ni cuántos muertos habrá, Dios dirá.
Contesto Pedro mientras hacía que la mula tomara el paso de nuevo.
Al día siguiente Josefa paro de nuevo el carromato pero Pedro dijo que iba muy cargado y la burra no podía con más peso así que Josefa se quedó en medio del camino viendo como los pies de los muertos llevaban el ritmo de los ejes y las piedras.
Al día siguiente volvió a parar el carro.
- Por favor Pedro llévate el cuerpo de mi marido ya está oliendo mal y no lo soportamos.
- Mira como está el carro lleno a tope, hoy imposible puede ser mañana u otro día.
Josefa se aferró al bozal de la mula para que no se moviera.
- No podemos aguantarlo otro día tienes que darme una solución.
Imploro Josefa.
- Lo único que puedo hacer es cambiártelo por un muerto fresco y ver si mañana me llevo el que te deje.
Ante el olor de Pepe y la desesperación de Josefa pactaron y dejaron el muerto fresco sentado cerca de la puerta de la Venta.
Por suerte al día siguiente la mula llevaba menos muertos y se lo pudieron llevar.