. BARAJAS 10 DE AGOSTO DE 2004
8.30 AM. Del avión que acaba de aterrizar, procedente de Columbia, baja un hombre bajito, enjuto, de aspecto frágil, nada parecido a los seguros viajeros de esos cárteles de la droga o de otras profesiones acostumbrados a viajar, no, el era de los buenos de los de pueblo, tal vez, por eso se le nota nervioso asustado. Pasa el control de pasaporte sin problemas porque trae una invitación para pasar unos días en casa de un amigo español y los trescientos dólares que exigía el protocolo, como turista, pero venia con un día de retraso y sabia que su amigo no le estaría esperando y como venia para quedarse a trabajar y creía que los policías notarían su engaño, por eso los esquivaba, por eso estaba en ese estado en esa terminal, cuando se le acerco aquel individuo.
Tenía uniforme de algo oficial del aeropuerto, contaba después pero sin saber precisar, se gano su confianza asegurándole que le sacaría del aeropuerto sin problemas que le buscaría un taxi y lo hizo.
Llamo a su compinche, no le devolvió la tarjeta de su amigo español, cuando se la dio para que le diera la dirección y con la parte del trabajito que le correspondía, ya hecha, se volvió a sus quehaceres, tal vez, esto me
lo imagino, de hacer la pelota a los demás pasajeros, a esos que no podría engañar, hasta que apareciera otro pardillo.
Haciendo caso omiso de la dirección que le dio, si es que se la dio, el señor taxista, sin el menor riesgo posible para su persona, ya hemos descrito al buenazo del colombiano, le da un par de vueltas por Madrid y lo deja en la estación de Chamartín. Pero, no antes de dejarlo sin blanca, le saco todos los dólares con amenazas de que si lo llevaba a la policía lo deportarían.
Serian las diez de la mañana cuando dejan a ese hombre en ese aparcamiento, sin dinero sin saber a dónde ir, sin quitar los ojos de su destartalado maletón, pero con todo el miedo del mundo. Por estar a miles de kilómetros de su habitar natural.
Mientras tanto su amigo, que se había pasado el día anterior, horas en el aeropuerto. Desde que se entero, a media mañana, que estaba en Madrid, pero sin precisar, ya que en su estado, solo sabía decir que había mucho coches y poco más. Se paso todo el día recorriendo todos los grandes aparcamientos, hasta que le toco a Chamartín, ya bien empezada la noche.
El día que había pasado, ese buen hombre, en aquel aparcamiento, lo demostró muy gráficamente, con la forma en que, nada mas verme aparecer, cayó fulminado sobre su maletón. Tardamos en reanimarle, con la ayuda que demande, y cuando me dio ese abrazo que me dio, y empezó a contarme esta historia, lloramos los dos un rato, antes de en solemnes juramentos, cargamos a todos los uniformados del aeropuerto y a todos los que conducían un taxi, luego ya más calmados pensamos que todos no eran culpables y es por lo que algunos se salvaron….
Ahora ya con la serenidad que dan los cinco años pasados, con mi amigo felizmente instalado, en un cortijo de Huelva, hasta ironizo contándoos lo que en su día verdaderamente me impacto. Es que a este hombre le debía mucho de cuando estuve en su pueblo, allá en la selva, cerca de su pueblo, donde hicimos una presa, unos años antes de que esto sucediera.
8.30 AM. Del avión que acaba de aterrizar, procedente de Columbia, baja un hombre bajito, enjuto, de aspecto frágil, nada parecido a los seguros viajeros de esos cárteles de la droga o de otras profesiones acostumbrados a viajar, no, el era de los buenos de los de pueblo, tal vez, por eso se le nota nervioso asustado. Pasa el control de pasaporte sin problemas porque trae una invitación para pasar unos días en casa de un amigo español y los trescientos dólares que exigía el protocolo, como turista, pero venia con un día de retraso y sabia que su amigo no le estaría esperando y como venia para quedarse a trabajar y creía que los policías notarían su engaño, por eso los esquivaba, por eso estaba en ese estado en esa terminal, cuando se le acerco aquel individuo.
Tenía uniforme de algo oficial del aeropuerto, contaba después pero sin saber precisar, se gano su confianza asegurándole que le sacaría del aeropuerto sin problemas que le buscaría un taxi y lo hizo.
Llamo a su compinche, no le devolvió la tarjeta de su amigo español, cuando se la dio para que le diera la dirección y con la parte del trabajito que le correspondía, ya hecha, se volvió a sus quehaceres, tal vez, esto me
lo imagino, de hacer la pelota a los demás pasajeros, a esos que no podría engañar, hasta que apareciera otro pardillo.
Haciendo caso omiso de la dirección que le dio, si es que se la dio, el señor taxista, sin el menor riesgo posible para su persona, ya hemos descrito al buenazo del colombiano, le da un par de vueltas por Madrid y lo deja en la estación de Chamartín. Pero, no antes de dejarlo sin blanca, le saco todos los dólares con amenazas de que si lo llevaba a la policía lo deportarían.
Serian las diez de la mañana cuando dejan a ese hombre en ese aparcamiento, sin dinero sin saber a dónde ir, sin quitar los ojos de su destartalado maletón, pero con todo el miedo del mundo. Por estar a miles de kilómetros de su habitar natural.
Mientras tanto su amigo, que se había pasado el día anterior, horas en el aeropuerto. Desde que se entero, a media mañana, que estaba en Madrid, pero sin precisar, ya que en su estado, solo sabía decir que había mucho coches y poco más. Se paso todo el día recorriendo todos los grandes aparcamientos, hasta que le toco a Chamartín, ya bien empezada la noche.
El día que había pasado, ese buen hombre, en aquel aparcamiento, lo demostró muy gráficamente, con la forma en que, nada mas verme aparecer, cayó fulminado sobre su maletón. Tardamos en reanimarle, con la ayuda que demande, y cuando me dio ese abrazo que me dio, y empezó a contarme esta historia, lloramos los dos un rato, antes de en solemnes juramentos, cargamos a todos los uniformados del aeropuerto y a todos los que conducían un taxi, luego ya más calmados pensamos que todos no eran culpables y es por lo que algunos se salvaron….
Ahora ya con la serenidad que dan los cinco años pasados, con mi amigo felizmente instalado, en un cortijo de Huelva, hasta ironizo contándoos lo que en su día verdaderamente me impacto. Es que a este hombre le debía mucho de cuando estuve en su pueblo, allá en la selva, cerca de su pueblo, donde hicimos una presa, unos años antes de que esto sucediera.
Buenas noches Paquillo, ¿hay algun sitio en este mundo donde no haya estado?, que historia ¡. Bueno lo del taxista no es muy raro.
En 1994, cuando regresabamos un grupo de cincuenta muchachos de nuestro viaje de estudios Santo Domingo, tuvimos que coger un taxi desde el aeropuerto de barajas, hasta la estacion de tren de chamartin, ya que habia huelga de autobuses en madrid y nuestro autobus nos esperaba a las afueras.
Nos hicimos grupos de cuatro para coger los taxis y al llegar a la estacion de tren comprobamos que unos taxistas nos habian cobrado mas que otros, y con diferencia, ademas, al bajarnos del taxi, escuchamos como se enfadaba uno de ellos por haber cobrado menos que los demas, ¿seria uno de esos de los que se salvaron en vuestra historia?
Queridos pinchiteros, ya sabeis, si paquillo viene a frailes, tenemos que organizarle una buena pinchitera, y dejando espacio en vuestra agenda.
Buenas noches a todos.
En 1994, cuando regresabamos un grupo de cincuenta muchachos de nuestro viaje de estudios Santo Domingo, tuvimos que coger un taxi desde el aeropuerto de barajas, hasta la estacion de tren de chamartin, ya que habia huelga de autobuses en madrid y nuestro autobus nos esperaba a las afueras.
Nos hicimos grupos de cuatro para coger los taxis y al llegar a la estacion de tren comprobamos que unos taxistas nos habian cobrado mas que otros, y con diferencia, ademas, al bajarnos del taxi, escuchamos como se enfadaba uno de ellos por haber cobrado menos que los demas, ¿seria uno de esos de los que se salvaron en vuestra historia?
Queridos pinchiteros, ya sabeis, si paquillo viene a frailes, tenemos que organizarle una buena pinchitera, y dejando espacio en vuestra agenda.
Buenas noches a todos.