PEDRO MARTINEZ: LA BONDAD Y LA MALDAD SUELEN SER VECINOS - CUENTO JAPONES...

LA BONDAD Y LA MALDAD SUELEN SER VECINOS - CUENTO JAPONES

Se dice que hace mucho tiempo en Japón vivía una pareja de ancianos muy buenos y bondadosos. El anciano todos los días trabajaba en su huerto acompañado de su fiel perro, en un día de esos que parece que nada va a pasar escucho ladrar al perro en el patio al acercarse vio que excavaba la tierra con afán. Al cavar el anciano en el lugar donde su perro había empezado encontró un cofre que al abrirlo contenía mucho oro y joyas en abundancia.
Llego a la casa para mostrarlo a su dulce esposa y donde ambos pensaban, ahora ¿qué hacer?, después de un rato decidieron que lo mejor era repartir una parte entre las personas que tenían más escasez en su comunidad y el resto invertirlo en tierras de cultivo.
Más allá de su casa tenían unos vecinos también ancianos pero muy avaros que al enterarse de su buena fortuna casi mueren de la envidia. Al día siguiente robaron al perro que les había traído la buena suerte esperando que también a ellos les encuentre un tesoro. Se lo llevaron en un descuido ya en la casa de los vecinos malucos le ofrecieron carne para apaciguarlo y para que obedeciera pero el perro que era muy fiel a su amo, ni se movió ni comió y solo miraba la puerta de salida. El anciano vecino enfurecido golpeo al perro tan fuerte que lo mato.
El anciano dueño del can lo extraño hasta que se enteró de su triste final así que se dirigió a la casa vecina y recogió sus restos que estaban tirados en la calle, se los llevo y lo quemo en una hermosa despedida, en la tumba del can planto un pequeño pino para recordar a su fiel amigo.
Este pino creció rápidamente convirtiéndose en un corpulento árbol, el anciano sorprendido tuvo en sueños la aparición de su fiel can quien le sugirió cortar el pino de su tumba y hacer con el una mesita donde pudiera limpiar el arroz. El anciano al día siguiente haciendo caso de su sueño hizo todo lo que escucho de perro y cuando comenzó a limpiar el arroz en la mesita golpeándolo este se convertía en granos de oro, para lo cual el anciano con su esposa siguieron la misma tradición de ayudar a los pobres de su comunidad e invertir un poco en nuevas tierras.
El otro anciano avaro que no se podía creer la buena suerte de estos, rondaba siempre la casa de sus vecinos y al fisgonear por ahí se enteró el secreto de la mesita, entonces se presentó frente al vecino y le pidió prestada la mesita de limpiar arroz, como el anciano bondadoso no sabía cómo decir no se la presto, mas ya en casa el anciano avaro comenzó a golpear el arroz y solo termino resquebrajando los granos, iracundo molió la mesa a palos y arrojo los restos a la calle.
Esa noche el anciano tuvo otro sueño con su perro donde en esta ocasión le dijo que recogiera las astillas de la mesita de arroz que estaba tirada en la calle y que esparciera sobre algún árbol seco algunas astillas para que este floreciera enseguida. El viejo despertó y fue a recoger las astillas que estaban tiradas como basura, tiro algunas astillas a un árbol viejo; en un rato comenzó a cambiar y se volvió un árbol hermoso con muchas flores. Entonces con su esposa fueron marchando por los pueblos mostrando a la gente como florecían los árboles en invierno para alegrar su corazón y olvidar lo malos que eran sus vecinos.
De ahí a un tiempo el emperador se enteró y quiso ver este milagro con sus propios ojos, recibió a la pareja de ancianos bondadosos y se maravilló de cómo sus árboles que estaban sin hojas por el invierno florecían en unos segundos cuando el anciano arrojaba sus astillas a ellos.
El anciano envidioso entro a hurtadillas en la casa de los vecinos bondadosos y robo los restos de astillas que el anciano había dejado, fue gritando fuera de la casa del emperador que el también era capaz de revivir los árboles muertos.
El emperador quiso ver si este anciano también podía repetir el milagro que los ancianos anteriores habían mostrado, así que le dio permiso de que mostrada su magia, pero este anciano avaricioso no solo fallo en revivir los árboles muertos y viejos sino que al lanzar las astillas estas fueron a dar a la cara del mismísimo emperador.
¡Córtenle la cabeza! Grito enfurecido pero el matrimonio de viejos bondadosos se apiadaron de sus vecinos y le rogaron al emperador que les perdone la vida pues ellos se encargarían de enseñarles el buen camino a lo que el emperador asintió.