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JIMENA: Muy bonito el relato, evocador....

..."ella ya estará poniéndose guapa" pensaba Alejandro arrumacado en el penúltimo asiento del viejo y destartalado autobús que, a duras penas, se abria paso por entre la neblina que cubria ésa tarde la carretera rota y sinuosa. Viajaba désde la capital hasta el pequeño pueblo serrano en donde le esperaban, con ansiedad, sus padres, amigos de la infancia... pero sobre todo, ella. Su sólo recuerdo, trás dos largos méses de ausencia, le hacia inclinarse hacia adelante en el deslustrado asiento como si quisiera ayudarle en su marcha al vetusto autobús que se abria paso por entre la niebla como una grán ballena perdida en el inmenso océano.
... la Yuca, Torremocha, Mancha Real, Capitán, Matacas, Caniles, la Zarza, Buena Vista se iban quedándo atrás mientras el trasiego de viajeros era continuo y sin pausa; bulliciosos estudiantes con sus libros rotos forrados de papel; jornaleros del campo con sus capachas y sus damajuanas para conservar frescos las viandas y el agua; funcionarios con sus chaquetas de coderas raidas y sucias que regresaban al pueblo trás un dia de fatigosas gestiones en la Diputación o el Gobierno Civil; amas de casa tirando, casi arrastrando a su pequeño vástago con los ojos aún enrojecidos por el colirio para corregir un defecto visual; la inevitable presencia de la Benemérita... algún guarda rural. Al llegar a Chaqueta, su ritmo cardiaco se aceleró, sus pupilas se dilataron y, como un resorte, abrió la ventanilla empapándose del aire húmedo del atardecer, deseándo verla con su vestido de lana roja, su chaqueta breve de hilo blanco y botones de nácar.
Por fín, trás la larga caminata, el autobús enfiló la leve cuesta hacia la Plaza expulsando ronquidos y humo como si no hubiese podido recorrer un metro más y allí al fondo, en la penumbra del portalillo de la Casa Consistorial estaba ella. Alejandro divisó su cara angulosa y perfécta, su media melena de pelo negro azabache, sus ojos del mísmo color confundidos con la luz crepuscular.
No pudo esperar a qué el conductor, solícito, pero cansado y lento, terminara de abrir la puerta de pasajeros. Saltándo los peldaños de dós en dós, y sin tiempo para las palabras, abrazó torpemente a Marta acariciándole el pelo y la cara para besarla, después, en los labios húmedos y carnosos al principio con timidéz, luego con fuerza, casi con rabia como si la enorme plaza fuera exclusivaménte para ellos. El contácto de sus senos con su anorak, húmedo aún, fué como una llamarada en su pecho, a pesar de la fria noche. Continuó besándola, haciendole casi daño, ella inerme, entregada, sus manos entrelazadas y los pies inseguros sobre el suelo pedregoso... parecia que flotaran. Entónces supo cuanto la queria, supo que Marta seria sú amor eterno y supo, también, que seria suya.
... el lunes, recorrió de nuevo el trayecto hasta la capital para enfrentarse a las clases, a las prácticas en el destartalado Hospital, al comedor escolar, a la triste y lúgubre pensión y decidió que le explicaria sus sentimientos a ésa compañera de clase con la que compartia cuitas y neuras. Tenia que hacerlo... se lo prometió a sí mismo mientras el viejo autobús vislumbraba el Ferial, la Plaza de Toros y la puerta Barrera.
LOPE VIEDMA.-19 DE JULIO DE 2011

Muy bonito el relato, evocador.
Algo autobiográfico tiene, ¿eh?