A la izquierda La Nozaléa y la Carpeza y al fondo el Robréu, a la derecha el río y la "vaéra la Pesa".
Es una fotografía muy bonita y trae a la memoria manos heladas de niño que humeaban al meterlas en la boca para darles calor, la pesadez de la nieve que se acumulaba en las abarcas y había que sacudirlas conta las paredes, establos cálidos donde rumiaba el ganado y echaban una "cigarrá" nuestros adultos observadores de cuanto acontecía dentro y fuera de la estancia, camas calientes con pesadas mantas y jergones ruidosos de hoja panojera, "churros" mañaneros que colgaban de los tejados de una vara de largos, resoles ténues que entraban triplicados dentro de las estancias con el reflejo de la nieve, "flores" eternas de naipes mugrientos dentro de las tabernas, paraguas enormes, negros y zurrones de vaqueros al atardecer, el vaivén del cedazo sobre la masera y el olor a calabaza cocida en el caldero renegrido y remendado que servía de "cebu" para los cochinos que tenían sus días contados.
Aleteos de gallinas en los gallineros bajo la escalera, pajarucos aterecidos de frío en los corredores y en los portales, "pelotos" que asaltaban en cualquier recodo del camino al más despistado, pantalones de "rabeles" mojados y escarpines de sayal que los abuelos colocaban alrededor del fuego sentados, con las piernas muy abiertas buscando darle un poco de calor a los huesos entumecidos de puro viejos y que al mínimo movimiento que uno hacía con las tenazas de la lumbre te saltaban con aquello de:
_¡¡¡DEJAAA ESA LUMBRE!
Es una fotografía muy bonita y trae a la memoria manos heladas de niño que humeaban al meterlas en la boca para darles calor, la pesadez de la nieve que se acumulaba en las abarcas y había que sacudirlas conta las paredes, establos cálidos donde rumiaba el ganado y echaban una "cigarrá" nuestros adultos observadores de cuanto acontecía dentro y fuera de la estancia, camas calientes con pesadas mantas y jergones ruidosos de hoja panojera, "churros" mañaneros que colgaban de los tejados de una vara de largos, resoles ténues que entraban triplicados dentro de las estancias con el reflejo de la nieve, "flores" eternas de naipes mugrientos dentro de las tabernas, paraguas enormes, negros y zurrones de vaqueros al atardecer, el vaivén del cedazo sobre la masera y el olor a calabaza cocida en el caldero renegrido y remendado que servía de "cebu" para los cochinos que tenían sus días contados.
Aleteos de gallinas en los gallineros bajo la escalera, pajarucos aterecidos de frío en los corredores y en los portales, "pelotos" que asaltaban en cualquier recodo del camino al más despistado, pantalones de "rabeles" mojados y escarpines de sayal que los abuelos colocaban alrededor del fuego sentados, con las piernas muy abiertas buscando darle un poco de calor a los huesos entumecidos de puro viejos y que al mínimo movimiento que uno hacía con las tenazas de la lumbre te saltaban con aquello de:
_¡¡¡DEJAAA ESA LUMBRE!
