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JIMENA: Muchas gracia Ana, sin duda me hubiera gustado ver...

Cosas de Mi Pueblo.
Me dice mi amiga Ana que le relate alguna cosa de las que recuerdo de aquellos años de mi niñez en mi Pueblo y dándole un poco a la cabeza trato de recordar aquellas días de otoño, todavía el tiempo era bueno ya en la huertas apenas quedan granadas, han sido atadas en panochas con esparto y colgadas en las vigas de la cámaras para disfrutarlas en el invierno con un buen plato de migas, los caquis también van madurando y habrá que cogerlos aunque también para que no arruguen habrá que dejarlos madurar hasta que estén chorreando caldo, en las nogueras las cascaras abiertas dejar ver el fruto color madera ya a punto de desprenderse y la gente todavía al atardecer en las puertas de las casas siguen aovando los pocos higos que ya quedan.
Las calles la mayoría empedradas delataban el paso de los animales, el sonido de sus herraduras se dejaba escuchar por los callejones con absoluta nitidez, en las puertas las abuelas la mayoría enlutadas con pañuelo en la cabeza incluido Madres y hasta alguna mocica sentadas en corro alrededor de aquellas cestas de mimbre acariciaban una y otra vez aquellos frutos hasta dejarlos aplastados y con su boca entreabierta, su destino serian también las cámaras en montones y tapados con los mantones de la aceituna y dándoles continuas vueltas harían asomar el azúcar como si los hubieran pintado de blanco.
La Plaza se ponía de bote en bote al atardecer, aquellos hombres limpios y arreglados con pantalones de paten chaleco y chaqueta incluido en muchos casos, dejando ver en algunos de Ellos en su manga o en la solapa la señal dolorosa del luto, en el casino de los Gallos la gente jugando a cartas junto aquellos ventanales, la taberna de Ramirón con su clientela fija, si continuabas por la carrera la Casa del reciente fallecido Paco Lopez con sus escaparates repletos de género que junto a la Farmacia son hoy únicos testigos de aquellos tiempos, el paso por la Farmacia nos deja apreciar su olor tan peculiar a productos químicos, el casino de los ricos o los de media capa con Manolico en la barra o su hijo Paco hombre apuesto, alto y muy joven bandeja en la mano, un poco más arriba otro casino regentado por Ezequiel el sacristán, enfrente la casa de Paquita la de Magdalena con la cuadrilla habitual ligando en la puerta y sin haber dado cuatro pasos más la taberna de Cayetano y la del Periquito el de los plomos, el olor a tajaillas guisas y vino blanco invadía aquella hermosa calle Fuente o popularmente dicho la carrera.
No puedo olvidarme en los escalones del potro y el pilarillo de la machorras ahí están como símbolo de estos y aquellos años, la peluquería de los Juan de Dios por debajo de la casa de Parrica y por encima de la casa de Martin Canabero donde a la caída de la tarde podías escuchar como si fuera un pequeña rondalla el sonar de las guitarras, laudes y mandurrias entonando piezas populares.
Y la mítica taberna, quizá la más popular de JIMENA la Casa de Manolito, siempre con un buen número de clientes a cualquier hora del día o de la noche, donde se hacían buenos tratos y se podía degustar la cerveza Alcázar un buen vino o una gustosa copa de Anís del Castillo de Jaén y por supuesto otras marcas, completaba con su salón para ver la primera TV acompañada de aquellas primeras naranjadas mirinda o poder jugar unas partidas al famoso juego del billar o futbolín lo que hacía que fuese concurrida por todo tipo de clientes, su terraza cubría buena parte de la calle sin duda la recordamos con cariño pues fue uno de los lugares más frecuentados por jóvenes y mayores.
No he mencionado las tiendas que las había y buenas sin duda la del Juan Jose el Bimba en la carrera o la de Fitere eran unas de ellas evidentemente dedicándose a productos diferentes la del Bimba era una de las mejores en cuanto a fruta, verduras y pescado así como buenas bacalas.
Si bien, recuerdo con un cierto cariño aquellas tiendas de ultramarinos como las de los Damianes, el Chico labrador con su escaparate lleno de colonias Mirurgia o las pastillas de jabón Heno de Pravia, Antonia la seca en la plazoleta de Jesus el Chuita o Bartolo rasca en la calle Bella y alguna otra más, los chorizos del Pamplonica y las tripas de salchichón envueltas en aquellos forros de papel también hechos colgando haciéndonos señicos y sin poder degustarlo salvo en honrosas ocasiones y por supuesto con un buen talón de pan.
Quiero reseñar también las dos carnicerías de la calle Llana yo las recuerdo regentadas por Martin Canabero y su Señora y la otra por la familia de los Matamoros apodo este que la verdad tendrá su historia sin duda, le tengo que preguntar a sus hijos Alfonso o Manuel, cuando la ocasión me lo permita y con el máximo respeto por supuesto.
El lavadero municipal con aquellas mujeres canasta en la anca y sus tertulias de dimes y diretes mientras lavaban aquellas sabanas o cualquier otra prenda, antes de llegar cuando acompañabas a la Madre no dejaba indiferente el olor al paso por el matadero, donde la curiosidad te hacia meter el hocico para ver como mataban algún borrego, oveja, cabra o chotillo poniendo carilla de asustao.
Las barberías de caballeros con los periódicos de la época El 7 Fechas, el ABC, el Blanco y Negro o el todavía periódico más leído por los españoles el Marca eran las únicas lecturas posibles las bibliotecas no las había y comprar un libro era solo un producto para los pudientes afortunadamente esto ha cambiado para bien, las peluquería de Señoras eran otros lugares de encuentros las Señoras con la cabeza envuelta de aquellos rulos de plástico sus cabezas metidas en aquellos aparatos como gorros gigantes que darían formas a tanta permanente ensortijada.
Bueno así podría ser una de aquellas tardes de este tiempo en nuestro Pueblo.
M. Nieto de M. Rasca.
13/10/2013

Mil gracias por ese

Mariano, me hubiese gustado que pudieras haber visto a mi madre mientras le leía tu relato: no terminaba yo de leer la frase, cuando ya élla la completaba con el nombre de la persona y asintiendo con la cabeza a todo lo que yo iba leyendo. Le encantan tus relatos, pues la hace recordar una época de Jimena que, según élla, fué cuando el pueblo tuvo "más vida", aunque, también según élla, la vida era más dura. Y por supuesto, la lectura le dió pié a charlar, por un larguíiimo rato, sobre Jimena y sus costumbres en las diferentes épocas del año; cosa que a mí no me desagrada en absoluto, al contrario, lo disfruto enormemente. Me dice que te dé las gracias y que te diga que ¿cómo te puedes acordar de tantas cosas y con tanta precisión?, siendo tú, para ese entonces, un muchacho bastante joven.
AHHH, cuando hablas sobre las señoras en la peluquería, ambas recordamos, riéndonos, aquellos "bigudines" que se usaban para hacer las permanentes. De eso tengo toda una historia, pues de todas las hermanas, yo era la que más me gustaba la peluquería y más de una vez ayude a mi madre en esa labor. Recuerdo que me encantaba lavarle la cabeza a las clientas, por cierto, teníamos que traer los cubos con agua del pilar que había frente a la casa de Nani, (no había agua en las casas); también me gustaba ponerle los rollos en la cabeza (con las pinzas que aún tiene mi madre. No se quiere desprender de éllas), para luego, una vez secado el cabello, se le "escardaba" el cabello, de tal manera que yo dejaba a la clienta lista, sólo para que mi madre le hiciera aquellos peinados o moños tan requeteelaborados de los años 60. Hasta ahí, todo me gustaba, pero no así cuando se trataba de aquellas terribles permamentes, donde no sólo podía quemarse el cuero cabelludo de la clienta, sino también las manos de la peluquera, al estar en contacto con aquella especie de "sobres o cartuchos", rellenos de algo que, al calentarse, despedían tremendo humo y un olor terriblemente pestífero. Recuerdo perfectamente, a pesar de mi corta edad, la primera vez que ví a mi madre hacerle a alguien una de estas permanentes: me asusté enormemente al ver cómo echaba humo la cabeza de la clienta y para más, luego se le tapaba con un gran paño. Posteriormente me acostumbre, pero nunca me agradó quitar los benditos bigudines por el mal olor que producían. En fín, recuerdos que hoy nos has traido con tus relatos. Y como recordar, dicen que es vivir, pues hoy hemos vuelto a vivir aquellos días en nuestras querida jimena.
Gracias amigo. Abrazos para Lourdes y para ti. Ana

Muchas gracia Ana, sin duda me hubiera gustado ver a Tu Madre y me alegra mucho si fui capaz de llevarle unos momentos a sus recuerdos en nuestro Pueblo esa era mi intención.
Un abrazo para toda Tú familia de Lourdes y Mariano.