“LA NIÑA QUE DABA ABRAZOS EN LA ESTACIÓN DE TREN”
Cada viernes por la tarde, la gente que salía del tren en la estación central de Sevilla se encontraba con la misma imagen:
Una niña de unos 10 años, con coletas desordenadas, un cartel hecho a mano… y los brazos abiertos.
El cartel decía:
“ ¿Tuviste un mal día? Yo regalo abrazos.”
Al principio, la gente pasaba de largo.
La miraban con desconfianza.
Pensaban que era parte de algún experimento social o un truco para pedir dinero.
Pero ella nunca pedía nada.
Solo sonreía.
Y abrazaba.
Una tarde, un hombre de traje, con lágrimas en los ojos, se detuvo frente a ella.
Sin decir palabra, se inclinó… y la abrazó.
Estuvo así casi un minuto.
Después, solo dijo:
—“Gracias.
No sabía que lo necesitaba tanto.”
A partir de entonces, empezó a llegar más gente.
Ancianas solas.
Adolescentes con auriculares.
Madres estresadas.
Incluso policías.
La niña nunca hablaba mucho.
Solo escuchaba.
Y abrazaba.
Un periodista la entrevistó.
—“ ¿Por qué haces esto?” —le preguntó.
Ella respondió:
—“Porque mi papá decía que un abrazo sincero puede salvar un día entero.
Él ya no está…
pero me dejó muchos abrazos guardados.
Y los estoy regalando.”
“A veces, lo único que nos cura… es sentirnos sostenidos.”
Cada viernes por la tarde, la gente que salía del tren en la estación central de Sevilla se encontraba con la misma imagen:
Una niña de unos 10 años, con coletas desordenadas, un cartel hecho a mano… y los brazos abiertos.
El cartel decía:
“ ¿Tuviste un mal día? Yo regalo abrazos.”
Al principio, la gente pasaba de largo.
La miraban con desconfianza.
Pensaban que era parte de algún experimento social o un truco para pedir dinero.
Pero ella nunca pedía nada.
Solo sonreía.
Y abrazaba.
Una tarde, un hombre de traje, con lágrimas en los ojos, se detuvo frente a ella.
Sin decir palabra, se inclinó… y la abrazó.
Estuvo así casi un minuto.
Después, solo dijo:
—“Gracias.
No sabía que lo necesitaba tanto.”
A partir de entonces, empezó a llegar más gente.
Ancianas solas.
Adolescentes con auriculares.
Madres estresadas.
Incluso policías.
La niña nunca hablaba mucho.
Solo escuchaba.
Y abrazaba.
Un periodista la entrevistó.
—“ ¿Por qué haces esto?” —le preguntó.
Ella respondió:
—“Porque mi papá decía que un abrazo sincero puede salvar un día entero.
Él ya no está…
pero me dejó muchos abrazos guardados.
Y los estoy regalando.”
“A veces, lo único que nos cura… es sentirnos sostenidos.”