Rodolfo Méndez tiene 78 años y camina todas las tardes por el malecón de su ciudad.
Lleva una bandeja con tres vasos de cristal.
Siempre vacíos.
Siempre limpios.
Los sostiene con cuidado, como si fuera un camarero en un restaurante elegante, aunque viste con ropa sencilla y un sombrero viejo.
Un día, un joven curioso le preguntó:
—“ ¿Por qué carga esos vasos, don Rodolfo?”
Y él respondió, sonriendo:
—“Porque hay que recordarle a la vida que todavía quiero brindar.
Aunque falte el vino, aunque falten los amigos, aunque falten los motivos… los vasos tienen que estar listos.”
Rodolfo dice que la tristeza es como una mesa sin copas.
Por eso él prefiere seguir paseando con la bandeja, como un rito personal.
Un día, alguien le tomó una foto en el malecón y la subió a redes.
La imagen se hizo viral.
Miles de personas comentaron:
“No esperes a que la vida te dé un brindis.
Lleva siempre los vasos preparados.”
Hoy, Rodolfo sigue saliendo cada tarde.
La gente ya lo saluda de lejos.
Algunos le piden tomarse una foto.
Otros le ofrecen llenar uno de los vasos con refresco o agua.
Y él siempre dice lo mismo:
—“No hace falta llenarlos.
Con tenerlos listos… ya le estás diciendo al universo que todavía crees en los momentos felices.”
Lleva una bandeja con tres vasos de cristal.
Siempre vacíos.
Siempre limpios.
Los sostiene con cuidado, como si fuera un camarero en un restaurante elegante, aunque viste con ropa sencilla y un sombrero viejo.
Un día, un joven curioso le preguntó:
—“ ¿Por qué carga esos vasos, don Rodolfo?”
Y él respondió, sonriendo:
—“Porque hay que recordarle a la vida que todavía quiero brindar.
Aunque falte el vino, aunque falten los amigos, aunque falten los motivos… los vasos tienen que estar listos.”
Rodolfo dice que la tristeza es como una mesa sin copas.
Por eso él prefiere seguir paseando con la bandeja, como un rito personal.
Un día, alguien le tomó una foto en el malecón y la subió a redes.
La imagen se hizo viral.
Miles de personas comentaron:
“No esperes a que la vida te dé un brindis.
Lleva siempre los vasos preparados.”
Hoy, Rodolfo sigue saliendo cada tarde.
La gente ya lo saluda de lejos.
Algunos le piden tomarse una foto.
Otros le ofrecen llenar uno de los vasos con refresco o agua.
Y él siempre dice lo mismo:
—“No hace falta llenarlos.
Con tenerlos listos… ya le estás diciendo al universo que todavía crees en los momentos felices.”