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BIELVA: Luis como profano en la materia que soy me rindo postrado...

Al día siguiente, tras un merecido descanso y haber vuelto a reponer fuerzas los zamarrones partían de nuevo hacia los pueblos más altos, Santa Eulalia, Salceda, Cotillos y Belmonte iban recibiendo la visita de los mozos que volvían a repetir y a cantar de nuevo sus comparsas para regocijo del vecindario.
En Belmonte pernoctaban la segunda noche para al día siguiente visitar los pueblos más bajos. San Mames, Pejanda, Calleceo y Lapuente eran visitados el martes a lo largo del día para llegar ya de nuevo a Uznayo al atardecer, mucho más exhaustos que el día de la partida. En la plaza del pueblo eran recibidos de nuevo por todos sus vecinos y tras entonar de nuevo las comparsas, la chiquilleria iniciaba un estruendoso toque de campanos por todas las callejas del pueblo. Campanos y campanillas eran descolgados de los desvanes por los inquietos rapaces deseosos ellos también de participar en la fiesta. Los zamarrones daban aquí por terminada su actuación por ese año, acudiendo a sus casas donde las madres se harían cargo de los maltrechos disfraces.
Eran pues los carnavales motivo para divertimento de la juventud y una forma de arraigar la amistad y hermandad entre todas las gentes del valle. De entablar posibles relaciones entre jóvenes parejas, seguro que más de una moza estaba deseando que le embadurnasen sus zapatos. Nueve pueblos a la vez enviando a sus distintos zamarrones por las distintas localidades durante tres días, cruzando por montes y veredas, siendo recibidos en todas partes con alegría y algarabía son cosas difíciles de imaginar hoy día. El ser un zamarrón para el purriego era todo un orgullo y una de los sueños de su vida. Por eso cuando las nuevas generaciones de jóvenes han decidido recuperar su carnaval y revivir aquellos zamarrones a imitación de sus mayores, aunque sea solo durante un día, uno no puede menos que sentir admiración y respeto por la iniciativa tomada, deseando que perdure durante muchos años. Me imagino la cara de los cuatro vecinos del solitario Cotillos por ejemplo, cuando ven llegar todo un autobús lleno de zamarrones para alegrarles el día. No es de extrañar que ofrezcan los mejores frisuelos que hayáis probado.
Muchos de los jóvenes que participan en los carnavales, ahora probablemente residen a muchos kilómetros de su querido valle, pero seguro que en la preparación y montaje del mismo han encontrado un motivo más para acercarse a la tierra que les vio nacer.
La ironía y el sarcasmo de sus mayores todavía siguen intactos entre estos jóvenes purriegos como se puso de manifiesto en las trovas de este año. La policía científica que investigo los incendios acaecidos durante estos últimos meses en el valle, así como una cena en casa Los Molleda que hubo de volver a pagarse porqué nadie supo donde fue el dinero, recibieron la sátira de los mozos. Las mozas también les dedicaron una ingeniosa canción a los zamarrones metiéndose con sus voces y el porte de sus figuras.
Cada día somos menos los que quedamos en el medio rural pero los pocos que quedemos debemos unirnos, aunque sea para pasarlo bien. Por eso, Azahara, cuando te veo con tu vestido de montañesa, tu pandereta o tu rabel por esas fiestas de la comarca, me siento orgulloso de que también entre la juventud del pueblo haya gente como tú, deseosa de mantener nuestras viejas tradiciones y que estos aires de modernidad no terminen por llevárselo todo.
En Bielva recuerdo que en mis primeros años de infancia también celebrábamos el carnaval. Siendo niño tocábamos los campanos y los mazcaros nos perseguían con sus varas de avellano por las callejas. Durante tres o cuatro días los campanos y piquetes no paraban de tocar por todo el pueblo y alrededores y nosotros no dejábamos de correr para no recibir algún zurriagazo del temido mazcaro.
Hoy si que me he pasado con mi rollo que no me han dejado meterlo en un solo mensaje. Hasta pronto. Un abrazo para todo@s.

Luis como profano en la materia que soy me rindo postrado a tus pies. Impresionante. No eres maestro, eres MAESTRO.