El resto de la consulta transcurrio como siempre, una madre con hijos que no comian lo que ella necesitaba que comieran y que pensaba que las vitaminas envasadas eran la salvacion de la humanidad, el acomodador del Cine Novedades con la llaga en la ridilla que no terminaba de cicatrizar, un camionero que pensaba que la cirrosis era un estado de animo pasajero, una modista con las solapas del traje llenas de alfileres y que cosia catorce horas diarias y se negaba a operarse de varices, varios catarros sin importancia y, para terminar, un viejo entibador que aseguraba tener un despertador en el cuerpo que le partia la noche por la mitad.
Angela me pidio que visitara a su madre despues de la consulta. En los ultimos meses el proceso degenerativo que padecia se habia acelerado
Cuando llegamos a la casa, la mujer andaba por la casa tropezando con los muebles. Al vernos entrar fue hacia la pared y la golpeaba con la cabeza sin dejar de mover las piernas, como si quisiera atravesaela. Pense, mirando a Angela, quien fue hacia su madre para sujetarla, que debia de ser tragico tener que asumir cada dia la realidad de que un ser querido perdiera la memoria y el control racional del entorno, y tambien pense, mirando a aquellas dos mujeres, que todas las enfermedades eran injustas, pero aquella, llamada Alzheimer, era la mas cruel de todas para aquellos que amaban a la persona afectada. Eso estaba pensando cuando Angela rompio a llorar, pero no lloraba Angela por su madre, quien ya hacia tiempo que habia perdido la razon de la vida, no, mas bien lloraba Angela por ella misma, por lo angustiosa que estaba siendo su soledad, porque su vida habia sido un progresivo distanciamiento de esas cosas buenas que estan al alcance de la mayoria. Me dijo que vivir era ir perdiendo cosas, una a una, hasta perderlas todas, y me parecieron tan amargas sus palabras que la abrace, y la senti muy cerca de mi, y ella se dejo abrazar y se dejo sentir. Me confeso, no se que referencias tengo, no se si tengo alguna, pero, si la tengo, desde luego que no es mi madre sino su enfermedad, esa es mi unica referencia, la enfermedad de mi madre, pero no mi madre, porque mi madre no esta.
Acepte su invitacion a merendar, y me hablo de su cansancio, de su desencanto, del vacio de su casa y de su vida y de como, involuntariamente, habia ido perdiendo los amigos y las referencias con el mundo exterior, y me dijo que era como tener razon pero sin que nadie pudiera dartela.
Yo no necesitaba en aquellos dias conversaciones tristes como aquella, pero no podia librarme de aquella tristeza que Angela queria compartir, por eso le hable de la mia, de mi tristeza, por ver si compartiendolas y enfrentandolas, una tristaza con la otra tristeza, se hacian mas pequeñas, se reducian, y tambien le hable a Angela de mi viaje a Madrid y de las razones que tenia para hacer aquel viaje, y ella me dijo, vete, debes ir, y me senti aliviado porque Angela por fin me estaba tuteando.
Al despedirnos, sus larguisimas manos acariciaron mi cara y me dijo, gracias, y sus dedos eran ojos y me estaban reconociendo, asi era como yo lo sentia, y luego se quedo con los brazos caidos, y me conmovio su figura y desee con todas mi fuerzas que la muerte arañara y atravesara las paredes de aquella casa, que se llevara por fin a la madre de Angela, y me fui alimentando aquel deseo, y mi respiracion entre cortada empezo a hacerseme presente mientras atravesaba el patio, y supe que aquel sintoma no era otra cosa que la asfixia que me estaba provocando tan insolito pensamiento, y le dije a mi pensamiento, parece que no fueras mio, que no fuera yo quien te estuviera pensando.
Sali a la carretera y contemple el valle, debajo de mi, como un gigantesco cuerpo sucio y enfermo, con la vegetacion despeinada, con la piel de los caminos cubierta de polvo negro, y tambien contemple el rio discurriendo entre la calva de la carretera y la interminable dentadura postiza de la via del tren, y observe la ciudad al fondo, como un animal enfermo que se encoge en su guarida resignado a respirar la atmosfera infesta donde vive, tendida a la intemperie esperando una salud mil veces prometida. El crepusculo fue invadiendo las casas, la estacion, el rio, el campo de futbol, la pista y el Puente de la Perra, y todo se fue desdibujando en una bruma invernal, como si lo de unos momentos antes hubiera sido una mentira. Empezo a caer una lluvia fina y la ciudad y el valle enteros quedaron envueltos en una tristeza mortal. Las luces comenzaron a encenderse como una revelacion, asi fue como ante mi se manifestaron. El tren amarillo paso junto a la carretera y el rio, para entrar en la ciudad ya oscura, que le abrio con pereza los brazos. En atardeceres como aquel, brumosos y metidos en lluvia, los espiritus se encogian, la risa se enquistaba en la boca del estomago, el tiempo y el silencio se alargaban, los pensamientos flotaban humedecidos y las palabras propias y tanbien las palabras de los otros se ponian tristes, ofensivamente tristes.
Al abrir la puerta de mi casa, la abuela vino hacia mi limpiandose las manos en el mandil. Tenia los parpados caidos en esceso y la nariz enrojecida. Supe que algo malo habia sucedido. Justo esta ingresado, vino una ambulancia, estaba ahi, con tu padre, y se cayo al suelo con la boca torcida y echando espumarrajos por la boca. Eso fue lo que me dijo la abuela con los ojos llenos de lagrimas. Una vez mas estaba atrapado en medio del dolor, y por eso dije, esto es como una letania, y la abuela me pregunto, el que es como una letania, y le respondi, nada, no importa, y me fui camino del Hospital.
Don Justo estaba desfigurado, palido, consumido por ese miedo que atenaza a quienes de pronto se ven sorprendidos por el dolor. Laura le pasaba las manos por la frente. A la luz de los focos los vi juntos, comprendiendose y necesitandose, sin que fuera precisa ninguna palabra, como si todo se lo hubieran dicho algun dia al comienzo de su relacion. En la mirada estrabica de el habia suplica. Lo vi cansado y envejecido, atrapado en una maraña de cables y tubos de colores. La vi a ella muy delgada, inutil para ofrecer cualquier tipo de resistencia a la bondad beatifica de el, ahogando en su boca cualquier reproche, cualquier intento de rebeldia. Senti amor por los dos, porque estaba tan indefenso como ellos. Asi fue como lo dije, os quiero a los dos, eso dije aun sabiendo lo lejos que estaban aquellas palabras del sentimiento que yo queria expresar. Don Justo no podia oirme, pero Laura hizo un puchero, vino hacia mi y dejo su cabeza sobre mi hombro. Repare en mi padre, quien permanecia silencioso y derrotado contra el cristal de la habitacion. Senti que tambien a el lo queria, pero a el no pude decirle nada, e imagine una mano invisible y suplicante saliendo de el para acariciarme y mendigarme una declaracion de amor como la que les acababa de hacer a Laura y a don Justo.
Alli estabamos los cuatro, cada uno con sus circustancias a cuestas, abocados a interpretarnos y a aceptar el resultado de aquella especie de hermeneutica de los apegos.
Le dije a mi padre, llavate a Laura a tomar un cafe que voy a hablar con los medicos.
Le dije a mi padre, llavate a Laura a tomar un cafe que voy a hablar con los medicos.
Se trataba de un aneurisma disecante de aorta, un accidente cardiovascular que consistia en un desgarro de la capa intima, en la pared lateral de la aorta, con una hemorragia que la disecaba y rompia. Se le habian hecho radiografias de torax y una ecografia bidimensional y se le habia administrado un bloqueante adrenergico acompañado de una profusion de nitroprusiato sodico. Todas aquellas palabras, que tantas veces habia oido, me parecian a mi, en aquella ocasion y referidas a un ser querido, como un barroco poema de dolor. El cardiologo me dijo que no se descartaba la cirugia si continuaba el dolor.
Me sente junto a la cama de don Justo. El ladeo la cabeza para mirarme. Habia salido del sincope, pero continuaba con la disnea y la diaforesis. Le tome una mano entre las mias y pense que el dolor fisico tenia un fantasma que traia hasta el enfermo la idea de que la muerte no solo era posible sino que estaba muy cerca, eso pense, y tambien que probablemente se hubiera apoderado ya de el ese pensamiento que asaltaba a cuantos perdian el control del cuerpo y que no era otro que la convincion de que aquello que estaban viendo o pensando era la ultima vez que lo veian o pensaban. Parece que la tierra da vueltas, me dijo, y le dije, claro que da vueltas, y el continuo, no, pero quiero decir que suena, que la oigo girar, y sonrei y le pregunte, y como suena, y el me contesto, como una lata vieja. Le dije que no hablara, que era mejor que no hiciera esfuerzos, y el me dijo, no quiero dejarme llevar. Le brllaban tanto los ojos que no tenia mirada y su piel era trasparente, como si hubiera perdido la sangre y cualquier otra sustancia. No supe el motivo o no quise saberlo entonces, pereo vinieron a mi cabeza las voces del coro de los ancianos, aquellos que en la tragedia de Edipo habian inventado el quejido y la conciencia y que cantaban, ahora de quien se puede oir decir que es mas desgraciado, quien el que vive entre violentas penas, quien entre padecimientos con su vida cambiada, y tambien escuche la voz del propio Edipo, donde podra encontrarse la huella de una antigua culpa, y tambien vino hasta mi la voz ronca de Creonte, lo que es buscado puede ser cogido, pero se escapa lo que pasamos por alto.
Senti el pulso de don Justo entre mis manos. Una enfermera entro a comprobar las señales de los monitores. Se pondra bien, me dijo, y le dije, lo se. Vi los ojos del enfermo apretados, soportando un dolor intenso. Su boca estaba humedecida y muy abierta. Del ambito edipico de mi conciencia salio veloz el carro de Layo.
Baje a la cafeteria y hable con Laura, pideme otro cafe, y con mi padre, el mio que sea sin azucar. Los tranquilice con respecto al estado de don Justo y les comunique mi intencion firme de partir hacia Madrid. Ella no dijo nada, siguio rompiendo palillos, uno tras otro, en trozos diminutos. Mi padre agacho la cabeza y con un gesto triste, digno de lastima, me dijo, alli no vas a encontrar nada, nada de nada. Tendi la mano hacia el y le roce ligeramente la cabeza, ya casi blanca.
Baje a la cafeteria y hable con Laura, pideme otro cafe, y con mi padre, el mio que sea sin azucar. Los tranquilice con respecto al estado de don Justo y les comunique mi intencion firme de partir hacia Madrid. Ella no dijo nada, siguio rompiendo palillos, uno tras otro, en trozos diminutos. Mi padre agacho la cabeza y con un gesto triste, digno de lastima, me dijo, alli no vas a encontrar nada, nada de nada. Tendi la mano hacia el y le roce ligeramente la cabeza, ya casi blanca.
<< Recuerdo los dias en que los llevaba en el tren a visitar a la tia Diana. El no paraba de brincar sobre los asientos de madera y cuando el tren se ponia en marcha ya estaba empapado de sudor, y jadeaba. Yo sacaba de la bolsa un frasco y le daba agua y el lo bebia con ansia. Luego apoyaba la frente en el cristal para ver las nubes. Le gustaba ver como retrocedian veloces las nubes. Ella, que permanecia quieta a mi lado, tambien queria beber, pero solo humedecia los labios. Al pasar junto a las ruinas del castillo de Soto les cantaba el romance de don Bueso y su hermana cautiva. A el le gustaba que yo levantara los brazos en los versos finales. Abreme las puertas padre, Ventanas y galerias, que aqui os traigo a la prenda que llorabais noche y dia. A ella se le humedecian los ojos por la emocion del final feliz y el se hacia el valiente y decia que, si su hermana fuera la cautiva de los moros, cruzaria con su caballo las montañas y el desierto para rescatarla. Al llegar a la estacion estaba la tia Diana con dos pasteles gigantes en la mano. Ella era incapaz de terminar el suyo, pero el la ayudaba y a los dos se les ponian los bigotes blancos. Andabamos unos metros junto a la via hasta un agujero de la alambrada y por alli saliamos a un atajo que nos llevaba a la casa. La tia Diana era muy pequeña, casi enana. Vivia sola en una casa diminuta y con los techos ahumados. Sobre la mesa tenia un frutero con guindas y cerezas, y libros, muchos libros, nuevos y viejos, casi todos de religion, sobre vidas de santos, enciclicas de papas y asuntos de teologia. La tia Diana hablaba muy bien, y casi siempre utilizaba palabras que parecian nuevas. A el le gustaban mucho las palabras, y preguntaba: que es una revelacion, quienes son los gentiles, cual es el fruto del vientre, que hacen los oraculos. Y la tia Diana lo cogia y se lo iba explicando todo despacio, pero surgian nuevas palabras y la explicacion se convertia en un cuento maravilloso e interminable. Ella, sin embargo, nunca preguntaba nada. Solo escuchaba y de vez en cuando, reia. Puede que la tia diana haya muerto. O puede que no. Yo me fui rodando por un lado, porque la vida es redonda como el mundo. Otros cayeron por otras bajadas. La vida gira y nos separa. Ahora, Tobias y yo, estamos en el despues. Y entremedias de este despues y de aquella vida en lo alto, donde la tierra era plana y aun no habia declives, entremedias no hubo nada. Porque la humedad y las manchas negras y los pensamientos como gusanos y la oscuridad y los sitios lugubres donde el cuerpo temblaba, eso ya no es nada, eso ha rodado tan deprisa por la esfera de la memoria, porque la memoria tambien es redonda como la tierra, ha rodado tan deprisa que se ha caido a la nada. Entre aquella vida de la que hui y esta que llevo junto a Tobias, es mejor que no haya nada. Alla estan ellos y no se como estaran. No se si seran felices, no se si estaran ciegos. Hay recuerdos que una puede digerir, como ese tan fresco y duradero de mis hijos en casa de la tia Diana. Aca esta Tobias, y los ojos de Tobias, que se estan quedando ciegos, pero a mi me ven y son unos ojos buenos. Ayer cuidamos toda la tarde de la sobrina de la señora Camila. Mila tiene un cuerpo que parece de trapo. Camila siempre nos pide que la cuidemos cuando ella se ausenta. A mi no me importa, incluso lo agradezco, porque de esa forma le devuelvo a la señora Camila un poco de lo que hace por nosotros. A Mila hay que darle de comer y ponerla a hacer sus necesidades. Entre Tobias y yo nos apañamos bien para moverla. Su tia, despues de tantos años, tiene mucha maña y se basta y se sobra ella sola para manejarla. Cuando Mila duerme parece que esta muerta y Tobias se asusta y me dice que la pellizque por ver si reacciona. Cuando esta despierta y la sentamos en la silla, los ojos se le abren mucho y a veces se le cae la baba. Se que Tobias lo pasa mal cuando Mila se queda a nuestro cuidado. Le digo que ella es un ser inocente y que es bueno estar cerca de los seres inocentes, pero el es algo esquivo en lo que se refiere a la relacion con otras personas. No es malo, claro que no, conmigo es un hombre cariñoso y ocurrente, pero para los demas es desconfiado y algo dificil, por tantas cosas que le han pasado. Para ayudarle a sobrellevarlo le cuento hitorias de mis hijos, como esa de la tia Diana, recuerdos de cuando la vida estaba en lo alto y la tierra parecia quieta y plana. Tambien le cuento argumentos de algunas peliculas y los pasados de los actores y de las actrices que salen en la television. En realidad Tobias necesita tanta atencion como la sobrina de la señora Camila. La verdad es que todos necesitamos atencion, pero no siempre nos toca recibirla>>.
La ciudad era un caos caliente y grande, y tambien era un caos triste, una trampa que iba envolviendo a los vehiculos y a los transeuntes, y unos y otros parecian tener vida, se movian, pero su existencia se habria camino a duras penas. El ruido y los olores y el movimiento de las luces entorpecia la trayectoria o el transito de la gente. No encontre en aquel caos grande y triste espacios abiertos que hicieran posible la existencia. Me retire contra una farola verde para tocarla y senti el frio del hierro en la palma de la mano, y aquella masa que se enmarañaba sobre los pasos de cebra me parecia a mi una metempsicosis, eso era lo que me parecia, porque era como si las almas se fueran saltando de unos cuerpos a otros, y el fondo de ese proceso de metempsicosis estaba compuesto de humo sucio y chatarra de colores moviendose en una playa de alquitran como una ola, y todos se disolvian, pero nadie se disolvia solo, nadie se disociaba de nada, porque todo parecia formar parte de un gran coagulo de sangre que crecia entre los tubos de escape y el ruido de la noche.
Madrid fue para mi, en aquel momento de transito hacia las ultimas cosas de mi madre, como un cuerpo grotesco que quisiera anularme, y el vaiven de mi respiracion, las pulsaciones de mis muñecas y la logica de mi entendimiento se fueron volviendo irregulares. Pare un taxi. Las luces rojas iban trazando cicatrices sobre los brazos y la cara del taxista. Veintisiete años llevo al volante del taxi y aqui me tiene, me dijo aquel hombre arrugado y con ojos de visionario. Le pregunte si la calle que le habia indicado estaba lejos, y el me explico que alli todo estaba lejos
La calle era muy estrecha y con las fachadas sucias. En los balcones de hierro habia macetas con geranios y bombonas de butano. En el numero siete, una placa mugrienta con letras azules anunciaba, <Pension Camila, tercero centro>. En el patio habia olor a legia y dos araucarias enfermas. Bajo un arco ojival partian tres escaleras. Tome la del centro. Los peldaños tenian algunos baldosines sueltos. Una joven negra se cruzo conmigo y me alargo los pechos grandes hasta rozarme. Me pregunto si iba al primero y le conteste que no, y ella me dijo, soy Toya y te puedo subir al cielo, y yo le dije, gracias, y continue subiendo por la escalera. El primer piso desembocaba en un pequeño vestibulo. Habia una planta artificial y un espejo. Una anciana de pelo rojizo hacia ganchillo debajo de la bombilla sentada en un sillon de playa junto a una puerta abierta. Me pregunto si queria una mujer, y le respondi que no, que iba al tercero. Solto una carcajada y me dijo, Camila no tiene mujeres, solo tiene mendigos y una sobrina enferma, y el estruendo de sus risas me parecia a mi como el ruido de unas cadenas que alguien arrastrara por las escaleras.
En las paredes desconchadas adivinaba figuras negras, como manchas de tinta de aquel Rorschach de los simbolos y los criterios, una araña urdiendo la cal destrozada y virutas de un espejo donde ella se miraba con los brazos abiertos y un niño en camison montado en un caballo de ajedrez y con una vela en la mano y un baul en forma de pelvis flotando en un rio de lava y murcielagos y enormes fosas nasales y una estrella de mar y huellas dactilares. Todo lo veia yo con angustia, como si aquellas paredes fueran laminas que alguien me estuviera obligando a interpretar.
Asi llegue frente a la puerta del tercer piso. Mire al suelo y vi mis zapatos alli abajo, lejos flotando sobre el crucigrama de las baldosas, y el suelo tambien tenia manchas, un ancla oxidada, un mapa desconocido, una raiz, un carambano, y el crucigrama salto hecho pedazos y tambien la cal desconchada y las manchas de Rorschach cuando se abrio la puerta y aparedio el chorro de luz. Las putas estan en el primero, me dijo aquella mujer interminable de caderas y pechos desmedidos, de boca y ojos desmedidos, de brazos desmedidos, aquella mujer desmedida.
Soy el hijo de Gracia, le dije, y mis palabras me recordaron alguna evangelica anunciacion porque era la primera vez que me presentaba ante alguien de aquella forma. La mujer grande cayo en una extraña fascinacion. Sus ojos verdes y cada vez mas desmedidos me miraron muy atras, mas atras del tiempo que yo habia traido hasta aquella pension. Me dijo yo soy Camila, y me abrazo efusivamente, con una voracidad que me hizo aun mas insignificante de lo que ya me sentia. Por Dios, por Dios, exclamaba y me llevo casi en volandas hasta el centro de una sala abarrotada de muebles, de cojines de colores decaidos, de lienzos de gallos y de bodegones, de platos de ceramica colgando de las paredes.
Segun hacia el angulo al que yo dirigia mi desconcirto, el olor era distinto, de legia hacia los suelos de tarima nudosa, de alcanfor por la penumbra del pasillo, de repollo hervido hacia una puerta de cristales con cortinas, y de medicinas, a mi derecha olia a esos jarabes expectorantes del color de la fresa, y mire hacia ese lado, y alli habia una mujer sin edad, sentada en una silla de ruedas, babeando, con los gestos perdidos y la mirada colgando de una lampara de lagrimas que iluminaba la sala. Es mi sobrina, me explico, la pobre no entiende, y entonces Camila empezo a hablar sin detenerse, de ella, de su sobrina, de mi madre, y me hacia preguntas que ella misma respondia, y yo me fijaba en su piel, que era blanca y porosa, como si estubiera hecha de migas de pan. Agitaba las manos sin cesar y hacia silencios subitos y breves para llenar los pulmones de aire y se enderezaba la bata o se estiraba el pelo ensortijado y gris.
Continuo hablando hasta que dije, vengo a recoger las cosas de mi madre, ya, ya lo supongo, y me obligo a sentarme en un sillon de guatapercha, junto a la mujer de la silla de ruedas que seguia mirando la lampara. Me ofrecio unas aceitunas y una cerveza y se inclino a llorar frente a mi. Entre sollozos me dijo, en ese sillon se sentaba tu madre a escrivir en sus libretas o a mirar las fotos de las revistas o a leerle a Tobias los libros de Paris, y fue como si todos aquellos objetos de aquella sala, que me estaban pareciendo tan inutiles y tan lajanos, vinieran de pronto hacia mi, y tambien se me acercaban subitamente los espacios que habia entre los objetos, y de pronto todo se convirtio en el decorado del drama que se empezaba a representar dentro de mi, y pense, va a ser una representacion triste, eso fue lo que pense.
Camila me paso a un cuarto diminuto donde me dijo que habia vivido mi madre sus ultimos años y saco de un aparador con espejo una caja de carton. Me dijo, aqui esta todo, pobre Gracia, la poca ropa que tenia la queme, Dios, no merecio ese final, y volvio a llorar Camila y su cara de miga de pan se convirtio en una cara de cera chorreante, y me dijo con una familiaridad que me dejo sin argumentos, anda, sientate a curiosear mientras te preparo algo de cenar, porque tendras hambre, claro que tienes hambre, y dejo la caja de carton sobre la cama.
Cada objeto era como una revelacion. Las fotos de Paris, un pequeño manual de un zodiaco siniestro, una novia remontando sobre nubes y sorbiendo el lucero del alba y mi padre radiante a su lado, una rama seca de laurel, una manoseada guia de las calles de Paris, aquella novela mia que habia merecido un premio embuelta en papel de celofan, una caja con hilos y botones y agujas, la foto de Tamar saltando a la comba, un manojo de pendientes baratos y exoticos guardados en un sobre blanco, varios mecheros sin gas, un pañuelo con un barco de vela bordado, el anillo de boda insertado en una llave con forma de espiga, un reloj enano sin pulsera detenido en las cuatro y veinte, un fajo de postales sujetas con una goma, una baraja de cartas y una jabonera plateada con una golondrina volando sobre el Pont des Arts. En el fondo de la caja habia una carpeta de carton azul sujeta con una cuerda. La abri. Alli estaban sus escritos, hojas cuadriculadas que habian sido arrancadas de las libretas, cuartillas de colores, dibujos a lapiz muy elementales de calles antiguas y de puentes, recortes de periodicos, flores secas, programas de peliculas y un amasijo de hojas que habian sido arrancadas de los libros, y todo aquello lo contemplaba yo intensamente, como si la caja de carton fuera una puerta de acceso hacia alguna parte.
Pensaba, manoseando y contemplando las cosas de aquella caja, que recordar no era lo mismo que sentir, porque recordar era como pasar las hojas de un diccionario que alguna vez habias escrito, pasarlas una a una, despacio, para que ninguna palabra se desprendiera, y sentir era otra cosa, sentir era nacer y morir al mismo tiempo, era a la vez humildad y soberbia, era arrancarse la piel a mordiscos y mirar arriba con la boca sangrienta y la sonrisa del idiota, era perecer y renacer en un mismo sentimiento. Tambien pensaba, sentado en la cama que habia sido de mi madre, que quiza necesitara ser juzgado y condenado sin apelacion, empujado hacia el lugar de los que guardan silencio, al patibulo de los seres sin brazos para levantar que no saben moverse en otro tiempo ni vivir detras de otros espejos, pero tambien pense que quiza mis pensamiento se habian puesto tan tristes que estaban huyendo de la realidad para ocultarse una vez mas en la poesia, asi que deje de pensar de aquella manera tan neutra, tan abstracta, y guarde las cosas en la caja.
Camila llego y me pregunto si iba a quedarme, y le dije, a quedarme donde, y ella contesto, aqui, donde va a ser, esto es una pension y en algun sitio tendras que dormir, y dije, bueno, esta bien. Me explico, tu madre estaba bien aqui con su amigo Tobias, y le pregunte si aun vivia alli ese Tobias, y me respondio sorprendida, no, que va, si Tobias murio dos meses antes que tu madre.
Pasamos a la sala y ella iba murmurando, ah, el bueno de Tobias, se quedo encogido como un pajarito, fue ahi, en el sofa, mientras tu madre le leia uno de esos libros de Paris que a ella le gustaban tanto, el no los entendia, creo que no los entendia, pero la escuchaba y la miraba como si la estuviera adorando, porque la adoraba, el hubiera hecho por ella lo que ella le hubiera pedido, y no estoy exagerando, queria volver, quiero que lo sepas, tu madre queria volver, pero estaba esperando una señal, no lo sabiamos, pero la estaba esperando, nunca quiso decirnoslo, quiza ni ella lo supiera, bebia, sabes, ella bebia pero bueno, eso era antes, hace muchos años, cuando dejo de beber le compre un traje nuevo, de paño, y Tobias le regalo unos zapatos y un sombrero, que elegancia tenia, se parecia a la Lollobrigida, ya sabes, la de Salomon y la reina de Saba, y como recitaba y que bien leia, si parecia una locutora de la radio, bueno, ella era algo intelectual y a la legua se notaba que tenia un corazon de artista, por los detalles, ya sabes, que hasta pidiendo en la calle decia Tobias que se le notaba ese algo, fijate que le gustaba por ejemplo encender una vela para cenar, un caldo caliente y poco mas, pero con vela, la ponia sobre la mesa con mucha ceremonia y cuando terminabamos de cenar la soplabamos juntos, todos la soplabamos, bueno todos menos Mila, mi sobrina, que esa la pobre ya ves como esta, y nos animaba a que pensaramos un deseo, luego leia algun parrofo de esos libros, ni Tobias ni yo entendiamos casi nada, pero como sonaba y que bien lo leia ella, si parecia que lo hubiera estado ensayando todo el dia para decirnoslo a nosotros, pero que va, le salia a ella de esa forma, a la primera, como te iba diciendo, asi, de esa manera, con tu madre leyendo despues de la cena, fue como se nos fue Tobias, lo senti mucho, porque para mi eran los dos cono mi familia, nunca tuve mas familia que esta pobre desgraciada, si que lo senti, pero tu madre lo sintio mas, tu madre envejecio de golpe un monton de años, y volvio a beber, eso fue lo peor, que volvio a beber, yo le decia, si sigues bebiendo no vas a distinguir la señal cuando te llegue, y ella me decia, esa la distingo yo aunque este dormida, ay, Dios, hablaba mucho de ti, sobre todo cuando supo por una bruja de la feria que eras medico.
Interrumpi a Camila para decir, como que una bruja. Me explico que no se trataba de ninguna magia adivinatoria, que la tal bruja me conocia, que habia sido paciente mia. Pense en Amelia, si, tenia que haber sido Amelia, aquella nujer que echaba las cartas y que no cuidaba su diabetes.
Camila continuo hablando. Segui pensando en Amelia, preguntandome porque aquella mujer no me habria dicho nada de mi madre.
Al cabo de un rato volvi a escuchar nitidas las palabras de Camila, pero come, anda, come, que se esta quedando frio, mira que hablo, me pongo a hablar y a hablar y pierdo el conocimiento, pero sabras perdonarme. Le dije que si, que no solo la perdonaba sino que le agradecia mucho que me hablara de mi madre, y que podia seguir, que no importaba que la comida se quedara fria porque no tenia mucha hambre.
Camila se cogio el plato de las patatas con carne y se las fue dando a su sobrina con la mano, y me aclaro, es que con el tenedor se pincha.
Siguio hablandome de mi madre, veras, escucha esto que te voy a decir y tomatelo como lo que es, solo como lo que es, por Dios te lo pido, solo como lo que es, escucha, tu madre, y lo digo con todo el dolor de mi corazon, no estaba bien, no, no estaba bien, seria por tantos sufrimientos o seria por los años de la bebida, pero ella no estaba bien no actuaba ni razonaba como una persona normal, aunque bien sabes tu, porque eres medico, que normal, lo que se dice normal, no hay nadie sobre la tierra, y perdona si te ofendo, pero quien mas y quien menos todos cojeamos de alguna parte y a todos nos canta alguna vez la cabeza, no quiero con esto decir que estuviera loca, Dios me libre, loca no estaba, mas bien al contrario, era una mujer sensible y de mucho valor, que por eso acabe siendo su amiga, la unica que tuve en muchos años, pero lo que te quiero decir, sin que lo malinterpretes, es que ella hacia cosas extrañas, no se dejaba ayudar, como si no quisiera cambiar de forma de vida, y podia, yo sabia que ella podia cambiar de vida, vivir de otra manera, porque competencias no le faltaban, eso te lo digo yo, no le faltaba ninguna, pero se enfurecia mucho cuando le hablaba de un trabajo fijo en casas de confianza, que las habia, o se le proponia la solicitud de alguna ayuda oficial, que va, ella decia siempre que cada una tenia lo que se merecia, me decia que me metiera en mis asuntos y hacia cosas extrañas, golpeaba las paredes y olvidaba los nombres de las cosas y hasta nuestros propios nombres, comio lo oyes, yo no se lo tenia en cuenta porque era como si una alimaña le hubiera entrado en el cuerpo y siempre acababa calmandose, pero Tobias sufria mucho cuando tu madre se ponia asi, aunque nunca decia nada, el nunca decia nada, se quedaba sentado ahi mordiendose los labios y apretandose las manos, pero sin decir una palabra.
Cuando entre de nuevo en el cuarto para disponerme a dormir me quede observando la cama y las paredes y el espejo y la caja de carton. Fue como si todo me estuviera mirando con rabia. Me asome a la ventana y no vi nada, solo un patio lleno de sombras. Me mire al espejo del aparador y pronuncie mi nombre una y otra vez, como habia hecho en otras ocasiones, una y otra vez hasta que se convirtio en una palabra sin sentido, y en el espejo aquel, una vez perdido el nombre, senti esa fuerza triste que no se podia nombrar, esa fuerza que traspasaba y arrancaba cuanto pudiera quedar del nombre, hasta el espacio del nombre, y que me ataba al principio de todo, y esa fuerza triste me aguijoneaba las plantas de los pies y subia por el cuerpo inyectandome un animo equivoco y terminaba provocandome el sudor en la frente y en las palmas de las manos, y lo que no se podia nombrar me saco de nuevo del cuarto de mi madre, y tambien me saco de la casa de Camila, quien, antes de que me fuera, me entrego una llave, y me pregunto, te vas a ir asi, y le respondi, no, si mo me voy, solo quiero salir un rato a la calle, y me entrego una llave, toma, vuelve cuando quieras, y le di las gracias.
Debia de ser muy tarde, pero la vieja pelirroja del primero seguia junto a la puerta sentada en el sillon de playa, aunque ya no hacia ganchillo. Le pregunte por Toya, la mujer con quien me habia tropezado en la escalera. Se levanto de la silla y me dijo, pasa, pero le dije que no, que no queria pasar, que queria pagar los servicios de Toya para que me acompañara. Entro a buscarla.
Toya caminaba pegada a mi, cogida de mi brazo. Habia gente en las paradas esperando los autobuses nocturnos. Los hombres iban en mangas de camisa y algunas mujeres llevaban chaquetas atadas a la cintura. Una grua retiraba un coche de la puerta de un garaje. Dentro de cuatro horas amanecera, me dijo Toya, y le dije, si, y ella continuo, si quieres podemos ver amanecer desde la terraza de aquel hotel. Mire hacia donde ella señalaba, pero no vi ningun hotel.
Habia gente en los soportales con la mirada estrangulada contra una jeringuilla vacia y gente derrumbada en los bancos con la cara blanca y los ojos abiertos sin mirar a ninguna parte y mujeres limpiandose la baba provocada por los excesos y hombres contra los muros recapacitando. Habia gente recogiendo flores de las basuras ante la mirada aprensiva de los gatos y tambien habia criaturas calidas y calientes como la cera de una vela encendida que mendigaban por los bordillos el amor inmediato. Toya me explico, esas no son de fiar, y le pregunte, y tu, y ella me conteto, yo estoy limpia, y le pregunte, como lo se, y me dijo, lo sabras.
Tambien habia gente acomodada en los alfeizares mirando pasar las horas por encima de aquella noche.
Toda esta gente esta sola, le dije, y ella me dijo, no lo creas. Me pregunto, hacia donde vamos, y le respondi que no lo sabia.
Toda esta gente esta sola, le dije, y ella me dijo, no lo creas. Me pregunto, hacia donde vamos, y le respondi que no lo sabia.
Caminamos mucho rato y en silencio, ella cogida de mi brazo y yo observando a la gente. Le pregunte si habia conocido a una mujer que habia vivido en la pension del tercero, y ella me pregunto, la actriz, y le dije que si, claro que la conoci, y entonces me detuve y mire a aquella mujer de la que solo sabia que se llamaba Toya y que era prostituta, y de la que tambien acababa de saber que habia conocido a mi madre, la mire y le dije, era mi madre. Nos quedamos apoyados contra la verja de unos jardines. Ella dijo, preguntando hasta la mitad de la frase y afirmando despues, entonces tu eres el medico, y le dije que si, y a partir de aquel instante empezo a mirarme de otra forma y tambien yo sin proponermelo la miraba diferente.
Tendrias que ver con que elegancia bajaba y subia las escaleras, sobre todo cuando se ponia el traje nuevo y el sombrero para ir al cine, eso fue lo que me dijo Toya, y yo queria saber mas y le pregunte que como era, y ella dijo, era alguien especial, y volvi a preguntar, que quieres decir, y ella respondio, bueno, yo no me explico bien, no se, a mi me gustaba sentarme con ella en la escalera para que me hablara de la gente de Paris, y me daba consejos sobre este oficio mio, Que tambien habia sido el suyo durante algun tiempo.
Toya siguio hablando, pero yo no la escuchaba porque aquello que habia dicho se habia estirado y ensanchado y estaba ocultando todo lo demas, aquello que habia dicho me habia azotado la cara porque yo no habia tenido antes ninguna referencia de ello, ni siquiera lo habia imaginado, y entonces, no se muy bien porque lo hice, bese a Toya con toda la violencia que un hombre es capaz de poner en los labios, como si estuviera violando su boca, quiza para triturar aquellas palabras en sus dientes con mis dientes o para provocar un incendio con los musculos de las lenguas, un incendio que nos quemara a los dos. Que haces, me dijo, no quiero que nadie me bese en la boca, y me empujo contra las verjas. Dije, vamonos, y volvio a colgarse de mi brazo.
Entramos en un lugar ruidoso y abarrotado de seres extraños. Habia ropas de cuero, pelucas de colores, sombreros vaqueros y ropa interior con puntillas y encages, y tambien habia una reproduccion en bronce de la Venus de Medicis en el centro de una fuente que dominaba el local. En torno a la fuente habia parejas abrazandose. Nos hicimos un hueco en la barra y pedimos alcohol. Toya me puso una mano en el cuello y acerco mi cara hasta ella para besarme. Lo hizo mientras yo bebia el primer trago. Yo no tomaba alcohol habitualmente, asi que cuando se agoto el contenido de aquel vaso de ron moreno con algo de limon comence a entrar en una especie de letargo.
Pedi que me llenaran de nuevo el vaso. Toya me acariciaba la cabeza y sonreia. Las luces del techo giraban. Me escocia lo poco que yo alcanzaba a pensar, pero la anestesia del ron me iba amortiguando el dolor. Pedi otro vaso, bebi un trago largo y todo se fue desvaneciendo. En torno a mi se fue trazando una frontera borrosa. Unicamente era dueño de alguna primitiva sensacion de existencia. De donde eres, le grite a Toya, que se movia al compas de aquella musica del infierno, y me respondio, de Senegal, y adorno aquel nombre lamiendome el lobulo de la oreja con su lengua. Me estremeci y ella estallo en una carcajada aparatosa, levanto los brazos y le dio en la mano a un rubio con pelaje de vikingo que bebia detras de ella. El vaso que aquel hombre tenia entre las manos salto por el aire y se estrello contra el suelo, y grito, negra de mierda, y la empujo contra la barra del bar.
Yo senti que mi pensamiento estaba lleno de manchas y que tambien los rostros que veia estaban llenos de manchas, y el rostro del vikingo ademas de manchas tenia una mueca vomitiva adornada con un brillo de hojalata de feria, y su vision se me hizo insoportable. El tacto se me puso aspero y la rabia se me concentro en las manos, que se cerraron doloridas para convertirse en puños que querian golpear, defenderse, maltratar, y el cuerpo se me inflo de violencia y no me dolia ya ningun pensamiento y fui hacia la destruccion del otro, del ser de las muecas y de las manchas, y tambien hacia la propia destruccion, como un rito de iniciacion que consistiera en aniquilarse primero para salvarse despues. Solte el puño con todas mis fuerzas contra la cara del hombre para destrozarle la mueca y sus labios reventaron y cayo al suelo.
Nunca antes le habia pegado a nadie, pero tampoco antes de aquel dia habia bebido tanto alcohol, y tampoco hasta entonces habia estado con una prostituta.
Varios hombres se abalanzaron sobre mi y comenzaron a golpearme. Lo que paso despues fue como si no hubiera existido porque la memoria no pudo registrarlo.
Varios hombres se abalanzaron sobre mi y comenzaron a golpearme. Lo que paso despues fue como si no hubiera existido porque la memoria no pudo registrarlo.
Desperte con el cuerpo tirado en un banco, abri los ojos y vi las farolas borrosas, llorando una luz de ceniza. Mas arriba la luna estaba roja, pude verla, estaba acercandose a los tejados para prenderle fuego a la ciudad. Sangraba por los labios y por un oido, el ojo derecho se me estaba cerrando y tenia adormecidos los costados, entumecidos por los golpes. Los dedos de la mano izquierda me dolian y pense que podria tener alguna falange rota.
Vi a Toya ante mi, bella y oscura como la noche, mojada por el brillo de las farolas, limpiandome la sangre con un pañuelo que humedecia en un pequeño frasco. Le pregunte si habia llovido, y ella dijo, no, no ha llovido, y volvi a mirar el asfalto a lo lejos porque me parecia que el suelo estaba mojado, lleno de reflejos, y le pregunte, cuanto tiempo ha pasado, y ella pregunto, desde cuando, y le dije señalandome la cara, desde esto, y contesto, ha pasado un buen rato, pero ahora no te muevas.
A pesar de los dolores me sentia bien, estimulado, transportado a un lugar del mundo que me parecia no haber conocido antes, pero me acorde de aquella noche que me habia escapado de casa y habia caido de la bicicleta junto a la casa de Placido, y recorde a Etelvina, recorde como ella tambien me habia humedecido las heridas de la rodilla con un paño, y supe que las dos situaciones eran lo mismo porque en las dos habia imtentado huir y en las dos el dolor fisico habia sido para mi un alivio.
Hablame de Senegal, le dije a Toya, y ella hizo un ademan despectivo y dijo, que importa eso, y le indique, no lo se pero hablame del pueblo donnde naciste, y ella sonrio y pude ver su sonrisa abriendose paso entre la luz de ceniza de la farola, la pude ver bien por el ojo que tenia sano y abierto, y me gusto que ella sonriera. Entonces me miro y acomodo la voz, como si fuera a contarme muchas cosas, pero solo me dijo, soy de una familia de yolas que cultiva mijo y trufas a orilla del rio Casamanza, y ya no me dijo mas, y yo insisti, y le pregunte por su madre, y me explico que cocinaba muy bien las tortas de mijo y que guardaba las trufas en arcilla seca para conservarlas como un tesoro, y ya no me dijo mas, y le pregunte por su padre, y me conto que su padre apenas hablaba y que hacia pequeñas vasijas de barro en forma de nidos de golondrina para sujetar en las cortezas de los arboles y recoger el liquido para el caucho, y tambien me conto que era muy alto, el mas alto de cuantos hombres habia conocido, y que cuando se iba a los cocotales pasaban semanas sin verlo, y que al volver les traia a ella y a sus hermanos unas figuras diminutas talladas en cortezas, hasta que una vez volvio sin los dedos de una mano y desde entonces se emborrachaba todas las noches con vino de palma, y Toya no dijo mas sobre su padre, y le suplique, cuentame mas cosas, porque me sentia bien escuchandola. Se puso seria y sentencio, no, no quiero, lo que quiero es que te vayas y me dejes seguir trabajando, pero no de puta sino de enfermera, y que no queria trabajar de enfermera.
Comenzamos a caminar. Me apoyaba en ella.
La noche lo envolvia todo y las luces de los luminosos parecian querer emprender el vuelo por encima de los tejados hacia la luna roja.
La noche lo envolvia todo y las luces de los luminosos parecian querer emprender el vuelo por encima de los tejados hacia la luna roja.
Entramos en una farmacia a pedir unos calmantes y la dependienta no queria atendernos y tuve que mostrarle mi carne de medico colegiado, y entondes miro a Toya y me dijo, perdon, y me dio los calmantes.
Toya busco un banco y nos sentamos de nuevo. Tomate varios, me dijo, y me tome tres. Me cogio las manos, se miro las suyas y me confeso, a los nueve años ya tenia mi propio mazo para moler el mijo y entonces supe que a ella le gustaba hablar de su pueblo.
Frente a nosotros habia una tosca superficie de piedra, una tapia ruinosa con una puerta en el centro, y sobre el dintel habia una chapa oxidada con letras blancas. Recorde la escena en la que Harry Haller recorria la ciudad como un lobo estepario buscando la señal, <entrada no para cualquiera>. Le pedi a Toya que me leyera lo que habia escrito en aquel cartel porque yo no tenia vision en el ojo derecho y en el izquierdo me brillaban demasiado las letras. Ne confeso que no sabia leer, pero fue hacia un grupo de jovenes y debio de trasladarles mi pregunta porque vino y me dijo, <prohibido fijar carteles>, eso es lo que pone, y le pregunte, entomces no es una señal, y se encogio de hombros y se sento a mi lado, Le pregunte si le gustaba ser lo que era, y ella me contesto, no, claro que no, y le volvi a preguntar, entonces porque lo haces, y ella me contesto con otra pregunta, te gusta a ti lo que haces, y le dije que no, que no me gustaba, y entonces ella dijo, ves, y esa palabra tenia algo de afirmacion y tambien tenia algo de pregunta. Le explique que a veces necesitamos hacer cosas para confirmar que aquello que sucedio ya no esta y tambien le hable de un espejo, del espejo que yo tenia en mi cuarto, y le dije que tambien a veces necesitamos buscar otro espejo para volver a mirarnos y probar que ya no existe la angustia de vernos reflejados, y ella me dijo, no entiendo, no se de que me hablas. Le pregunte, donde esta tu señal, y ella dijo, que señal, y le explique que mi madre habia muerto esperando una señal.
Algunos taxis amagaban con su estrella verde subidos a los bordillos esperando mujeres con los labios fruncidos y hombres sin centro de gravedad. Toya me pregunto si podia levantarme y caminar, y le conteste que si, y señale hacia un hotel que habia al final de la calle y le dije, seguro que tiene terraza, y ella me sujeto del brazo y camino junto a mi sonriendo..
En el ascensor Toya me hizo una mueca, era una mueca de aire, como las que se utilizaban para cantar las canciones, pero ella no me canto ninguna cancion, solo me hizo una mueca, y me gusto aquella mueca que me hizo Toya porque me parecio muy hermosa, ella y tambien su nueca, aunque puede que no fuera una mueca, tal vez se tratara de un fulgor que salto por encima de aquel cuerpo agitado y brillante, apretado y oscuro como un secreto, y esa mueca o ese fulgor fue creciendo y al entrar en la habitacion verde ceniza ya era casi un rayo de luz que gritaba con los brazos abiertos.
Me gusta este lugar, me dijo, y dio una vuelta sobre si misma y volo sobre una cama ondulada y azul como el mar. Mire la cama y no supe como la habia mirado porque Toya me dijo, no la mires asi, porque la miras de esa manera, y me volvi hacia ella y la vi que se estaba quitando la ropa y le dije, espera, quiero quitartelo yo, y ella dijo, biem, me gusta, quitame tu la ropa.
Los calmantes me habian hecho efecto, pero aun me molestaba la inflamacion del ojo. Me tome otras dos pildoras. Luego la fui desnudando despacio, la camisa, la falda diminuta, una camiseta que le sujetaba los pechos, los leotardos negros, y todo se fue quedando en el suelo, y ella se fue mostrando entera, con los brazos caidos, arriesgando el angulo de los muslos, con los pechos resueltos a escribirme en la piel con la tinta de sus pezones alguna carta inedita, como aquellas de Alcifron sobre cortesanas o parasitos, o quiza una nueva estrofa del Edipo en Colono, o tambien pudiera ser que aquellos pezones de Toya pretendieran escribir en mi el final de una novela corta y gris, y todo esto pensaba observando los oscuros pezones de Toya, y entonces sus pies volaron sobre el parque de aquella otra tierra quieta, la que no giraba, la tierra que no era tierra y que siempre terminaba sepultada en el silencio de algun poema.
Ella tenia cicatrices en las caderas, surcos simetricos que parecian trazados a proposito. Me ataron con una maroma de cañamo, para obligarme, me dijo. Le toque la boca con todos mis dedos y fui a besarla, pero me advirtio, no me beses en los labios, y la liturgia del deseo se abalanzo sobre mis heridas como un dragon a quien le atrajera la sangre, como una hidra de cabezas regenerantes. Toya estaba toda humeda, por el cuerpo que se abria y por la boca que yo no podia besar. Yo tenia la vision nublada. Ella me fue tanteando con la lengua, alargandola hacia mi piel, y me parecia su lengua una llama que temblaba, y conte sus dientes grandes y blancos con mis dedos, que ella mordisqueaba, y aquella tierra quieta que no giraba empezo a moverse, y Toya se movio como una ola y se coloco encima de mi, y ya no podiamos esperar mas tiempo para hacer aquello que habia que hacer, aquello que yo no hubiera sido capaz de evitar por nada y que ella probablemente hiciera porque en su voluntad asi estaba previsto, y yo tenia necesidad de ella y ella fingia que tenia necesidad de mi y me lo permitia todo, pero cuando penetre en ella me parecio que tiritaba, y quise pensar que aquello fuera de deseo y no de frio, porque hacia calor en el cuarto, y luego fue como subir una cuesta corriendo al maximo para llegar a la cima y dejarse caer bajo un estallido de luz, o en medio de una explosion de una granada. Le pregunte si ella tambien habia llegado y se rio abriendo mucho la boca y cerrando los ojos. Pense que se estaba riendo de mi. Despues de la risa me dijo, eso que importa, y comenzo a frotarme los muslos con sus manos y a lamerme el sudor del pecho y del cuello y tambien de los hombros y de los brazos. Puse los ojos en un cuadro de tulipanes rojos que habia colgado de la pared. Yo estaba tranquilo y sin dolores, y estaba flacido. Me pregunto si nos ibamos a quedar alli toda la noche, y le respondi que si, que nos quedabamos. Fue cuando me beso en los labios, pero solo rozandomelos, y pense que lo hacia porque estaba agradecida, y se levanto y entro en el baño para lavarse.
Cuando volvio me abrazo y me dijo, despiertame cuando amanezca para salir a la terraza, pero los dos nos quedamos dormidos y no pudimos ver como amanecia desde la terraza de aquel hotel. Cuando desperte le dije, me voy a ir a otra parte, y ella pregunto, a donde te vas a ir, y le conteste, a otra parte, lejos, a empezar otra vez, y ella dijo, eso esta bien, claro que esta bien, eres un tipo extraño que habla de una manera extraña y anda preguntandoles a las putas por sus padres, esta bien que quieras empezar de nuevo.
Desayunamos en el hotel.
Fue hacia el telefono y me advirtio, tengo que llamar, y le pregunte, a quien, y respondio, es para decir que sigo contigo, y dije, ah.
Fue hacia el telefono y me advirtio, tengo que llamar, y le pregunte, a quien, y respondio, es para decir que sigo contigo, y dije, ah.
Luego nos fuimos paseando por la acera de una calle sucia y sin trafico por la que aun no habia pasado el camion de la basura. Le conte algunas cosas de mi, aquellas que no me parecieron mas dignas de lastima. Ella solo escuchaba y miraba y yo imaginaba que se compacedia de mi.
Llegamos a un centro comercial. Las tiendas estaban abiertas. Pasamos junto a un escaparate de ropa femenina y ella se quedo mirando una blusa blanca, mira que linda, me dijo. Entramos en la tienda y se probo aquella blusa blanca. Estaba hermosa con ella y su piel negra brillaba. La mujer que nos atendia me miraba a mi de reojo y tambien miraba a Toya de la misma forma, con las niñas de los ojos recluidas casi en las sienes, y le apremiaba el deseo de saber cual era nuestra relacion. Pague y ya nos ibamos cuando aquella mujer dijo con musica de tombola en las palabras, a su novia le gustara, estoy segura. Me volvi y le dije, no es mi novia, señora, es mi puta, y la mujer enrrojecio y se volvio bruscamente hacia el interior. A Toya le duro mucho tiempo la carcajada. Le pedi perdon, pero me dijo, no, no importa, si estubo bien, y me besaba en las palmas de las manos y se reia, y yo no entendia como habia sido capaz de aquel descaro, porque no me parecia propio de mi.
Recorrimos las estaciones y escuchamos a los musicos ambulantes. Dimos algunas limosnas y aceptamos folletos publicitarios que luego arrojamos a las papeleras sin haberlos leido. En un taxi llegamos a la calle de la pension. Al fin nos despedimos. Fue en la escalera.
Recogi la caja con las cosas de mi madre, me deje abrazar por Camila, y volvi al mismo hotel donde habia estado con Toya.
Varias veces estuve tentado de volver a buscarla, pero no lo hice.
Varias veces estuve tentado de volver a buscarla, pero no lo hice.
Me fui a una gran libreria del centro y alli pase varias horas leyendo las primeras frases de muchos libros, como ei estuviera buscando una señal. Era como mendigar, mirar de reojo el primer segundo de cada historia, abrirse a encuentros no preparados, unirse levemente a otros mundos, y las palabras primeras me parecian rejas que se rompian cuando las pronunciaba, cerrojos que se abrian mas alla de las paginas. Una pregunta, encontraria a la Maga, Paris y mi madre y la metafora de un libro escrito desde lejos, como abrocharse una estrella en la frente, una frase por pura contaminacion. Seguia abriendo los libros, como si estuviera jugando a la rayuela, casilla cuarenta, se dio cuenta de que la vuelta era realmente la ida en mas de un sentido.
Una mujer anciana que rebuscaba entre los libros de saldo le dijo al dependiente, a veces son los libros los que te buscan a ti. Pense que la anciana tenia razon. Segui buscando, que la piedra no salga de la circunscricion de los transitos, seguia leyendo, las palabras caian sobre mi como goteras espesas, otra primera frase, mañana en cuanto amanezca ire a visitar tu tumba, papa, asi decia, mirando al sur, estas son las ultimas cosas, desaparecen una a una y no vuelven mas. Recorde la caja con las cosas de mi madre. Las palabras duraban mas que las cosas, pero tambien acababan desvaneciendose, el pais de las ultimas cosas.
Habia otro muy cerca, pequeño, ligero, de pocas paginas y letra grande, hoy mama ha muerto, o tal vez ayer, no se, la culpa la tenia el sol o el tejo que se salio de la raya de la indiferencia del mundo ante la muerte, otro libro, un extrangero, otra broma, la vida sera otra broma, otra señal, detuvo mi madre el rocin, quedo el arado inmovil en el surco y, sujetandose el gravido vientre con ambas manos, fue a refugiarse a la sombra protectora de un gran sicomoro para parirme, cerre aquel libro, a este no lo conozco, cabello de angel, y pense en el vello del pubis de Toya, rizado y denso, por primera vez he visto un cadaver, el mio se llamaba Aique y me sentaba sobre sus piernas tullidas para darme pastillas de leche de burra, la hojarasca, el dice que estamos sembrados a este suelo por el recuerdo de los muertos remotos cuyos huesos ya no podran encontrarse a veinte brazas bajo la tierra.
Seguia removiendo los libros de aquel supermercado del papel y las palabras, montones de libros, millones de primeras frases que caian sobre mi como señales, la casa y el mundo, vuelve hoy a mi memoria, madre, la señal del bermellon que marcaba la raya de tu cabellera, el sari que usabas, con su ancho galon rojo, y tus ojos, tan bellos, tan profundos, tan apacibles.
Ami lado alguien pasaba despacio las hojas de un diminuto libro de poemas. Tenia el pelo muy corto, negro. Me parecio una mujer madura. Usaba gafas para leer, solo para leer. Al sentir que la observaba, me miro con mucho descaro. Una vez escribi una novela, le dije, andara por ahi, por alguno de estos estantes. Se quito las gafas. Tenia los pomulos pronunciados y los ojos grandes. Me pregunto para que la habia escrito, y le respondi, para nada, solo para escribirla. Era una mujer esbelta, mas joven de lo que me habia parecido en un principio.
Nada se hace para nada, me dijo, e insieti, pues no se para que la escribi, y me pregunto, que contabas en esa novela, y le explique, bueno, trataba de cosas imposibles, de un tren con muchos vagones y en cada vagon muchos sueños existiendo alrededor de una señal, y se rio, una risa benevola y fresca que rebajo su edad hasta dejarla a la altura de la mia, y luego dijo, los motivos estan a veces muy escondidos, y tambien dijo, a mi me gustan los trenes, me gustan mucho mas que los barcos y por supuesto que los aviones, de los aviones y de los coches no quiero ni hablar, y me decia aquello sin dejar de sonreir y mirandome a los ojos, y mientras me lo decia aireaba las paginas del libro de poemas, primero con un dedo pulgar, despues con el otro, como si quisiera que los versos se fueran desprendiendo del papel para dispersarse en el aire.
Le dije, a mi madre la mato un tren. Se puso de nuevo las gafas, para ver mejor aquello que yo habia dicho y que tambien se habia desparramado en el aire para juntarse con los versos que ella estaba liberando. Me dijo, como a Ana Karenina, y yo no sabia porque ella habia hecho aquella comparacion, quiza porque estabamos entre libros. Trate de explicarle que mi madre habia tenido una vida dificil, y no sabia porque le estaba contando aquello, en aquel lugar, a aquella mujer descomocida, y ella me indico, hay muchas vidas dificiles, y acerco los labios a la altura de mi hombro y en voz muy baja me susurro, hace unas cuantas semanas que yo me corte las venas, y alargo mucho aquel yo en medio de la frase, y me enseño las señales de las muñecas.
Fue como si de pronto la hubiera visto desnuda, asi mismo fue, y le dije, afirmando y preguntando a la vez, lo habras hecho por algun motivo, y ella me dijo, claro, por varios motivos, y le pregunte si lo volveria a hacer, y aquella fue una pregunta ingenua, una pregunta torpe que yo nunca deberia haber realizado, por eso no la contesto, por eso y porque no tenia contestacion. Que estas haciendo aqui, me pregunto para enterrar la idiotez de mi pregunta, y le explique que leia las primeras frases de los libros, y volvio a reirse y me apreto un brazo, transmitiendome algun afecto o mostrandome cierta complicidad, y me dijo, me gusta, me gusta mucho, y parecia entusiasmada. Me pregunto si podia acompañarme y leer conmigo las frases, y le respondi, si, claro que si.
Recuerdo que ella tenia el dedo indice sobre los labios mientras mi padre reia, esta fue la primera frase que ella leyo, el rito, y yo segui con otra, hace dos meses que te fuiste y desde hace dos meses, salvo una postal en la que me comunicabas que todavia estabas viva, no he tenido noticias tuyas, y la mujer que me acompañaba me dijo, esa se llama Susana, como yo. Asi fue como supe su nombre, y ella no me pregunto mi nombre, pero si me pregunto de donde venia, quiza porque habia adivinado que venia de fuera, y le conte a lo que habia venido. Me dijo, escucha esta primera frase, viaje a Madrid para matar a un hombre a quien no habia visto nunca, y reconoci aquella frase porque habia leido aquella novela.
Leimos muchas primeras frases de muchos libros, hasta que ella dejo de sonreir y me dijo, estoy cansada, vivo aqui cerca. Elegi un libro para leerle la ultima frase, Herman Hesse, ache por doble motivo, y busque Demian, lei, para contar mi historia tengo que empezar muy atras. Susana me dijo, no te invito a mi apartamento para que me cuentes tu vida, no quiero saber nada de tu vida, tampoco te voy a agobiar contandote la mia. Le explique que no tenia nada que ofrecerle y ella movio los hombros y dijo, ni yo voy a pedirte nada, y nos fuimos.
Fuera hacia un aire frio que recibi con alivio. Cruzamos una calle abarrotada de gente. Su apartamento era muy calido, colores calidos en las paredes, moqueta azul, libros, grabados de caballos, los compre en Tunez, me dijo, cien dinares cada uno. En el equipo de musica coloco un disco de flamenco. Me pregunto si me gustaba el flamenco, respondi que no, que no me gustaba, y ella sentencio, desde hoy te va a gustar el flamenco, no vas a querer escuchar otra musica que no sea el flamenco, y nos reimos los dos. Luego abrio una botella de vino, es del sesenta y uno, dijo, y todo fue discurriendo muy rapido, pero muy lento a la vez.
Tenia un cuerpo de adolescente, apretado y con la piel muy suave, y me lo mostro desde todos los angulos, para que yo lo admirara, para que lo conociera bien y me hiciera pronto con el. Despues se sucedieron muchos momentos de amor en un solo momento, porque ibamos deshaciendo los minutos, triturando las horas para que el tiempo no estuviera partido. Lami las cicatrices de sus muñecas y por fin me pregunto mi nombre. Se lo dije y lo pronunciio pegando sus labios a una hoja de papel y tambien lo pronuncio pegando los labios a la piel de mi espalda, y mi nombre no sonaba de la misma forma, y sentenciio, deberias llamarte de otra manera.
Puso mas discos de flamenco y lleno de nuevo las copas de aquel vino viejo que sabia a madera y que tambien sabia ya a la piel de ella. Dijo, preguntando con la primera palabra y rspondiendo despues, sabes, este esta siendo un dia de los que merecen la pena.
La ame cuanto pude, hasta agotarme, hasta que dijo, tengo frio, y se levanto de mi lado para ponerse una bata azul.
Me leyo un cuento de Kipling, un cuento precioso que hablaba de como se fueron domesticando los animales salvajes. Cuando termino le dije que yo escribia poemas, pero que no me gustaba ninguno de los poemas que habia escrito. Me dijo, supongo que estaran todos rotos, y le explique, bueno, nunca nadie los lee, pero los guardo en una carpeta. Me miro arrugando la frente y me dijo, rompelos, me oyes, rompe todos esos poemas que no te gustan, a ver para que los quieres en una carpeta, y me sirvio la ultima copa de aquel vino del sesenta y uno.
Antes de irme le escribi detras del posavasos, algo que pretendi que no fuera un poema. Me lo agradeciio con una sonrisa calida, tan calida como la decoracion de su apartamento. Le bese de nuevo las cicatrices.
Cuando ya me iba, me dijo, toma, y me regalo aquel libro de Kipling.
Volvi al hotel, me sente en la cama y lei todo lo que habia dejado escrito mi madre.
Volvi al hotel, me sente en la cama y lei todo lo que habia dejado escrito mi madre.
<<No consigo calmar los nervios, ni siquiera con el alcohol. Se me esta cayendo el cabello. El cuerpo se me esta debilitando notablemente. Tiene que haber una forma de salir a flote. Quiza la muerte de Tobias sea la señal. Maldita señal. Maldito todo. Unos dias antes de que se quedara dormido en el sofa como un pajarito me habia dicho: Gracia, tienes que volver. Le insisti con lo de la señal, y el me grito: que señal ni que ocho cuartos, la señal es el trapo rojo del jefe de estacion dandole la salida al tren que te lleve con ellos. Lo dijo todo seguido y con fuerza en la voz. Parecia muy enfadado. Ha llegado otro invierno. Sera duro sin el. He de decidirme. Lo cierto es que cada vez estoy mas unida a esta casa donde Camila me permite vivir, a pesar de mi miseria y de mi desagradecimiento.
Ni la sobrina idiota es tan desagradecida como yo. Al menos ella sonrie. No se que hacer. Despues de todo, morir no es tan malo si se muere como lo hizo Tobias, con la cabeza apoyada y las manos tranquilas y juntas y sin nungun recelo contra uno mismo. Pero las muertes que se eligen no son asi. Aun no quiero morir. Ademas, volver no puede ser peor que morir de cualquier manera. No confio en que German me acoja. Quiza ni este para poder hacerlo. Tampoco lo deseo. Pero mi hijo sabra buscarme un hueco en alguna parte. Le dejare una bufanda grande para el invierno y un jersey con cenefas. Si, eso hare. No se tejer, pero aprendere. No se si aun vive Leticia, la madre de German. Si vive es probable que no quiera saber nada de mi. Era una buena mujer, mucho mas fuerte que su hijo.
No esperare la señal. Corro el riesgo de que Justo haya hablado y que todo se sepa. Tampoco tengo nada que perder. Mi hijo es mi hijo, aunque su padre no sea German. No creo que Justo tuviera valor para decirle a su mejor amigo: me acoste con tu mujer, si, me acoste con tu mujer, no una, sino varias veces, y el que crees que es tu hijo no lo es, porque es el fruto de uno de esos encuentros, y el que crees que es tu mejor amigo tampoco lo es porque te ha estado engañando. No, no creo que tuviera valor para hacer eso. Nunca quise perjudicarlo. No es que lo amara, o puede que si, pero no se hasta que punto. No recuerdo muy bien aquellos sentimientos. Las cosas a veces se hacen por despecho, por ponerle colorada la cara al mundo.
Lo peor de todo es dejar correr el tiempo sin que una acuerde consigo misma algun plan para el futuro. Nos dejamos llevar por el silencio y tuve miedo. El tambien tenia miedo, mucho miedo, pero su miedo era como un aire alojado en el estomago y hasta creo que a veces le provocaba placer. El mio era perverso. Despues de nacer mi hijo no volvimos a vernos a solas. Cuando fue a verme al Hospital y me acerco la cara para vesarme, le dije: es tu hijo. El me susurro al oido: espero que actues siempre como si no lo fuera. Nuca mas hablamos de ello y el silencio no trajo el olvido sino que fue acumulando tension. Cuando se murio mi hija, el sentimiento de culpa que senti fue tan grande que consiguio anularme por completo. Estuve a punto de confesarlo todo. Creo que Justo se habia resignado a que en cualquier momento lo hiciera. Pero nunca se aprende lo suficiente como para ser capaz de reconducir el dolor y el miedo.
El unico vinculo que me unia a German era Tamar y ella se habia ido, ademas yo habia ayudado con mi torpeza a que se fuera. Opte por desaparecer. Pero el miedo no se fue nunca de mi lado. Se fue haciendo lento, a veces llegaba hasta mi a rastras, enganchado a algun sentimiento de la memoria. Se mostraba una y otra vez, en cuantas cosas hacia para destruirme. Y tenia boca y dientes. Y era sufrido y podia verlo y me dejaba la boca seca, sin saliva. Con Tobias el miedo se trasformo en un filo de luz que aparecia a veces para anunciar el hambre o el frio o la muerte, incluso la soledad que ahora tengo. Pero ya era otro miedo que me permitia vivir de otra forma. Tobias llego demasiado tarde. Ahora es ya casi madrugada y mi vida es la via de un tren al final de la cual hay unas madejas de lana para que yo teja sin miedo una bufanda.
Algunos estaran muertos y con ellos habran muerto sus memorias. O puede que no, puede que no hayan muerto, pero en tal caso es probable que en sus memorias se haya amontonado tanto polvo, tanto papel inutil, tanta decpcion, que el riesgo de despertar resulte imposible. Voy a volver y voy a hacerlo sin nigun equipage. Ordenada y blanca y con las manos colgando. Me pondre el abrigo nuevo y hasta puede que vaya a la peluqueria. Escribo en este cuarto oscuro y pequeño. Es un lugar que tiene su propia vida y que respira muchos ruidos y que esta invitandome a salir de el y a no volver jamas. Asi lo are y no me despedire de nadie, ni siquiera de Camila, porque las despedidas se llenan de preguntas y no quiero que alguna pregunta me sujete de nuevo a la señal. Ademas, es posible que al llegar a la estacion no sea capaz de subir al tren y, si asi fuera, podre volver de nuevo a casa sin tener que dar ninguna explicacion.
Yo hubiera podido ser una buena actriz, una actriz famosa, si, claro que si, y podria haber trabajado en las obras maestras de Malle y de Truffaut y de Godard y de Resnais, hasta llegar a Hollywood. Si hubiera sido asi, puede que ahora, en este mismo instante, estuviera escribiendo unas preciosas memorias llenas de anecdotas que estarian esperando con ansiedad millones de admiradores. Pero lo que me queda es un pozo, una especie de abismo, y juro por Dios y por mi hijo que voy a agarrarme de mis propios pelos y tirar de ellos hacia arriba para salir, o al menos para arrancarme el miedo. Ahora dormire en el mismo lugar donde dormia con Tobias. Quiza sea la ultima vez, aunque el vacio que dejo se vendra conmigo>>>>>>>>>.
En la estacion compre una novela con un oleo de una mujer desnuda en la portada. Margaret Atwood era la autora. Cuando el tren se puso en marcha abri el libro, pero solo pude leer las primeras frases, planee mi muerte con esmero, no asi mi vida, de esa forma empezaba el libro.
Sentada junto a mi habia una pareja de gigantes. La mujer iba envuelta en un traje granate con lazos blancos y miraba una revista de bodas, divorcios y rumores. El hombre, completamente calvo y con los ojos muy brillantes, llevaba en la mano una guia de los Paises Bajos. Ella hablaba sin cesar, comentando algun incidente familiar, hasta que el grito, ya basta, y entonces ella volvio a su revista y el se restrego el brillo de los ojos y respiro profundo, evidenciando el esfuerzo que acababa de hacer.
Extendi la cortina hasta cubrir la ventana, eche hacia atras el asiento y cerre los ojos. Me concentre en el golpeteo sincronizado de las ruedas en las juntas de los railes. Los latidos del tren me iban arrullando hasta la anestesia y el mundo se iba haciendo pequeño. No sentia dolor. Fui recogiendo imagenes de la memoria, todas aquellas en las que don Justo aparecia mostrandome su afecto, y cada una de ellas era para mi un punto donde la mente se detenia, donde confluian las nuevas certezas con aquellas otras ya viejas que se estaban destruyendo a si mismas, y a aquel punto le crecia una interrogacion que no encontraba respuesta.
Eran demasiadas imagenes.
Eran demasiadas imagenes.
La revelacion de aquella nueva paternidad no me estaba doliendo. Era como si todo lo vivido hasta entonces estuviera trampeado, o desplazado de lugar, como una cifra larga declarada incorrecta porque el primer numero habia sido suplantado. Sin embargo, no sentia dolor. Si pude sentir tristeza, una tristeza que en aquel instante me provocaba placer, y fueron llegando las imagenes al señuelo de aquella tristeza, y llego Tamar golpeando con la puntera del zapato blanco el trozo de teja para jugar al cascajo, y acudiio el olor del mandil de mi abuela Leticia, de quien la revelacion habia dicho que no era mi abuela, pero que seguia siendo mi abuela, y aquel estado de somnolencia triste me trajo tambien el sueño de las hormigas de las palabras y del ajuste de cuentas de las primeras frases de los libros, y tambien me trajo los baules sagrados del desvan y las cajas tabernaculo, y convoco a mi madre que portaba una lampara encendida para todos los amantes del mundo en la metafora de Paris, y ya los latidos del tren se habian acompasado con los de mi sangre, y llego hasta mi el viejo sofa de orejas donde mi padre, de quien la revelacion habia dicho que no era mi padre, pero que seguia siendo mi padre, se sentaba cada noche para alimentar su culpa, y tambien vino a mi el gancho de la puerta donde don Justo colgaba el sombrero que Laura habia comprado para el en un mercado de Coimbra, y aquel estado que ya casi rozaba el sueño me trajo el espejo, y el espejo no reflejaba nada, y debi de quedarme dormido cuando una grieta partio en dos mitades el espejo.
El sueño que tuve en el tren estaba compuesto por dos grandes agujeros que se abrian a mi paso bajo la tierra y de los que surgian vahos de olores pestilentes que me obligaban a cerrar los ojos y la nariz. Los pozos eran tantos que la vida se acabo convirtiendo en un laberinto donde era imposible cualquier movimiento. Entonces aparecio una mujer que yo me esforzaba en que fuera Laura, pero que no era Laura porque tenia el cuerpo de Susana, y tampoco era Susana porque la piel la tenia oscura, una piel brillante y oscura como la piel de Toya, aunque tampoco era Toya, y esa mujer que yo hubiera querido que fuera Laura iba vestida con una piel grande y oscura que le arrastraba y llevaba una vela encendida en la mano, y me dijo con una voz sedante que yo queria que fuera la voz de mi madre, pero que no era la voz de mi madre, estas muerto, tu no la sabes, pero estas muerto, porque ya te mataron hace tiempo, y me llevo de la mano a otro lugar donde hace frio y habia muchas escaleras cubiertas de musgo resbaladizo, y en aquel lugar del sueño todas las cosas parecian estar abandonadas, sin embargo el cielo estaba tan azul que parecia el cielo de otro mundo diferente.
Cuando llegue a casa mi abuela y mi padre me abrazaron llorando. Crei que lo hacian por los dias en que yo habia estado desaparecido, pero al instante supe que su dolor era consecuencia de la noticia que iban a darme. Les explique donde habia estado y mi padre me cogio las manos y me dijo, Justo a muerto, y las rodillas me temblaron y no supe donde poner las manos y otra vez senti dentro de mi el aullido de una perdida.
Don Justo habia muerto al dia siguiente de mi marcha. El dolor se le habia hecho insoportable y fue necesario meterle al quirofano para recostruirle la pared aortica.
Alli se quedo.
Alli se quedo.
Mi padre dijo, fue todo muy extraño, si hubieras estado aqui, y no termino la frase porque no era una frase para rematar sino un reproche y en los reproches siempre se queda algo detras que no se alcanza a decir. Mire al fondo de la sala, junto a la ventana, y pense que en un rincon como aquel me habia quedado un dia encogido sobre mi mismo al escuchar de boca de don Justo la muerte de Etelvina, y vi de nuevo la boca del tunel mostrandose ante mi seductora, girando en la orbita de las peores pesadillas de la infancia.
Mi abuela dijo, las buenas personas se mueren antes que los demas, Dios tiene prisa por llevarselas, y se limpiaba una y otra vez las manos en el mandil.
Estuvimos mucho tiempo en silencio porque ellos esperaban que yo dijera algo y yo no decia nada. Al fin mi abuela dijo, vete a ver a Laura, lo esta pasando mal.
Cuando sali a la calle, alguien habia colocado sobre la tierra un paisaje nuevo. En mi vida hay demasiados muertos, esto fue lo que pense.
Vi a Laura asomada a la ventana de su cuarto en el primer piso, medio oculta por la palmera que agonizaba. Parecia que llevara alli muchos dias esperandome.
Estaba vestida de negro. Me abrazo llorando, me abrazo hasta hcerme daño y llore con ella. Cuando me solto le limpie la cara con un pañuelo y me dijo, no me resigno a estar sola en esta casa tan grande, por las noches crujen las maderas, antes no crujian tanto las maderas. Hizo cafe y nos lo contamos todo despacio y con pocas palabras. Cuando le hable de Toya me miro como si no me reconociera, pero al hablarle de Susana sonrio con toda la boca abierta y me paso los dedos por el cuello. Senti que me estaba alcanzando desde otra parte, quiza desde mas alla del sueño del tren, y su caricia me sujeto en un espacio que era unicamente suyo, como una casilla del cascajo de la infancia sin concluir que ella estuviera por fin dibujando.
Cuando entro en el quirofano se despidio para siempre, me dijo, y le explique que era algo frecuente en quienes se iban a operar. Me miro y habia mucha tristeza en sus ojos. Me dijo, nadie vuelve. Le pregunte porque iba de luto y me contesto, ya ves, nunca pense que me fuera a vestir asi por nadie, ni siquiera me pare a pensarlo, fui al armario y elegi este vestido negro. Le hable de la idea de irme, y me indico, haces bien, y me explico que ella tambien volveria a Salamanca para hacer los cursos de doctorado. Luego me pregunto si preferia Africa o Bosnia, y le conteste que lo tenia aun por decidir, pero que iba a depender mas de las necesidades del grupo que de mis preferencias.
Le dije, Laura, tengo que decirte algo, y ella me miro y repitio, decirme algo, algo como que, y espero a que yo hablara. Le dije, don Justo era mi padre, asi lo escribio mi madre. Me tomo las manos y sonrio y movio mucho los labios para decirme, lo se, lo se desde el mismo dia en que el me propuso el matrimonio, siempre lo supe. Me solte de sus manos y me levante y pregunte, como que lo sabes, y ella contesto, es una circustancia que no debe torturarte, y grite, toda una vida viviendo en el engaño y tu dices que me lo tome como si me hubieran cambiado el horario de la consulta, eso es lo que me estas diciendo.
Hable de muchas cosas sin sentido. Laura espero a que ma calmara. Me sente. Laura se levanto, se coloco detras de mi y comenzo a hablarme despacio y a masajearme la nuca, escuchame bien, los sentimientos no cambian porque alguien pulse un boton o encuentre una partida de nacimiento, ellos te han querido mucho, los dos. No pude sujetar las lagrimas, lo intente pero no pude sujetarlas. Me dijo, llora cuanto tengas que llorar. Le pregunte si lo sabia mi padre y me respondio que no, que nadie lo sabia.
Siguio acariciandome y hablandome asi, Justo y German eran muy amigos, siempre lo fueron, tu lo sabes, hicieron un viaje a Francia juntos cuando obtuvieron sus catedras y alli conocieron a tu madre, ella debio de enamorarse de los dos, al menos asi lo habia creido Justo, pero eligio a tu padre, y los tres estuvieron siempre unidos, aunque cada uno debia de sufrir por los otros dos, porque los sentimientos nunca estuvieron claros.
Le pregunte a Laura, y mi madre, que pasaba con mi madre, y Laura me respondio, no lo se, como lo puedo saber, ninguno de los dos lo supo, yo creo que ella se dejaba llevar, al menos los primeros años, luego acabo atrapada por las contradiciones, no se, tambien el haber roto su carrera pudo tener algo que ver, y la muerte de tu hermana, no lo se, Justo siempre decia que tu padre no habia sabido quererla y habia cierto desencanto en sus palabras, ellos siempre pensaron que se habia ido para volver a Paris.
Vine aqui a consolarte a ti, le dije. Me abrazo y me limpio las lagrimas y me dijo, y lo estas haciendo. Le pregunte si su rechazo a nuestra relacion tenia algo que ver con que ella supiera todo aquello y me respondio, pudiera ser, y volvi a preguntar, y ahora seria posible, y ella contesto, ahora menos que nunca. No entendi su respuesta, no quise entenderla, pero no volvi a preguntar, tampoco intente besarla o abrazarla, no quise decirle que la queria, que renunciaria a cualquier cosa por vivir con ella, siempre con ella, no quise decirle nada porque tenia la sensacion de que cualquier palabra que saliera de mi boca falsearia lo que en realidad sentia y me quede flotando en una especie de inutilidad y dije, a veces necesitamos demasiadas manos para salir de un sitio, y ella dijo, tenemos diferentes ritmos, tu y yo no andamos a la vez.
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