TURON: Deseo de corazón pases unas agradables Navidades en...

A la mañana siguiente, la Bandada había olvidado su demencia, pero no
Pedro.
-Juan, ¿te acuerdas de lo que dijiste hace mucho tiempo acerca de amar lo
suficiente a la Bandada como para volver a ella y ayudarla a aprender?
-Claro.
-No comprendo cómo te las arreglas para amar a una turba de pájaros que
acaba de intentar matarte.
-Vamos, Pedro, ¡no es eso lo que tú amas! Por cierto que no se debe amar el
odio y el mal. Tienes que practicar y llegar a ver a la verdadera gaviota, ver
el bien que hay en cada una, y ayudarlas a que lo vean en sí mismas. Eso es
lo que quiero decir por amar. Es divertido, cuando le aprendes el truco.
Recuerdo, por ejemplo, a cierto orgulloso pájaro, un tal Pedro Pablo Gaviota.
Exilado reciente, listo para luchar hasta la muerte contra la Bandada,
empezaba ya a construirse su propio y amargo infierno en los Lejanos
Acantilados. Sin embargo, aquí lo tenemos ahora, construyendo su propio
cielo, y guiando a toda la Bandada en la misma dirección.
Pedro se volvió hacia su instructor, y por un momento surgió miedo en sus
ojos.
- ¿Yo guiando? ¿Qué quieres decir: yo guiando? Tú eres el instructor aquí. ¡Tú
no puedes marcharte!
- ¿Ah, no? ¿No piensas que hay acaso otras Bandadas, otros Pedros, que
necesitan más a un instructor que ésta, que ya va camino de la luz?
- ¿Yo? Juan, soy una simple gaviota, y tú eres...
-... el único Hijo de la Gran Gaviota, ¿supongo? -Juan suspiró y miró hacia el
mar-. Ya no me necesitas. Lo que necesitas es seguir encontrándote a ti
mismo, un poco más cada día; a ese verdadero e ilimitado Pedro Gaviota. El
es tu instructor. Tienes que comprenderle, y ponerlo en práctica.
Un momento mas tarde el cuerpo de Juan trepidó en el aire, resplandeciente,
y empezó a hacerse transparente.
-No dejes que se corran rumores tontos sobre mí, o que me hagan un dios.
¿De acuerdo, Pedro? Soy gaviota. Y quizá me encante volar...
- ¡JUAN!
-Pobre Pedro. No creas lo que tus ojos te dicen. Sólo muestran limitaciones.
Mira con tu entendimiento, descubre lo que ya sabes, y hallarás la manera de
volar.
El resplandor se apagó. Y Juan Gaviota se desvaneció en el aire.
Después de un tiempo, Pedro Gaviota se obligó a remontar el espacio y se
enfrentó con un nuevo grupo de estudiantes, ansiosos de empezar su
primera lección.
-Para comenzar -dijo pesadamente-, tenéis que comprender que una gaviota
es una idea ilimitada de la libertad, una imagen de la Gran Gaviota, y todo
vuestro cuerpo, de extremo a extremo del ala, no es más que vuestro propio
pensamiento.
Los jóvenes lo miraron con extrañeza. ¡Vaya, hombre!, pensaron, eso no
suena a una norma para hacer un rizo...
Pedro suspiró y empezó otra vez:
amigo no había sido más divino que el mismo Pedro.
¿No hay límites, Juan? pensó. Bueno, ¡llegará entonces el día en que me
apareceré en tu playa, y te enseñaré un par de cosas acerca del vuelo!
Y aunque intentó parecer adecuadamente severo ante sus alumnos, Pedro
Gaviota les vió de pronto tal y como eran realmente, sólo por un momento, y
más que gustarle, amó aquello que vió. ¿No hay límites, Juan?, pensó, y
sonrió. Su carrera hacia el aprendizaje había empezado...
Fin
Juan Salvador Gaviota
Richard Back

Muchas gracias Guillermo por escribir el libro de Juan Salvador Gaviota, cuando lo he visto me ha hecho mucha ilusión. Como te comentó Dora, la elegí a ella para que me pasara el Oceano Atlántico, y hubiera algo de mío en Argentina, le regalé ese mismo libro que has escrito, y mira por dónde, ahora lo puedo volver a leer cuando quiera. Gracias. Un abrazo y FELICES FIESTAS

Deseo de corazón pases unas agradables Navidades en compañía de los tuyos.
Un placer leerte.
Abrazos