Mientras una mujer, por beneficio de sus medias, puede hacer de sus movimientos al calzarlas o descalzarlas una ceremonia erótica tan catalogada como eficiente, el hombre maniobrando con el calcetín potencia una estampa de menesterosidad o de disfunción eréctil.
Manifiestamente, el calcetín provoca en el orden de lo masculino un indefectible descenso de valor, una baja tan grande de su estima que cualquier contacto con ellos se realiza sumariamente, con intención de acabar pronto, mientras la media solicita, por el contrario, un trato despacioso en cuya solemnidad se destila su atracción y por poca destreza que se ponga en su manejo.
La media en sí es un estilo mientras que el calcetín, en sí, es una pieza átona, sin ideas ni sugerencias: una marca residual proveniente de un presidio ancestral del que todavía no se ha liberado el cuerpo y la antropología de los varones.
Permanecer con las medias puestas hasta el momento de hacer el amor acentúa el deseo pero manteniendo los calcetines puestos, el hombre, tan sólo por ello, desmejora su galanteo.
Manifiestamente, el calcetín provoca en el orden de lo masculino un indefectible descenso de valor, una baja tan grande de su estima que cualquier contacto con ellos se realiza sumariamente, con intención de acabar pronto, mientras la media solicita, por el contrario, un trato despacioso en cuya solemnidad se destila su atracción y por poca destreza que se ponga en su manejo.
La media en sí es un estilo mientras que el calcetín, en sí, es una pieza átona, sin ideas ni sugerencias: una marca residual proveniente de un presidio ancestral del que todavía no se ha liberado el cuerpo y la antropología de los varones.
Permanecer con las medias puestas hasta el momento de hacer el amor acentúa el deseo pero manteniendo los calcetines puestos, el hombre, tan sólo por ello, desmejora su galanteo.