BELEÑO: De trescientos sesenta y cinco días ó sesenta y seis...

De trescientos sesenta y cinco días ó sesenta y seis (sí es año bisiesto) que tiene el año, uno se dedica con preferencia á la festividad de los muertos. Para quien la vida consagró todos sus esfuerzos é ilusiones en un hogar ó en una paíón intensa, no es mucho que digamos concederle entre trescientos sesenta días de olvido uno de recuerdo y acomodaticas pesadumbres.
Despues de la muerte nada. La resignación lentiva y suave disfraz de la helada indiferencia del frio desamor del abandono, del pasado al archivo de las cosas venerables inútiles y polvorientas.
La muerte es la preocupación de los que quedan, bien por lo que dejan ó bien por el imperdonable delito de no dejar nada de provecho.
Todos los cementerios lucen sobre sus lapidas y nichos el acopio de flores y ramos, Es la multitud que se atropella, que se empuja para cumplir una espontaniedad de ultratumba.
La dulcedumbre melancólica de recordar unas hojas arrancadas del libro lo aflojan lo enrrarecen lo desencuadernan. El libro de la vida es amplio, en una imensa superficíe blanca donde los caracteres nacen y desaparecen, sucediendose como la sempiterna irrución del sol y el angostado desmayo de la noche. Son capitulos de la vida, son etapas que se escriben en el aíre y el aíre se las lleva, como flor arrancada del un rosal fecundo en perene estío. otro día más.