Existen en el universo gastronómico dos jotas que están presentes en las mejores mesas del mundo. La "J" de Jerez y la "J" de Jabugo. ¡Qué combinación tan perfecta forman entre las dos!
¿Y qué voy a decir de tí, Jabugo, si además de ser tu nombre conocido en todo el mundo eres mi segunda casa? Se podría escribir un libro con los sentimientos que tú me inspiras. Si La Nava me dio el ser, tú, después, comenzaste a darme el "saber ser". Años deliciosos e imborrables transcurridos entre tus calles y tus castaños. Y en tu misma calle Castaño.
Nostalgia perenne de tu geografía, desde "La Redonda" a "La Yutera", desde las Escuelas a la "Casa Grande", pasando por tu simpar calle Barco, perfumada por el olor a madera recién aserrada en aquel taller tan familiar o por los cigarrillos de matalahuga que nos comprábamos los domingos para fumarlos a hurtadillas.
Calle Barco que para mí era como un tobogán mágico, donde al echar a rodar mis ilusiones por un extremo u otro de su trazado, siempre se detenían, por lógica ley gravitatoria, en su centro. En aquel querido "Cine Nacional", a la sombra de cuyas carteleras mi imaginación volaba hacia un soñado mundo de celuloide y candilejas.
¡Que tu Virgen de los Remedios y tu arcángel San Miguel, espada en alto, te guarden siempre, Jabugo!.- (Juan Domínguez).
¿Y qué voy a decir de tí, Jabugo, si además de ser tu nombre conocido en todo el mundo eres mi segunda casa? Se podría escribir un libro con los sentimientos que tú me inspiras. Si La Nava me dio el ser, tú, después, comenzaste a darme el "saber ser". Años deliciosos e imborrables transcurridos entre tus calles y tus castaños. Y en tu misma calle Castaño.
Nostalgia perenne de tu geografía, desde "La Redonda" a "La Yutera", desde las Escuelas a la "Casa Grande", pasando por tu simpar calle Barco, perfumada por el olor a madera recién aserrada en aquel taller tan familiar o por los cigarrillos de matalahuga que nos comprábamos los domingos para fumarlos a hurtadillas.
Calle Barco que para mí era como un tobogán mágico, donde al echar a rodar mis ilusiones por un extremo u otro de su trazado, siempre se detenían, por lógica ley gravitatoria, en su centro. En aquel querido "Cine Nacional", a la sombra de cuyas carteleras mi imaginación volaba hacia un soñado mundo de celuloide y candilejas.
¡Que tu Virgen de los Remedios y tu arcángel San Miguel, espada en alto, te guarden siempre, Jabugo!.- (Juan Domínguez).