Es muy cómodo decir 'soy de izquierdas' o 'soy de derechas', dividir el mundo entre los míos y los otros. Esto nos ahorra tener que pensar cada asunto, ya que podemos recurrir a prejuicios. Si soy de izquierdas estoy a favor del aborto, contra la religión, soy republicano y defiendo a los palestinos. En cambio, si me identifico con la derecha, pienso que el aborto es malo, la religión es buena, soy monárquico y considero que el Estado de Israel tiene derecho a existir y a defenderse del ataque de terroristas.
Se puede estar de acuerdo con cualquiera de estas ideas. Lo que me parece un error es aceptar una ideología sin reflexionar en serio sobre lo que pensamos. Si no nos cuestionamos cada uno de estos asuntos solo repetiremos lo dicho por otros creyendo que esas ideas son nuestras, seguiremos una ortodoxia ideológica. Y cuando caemos en ese error el pensamiento crítico está muerto.
Lo importante no es ser de izquierdas o de derechas, sino la verdad. Y para poder comprenderla, para poder entender el mundo que nos rodea, debemos intentar observarlo en toda su complejidad, sin seguir esquemas previos de pensamiento, ideas preconcebidas y prejuicios superficiales.
Por eso no me considero ni de un bando ni del otro, por muy extraño que esto pueda resultar a muchos. La identificación con una ideología, sea la que sea, es una barrera mental que debemos superar con nuestra inteligencia. Esto es difícil de lograr. Estamos demasiado acostumbrados a pensar en estos parámetros: izquierda y derecha, los buenos y los malos. Por eso siempre intentamos encasillar a la gente dentro de estos conceptos y rechazamos a aquellos que no se adaptan a nuestros prejuicios.
No se trata de intentar contentar a unos y a otros, algo imposible. Quien lo pretenda lo más probable es que consiga ser despreciado por todos. Tampoco hay que buscar el eclecticismo o un centrismo hipócrita. Quien sienta pasión por la verdad no debe preocuparse de la opinión de los demás. Hay que escuchar a todos, pero sin dejarse arrastrar por los otros.
Las ideologías son gafas que nos ponemos para ver el mundo. Pero en vez de ayudarnos a ver mejor deforman nuestra visión. Nos dan respuestas fáciles y nos identifican con un grupo, pero el precio que pagamos por esa falsa seguridad es renunciar a nuestra libertad. Hay que intentar superar nuestros prejuicios y pensar siempre por nosotros mismos.
(Roberto Augusto)
L. V. L.
Se puede estar de acuerdo con cualquiera de estas ideas. Lo que me parece un error es aceptar una ideología sin reflexionar en serio sobre lo que pensamos. Si no nos cuestionamos cada uno de estos asuntos solo repetiremos lo dicho por otros creyendo que esas ideas son nuestras, seguiremos una ortodoxia ideológica. Y cuando caemos en ese error el pensamiento crítico está muerto.
Lo importante no es ser de izquierdas o de derechas, sino la verdad. Y para poder comprenderla, para poder entender el mundo que nos rodea, debemos intentar observarlo en toda su complejidad, sin seguir esquemas previos de pensamiento, ideas preconcebidas y prejuicios superficiales.
Por eso no me considero ni de un bando ni del otro, por muy extraño que esto pueda resultar a muchos. La identificación con una ideología, sea la que sea, es una barrera mental que debemos superar con nuestra inteligencia. Esto es difícil de lograr. Estamos demasiado acostumbrados a pensar en estos parámetros: izquierda y derecha, los buenos y los malos. Por eso siempre intentamos encasillar a la gente dentro de estos conceptos y rechazamos a aquellos que no se adaptan a nuestros prejuicios.
No se trata de intentar contentar a unos y a otros, algo imposible. Quien lo pretenda lo más probable es que consiga ser despreciado por todos. Tampoco hay que buscar el eclecticismo o un centrismo hipócrita. Quien sienta pasión por la verdad no debe preocuparse de la opinión de los demás. Hay que escuchar a todos, pero sin dejarse arrastrar por los otros.
Las ideologías son gafas que nos ponemos para ver el mundo. Pero en vez de ayudarnos a ver mejor deforman nuestra visión. Nos dan respuestas fáciles y nos identifican con un grupo, pero el precio que pagamos por esa falsa seguridad es renunciar a nuestra libertad. Hay que intentar superar nuestros prejuicios y pensar siempre por nosotros mismos.
(Roberto Augusto)
L. V. L.