Hubo un mundo sin bigotes, sin megalómanos, sin correajes ni voces, sin demonios de espada de fuego. Allí taba yo sentao, mirando al pueblu a lo lejos, solos el
cielo soplón, la hierba verde y yo que seguía mirando. Gustábenme los huevos fritos, pero más que eso, era dichoso viendo pasar el
tren, pasar les nubes, fantaseando tan libre tan libre tan libre que ningún bigote del mundo me podía engañar. Eso sí, siempre creí que les persones somos todes iguales y si no lo somos, debiéramos serlo. Un abrazo,
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