Cuando llegabamos al
colegio del
Cementerio Viejo, teníamos que cantar los himnos propios del fascismo de la época: ¡Viva
España!, El Cara al sol, etc., mientras se izaba la
bandera en un mastil en diagonal pegado al
edificio. Al entrar rezabamos el padre nuestro, un ave maría el credo, todo un rollazo, que nos tragamos sin rechistar. Los chicos mayores tenían pupitre y asiento de esos que se subían y se bajaban. Nosotros los más pequeños, teníamos un banco como los de la
iglesia y una pizarrita
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