Relato.
El destino, maldito destino que nos separo de por vida a amigos, conocidos y familiares.
Situados en diferentes puntos de la geografía de España, y del mundo.Unos han tenido suerte, la vida les a tratado bien, otros no la tuvieron tanto.Solo nos une el recuerdo de la infancia, aquellos dias compartiendo aula en el colegio.Aquellas tardes de final de Verano, aquellas tardes esperando que los feriantes terminasen aquellas obras de arte, aquellas obras de arte que esperamos todo el año.
Vuelta a los dias lluviosos de otoño, vuelta al colegio, vuelta a aquellos corrillos que formabamos a la caida de la tarde y guarecidos bajo cualquier balcon, se hacia el silencio, chapoteo de agua sobre los viejos adoquines.
Tristes despedidas a la llegada de aquellos viejos autobuses que se llevaban a nuestro padres a la vendimia, maletas enfiladas, miradas nerviosas, desesperación de las madres, desaliento para los abuelos.
Una y otra vez cantabamos las tablas de multiplicar, monotonia de finas gotas de agua trás los cristales, trás aquellos cantos tartamudeados, silencio en el aula, habla una y otra vez el viejo maestro, con la mirada perdida y absorto escucha el tintineo de las gotas de agua sobre los viejos cristales.Aquella vieja estufa a gas, aquellas povorientas pizarras.
Lento y pausado era el repicar de campanas a la caida de la tarde.Cuchicheo entre profesores, recuerdan una y otra vez aquellos dias de magisterio.
Unos para Collejares otros para Ceal, desde la pista nos despediamos.Intercambio de cromos que con el tiempo perdian el color, estampicas sacadas de las viejas cajetillas de mistos (cerillas), todo valia para nuestro entretenimiento, desde aquellos viejos aros de bicicleta, hasta aquellas viejas latas de leche condensada, unas cuerdas y ya teniamos unos zancos para cruzar los charcos.
Lluve y esta mojada la carretera, larga es nuestra espera, las viejas tiendas ya están cerrando, larga era nuestra espera, la espera de aquellos viejos autobuses que nos traian a nuestros padres de vuelta.
Martinico.
El destino, maldito destino que nos separo de por vida a amigos, conocidos y familiares.
Situados en diferentes puntos de la geografía de España, y del mundo.Unos han tenido suerte, la vida les a tratado bien, otros no la tuvieron tanto.Solo nos une el recuerdo de la infancia, aquellos dias compartiendo aula en el colegio.Aquellas tardes de final de Verano, aquellas tardes esperando que los feriantes terminasen aquellas obras de arte, aquellas obras de arte que esperamos todo el año.
Vuelta a los dias lluviosos de otoño, vuelta al colegio, vuelta a aquellos corrillos que formabamos a la caida de la tarde y guarecidos bajo cualquier balcon, se hacia el silencio, chapoteo de agua sobre los viejos adoquines.
Tristes despedidas a la llegada de aquellos viejos autobuses que se llevaban a nuestro padres a la vendimia, maletas enfiladas, miradas nerviosas, desesperación de las madres, desaliento para los abuelos.
Una y otra vez cantabamos las tablas de multiplicar, monotonia de finas gotas de agua trás los cristales, trás aquellos cantos tartamudeados, silencio en el aula, habla una y otra vez el viejo maestro, con la mirada perdida y absorto escucha el tintineo de las gotas de agua sobre los viejos cristales.Aquella vieja estufa a gas, aquellas povorientas pizarras.
Lento y pausado era el repicar de campanas a la caida de la tarde.Cuchicheo entre profesores, recuerdan una y otra vez aquellos dias de magisterio.
Unos para Collejares otros para Ceal, desde la pista nos despediamos.Intercambio de cromos que con el tiempo perdian el color, estampicas sacadas de las viejas cajetillas de mistos (cerillas), todo valia para nuestro entretenimiento, desde aquellos viejos aros de bicicleta, hasta aquellas viejas latas de leche condensada, unas cuerdas y ya teniamos unos zancos para cruzar los charcos.
Lluve y esta mojada la carretera, larga es nuestra espera, las viejas tiendas ya están cerrando, larga era nuestra espera, la espera de aquellos viejos autobuses que nos traian a nuestros padres de vuelta.
Martinico.