PEDRO MARTINEZ: El tiempo, una joya única...

El tiempo, una joya única

Cruzando el desierto, un viajero inglés vio a un árabe muy pensativo, sentado al pie de una palmera. A poca distancia reposaban sus camellos, pesadamente cargados, por lo que el viajero comprendió que se trataba de un mercader de objetos de valor, que iba a vender sus joyas, perfumes y tapices, a alguna ciudad vecina.
Como hacía mucho tiempo que no conversaba con alguien, se aproximó al pensativo mercader, diciéndole:
– Buen amigo, ¡salud!… pareces muy preocupado. ¿Puedo ayudarte en algo?
– ¡Ay! – respondió el árabe con tristeza
– Estoy muy afligido porque acabo de perder la más preciosa de las joyas.
– ¡Bah! – respondió el inglés
– La pérdida de una joya no debe ser gran cosa para ti, que llevas tesoros sobre tus camellos, y te será fácil reponerla.
– ¡¿Reponerla?!… ¡¿Reponerla?! – exclamó el árabe
– Bien se ve que no conoces el valor de mi pérdida.
– ¿Qué joya es, pues? – preguntó el viajero.
– Era una joya, como no volverá a hacerse otra.
– Estaba tallada en un pedazo de piedra de la Vida y había sido hecha en el taller del Tiempo.
– Adornada con veinticuatro brillantes, alrededor de los cuales se agrupaban sesenta más pequeños.
– Ya ves que tengo razón al decir que joya igual no podrá reproducirse jamás.
– Tu joya debía ser preciosa – dijo el inglés
– Pero, ¿no crees que con mucho dinero pueda hacerse otra igual?
– La joya perdida – dijo el árabe volviendo a quedar pensativo – era un día
– Y un día que se pierde… no vuelve a encontrarse.