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PEDRO MARTINEZ: TERCERA PARTE...

TERCERA PARTE
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Manolo afirma dos cosas: una, que podemos dar como cierta en su generalidad, pero que admite matices, la otra mucho más discutible. Tiene razón cuando afirma que muchas personas si pudieran volverían al pueblo. Este ‘poder’ se refiere a disfrutar al menos de la misma calidad de vida y de trabajo que las que tienen hoy en el nuevo lugar. En cambio, no todas las personas mayores comparten los sentimientos de desagrado hacia Catalunya. Porque no depende de la edad sino de la actitud ante el hecho migratorio sobre todo de ser quien toma la decisión, que coincide con la llamada primera generación inmigrante, y de si se han cubierto las expectativas que se tenían.

Por ejemplo, Manuela 3, que es mayor que Manolo, no encuentra ninguna razón para volver a su pueblo:

“Yo a Pedro Martínez no voy ¿Pa que voy a ir? Ni tengo casa, ni tengo ná. ¿A qué voy a ir? Y mis hijos están aquí. Tengo allí una sobrina. No tengo casa que yo vivía de alquiler en el pueblo. Pa venirme pa ca mi marido nos envió el dinero. ¡Y ellos pa ir a los Pirineos se pagaron el viaje como pudieron! ¡Claro!”.

Encarnación 4 lo expresa con más claridad, “si tuviera una semanada como la que tengo aquí, pos sí que me iría al pueblo. A mí me gustaría porque aquello me gusta. Yo he nacido allí y me criao allí y me gusta. ¿Por qué voy a decir que no? Pero pa no tener una semanada como aquí, pos no. Y si nos quedáramos aquí sin trabajo y allí hubiera, pues claro habría que irse. A mí sí me gustaría ¡vaya! con que tuviera un jornal fijo.
La diferencia que veo entre el pueblo y aquí, pos que trabajamos y estamos mejor que allí. Allí trabajando pos se estaba peor que aquí trabajando. Que había a lo mejor, que trabajabas cuatro días y estabas cinco paraos y aquí pues es continuo. Trabajas cada día y te puedes arreglar mejor. A mí no me costó acostumbrarme a Sabadell porque entré a trabajar al poco tiempo”.

Joaquín nos cuenta 5,”allá no tengo vivienda, tengo la familia, un sobrino de mi mujer, que vamos allí de pará. Igual nos tiramos quince o veinte días, o un mes en Navidad y hacemos allí una mijilla de chorizo y ya está.
Yo del pueblo sé que ha tenido muchas alternativas y ahora los que hay lo administran muy bien, han arreglado el pueblo muy bien. Antes no había agua. Ahora han hecho allí un pozo muy bueno de agua y hay agua para todo el pueblo. Pa bañarse to el mundo y para tener agua corriente. En fin, que ahora están muy bien allí. Que se puede vivir. Las casas las han modificado, han arreglado los tejaos, las han reformado, en fin, que allá han transformado el pueblo muy entero.
Algunos dicen que se vive bien. ¿Pero hoy viven bien en el pueblo a ver? Porque se van a Palma en los hoteles, y luego otra vez vuelven a sus casas. ¡Así viven bien! ¡Pero allí no hay jornal! Porque mira, van una vez a Palma, al tomate a Almería, a Alemania, que se van también mucha gente y sino aquí a Catalunya. ¡Eso es la vida que hay en los pueblos de Andalucía, otra no hay!”.

Programa de las Fiestas de Pedro Martínez del año 1986, año siguiente de la entrevista de Joaquín Pardo

Algunas personas como Carmen 6, manifiestan nítidamente su satisfacción de vivir en Sabadell, a pesar de reconocer todas las dificultades.

“Aquí sí, aquí estamos bien. Cuando nos vinimos de los Pirineos nos hicimos esta casita. Compramos el terreno y nos hicimos una casita. Mi marido ya ha muerto aquí. Mis niños se casaron, yo tengo una paguilla de mi marido y ya está, porque yo no tengo paga ninguna. Así que, así vivimos y estamos bien”.

Rosa y su hija 7 no solamente viven a gusto en Catalunya, sino que manifiestan que no tienen ningún deseo de volver al pueblo:

“Nosotros no tenemos casa en el pueblo. Pero hemos ido muchas veces. Cuando vivía mi madre iba ¡cuando podía! y después de morirse mi madre. Lo primero cuando murió mi padre, no pude ir, no podíamos, era lo primero de estar aquí. Y a lo primero de estar aquí no estaban las cosas fáciles”.

La hija de Rosa explica que a pesar de lo que dijo su hermano de que no volverían a pisar Pedro Martínez, sí que han ido.

“Sí que hemos vuelto alguna vez. Teníamos allí a toa la familia. Pero para vivir no. Y que no me toque la lotería que a Pedro Martínez no voy. Si millonaria estuviera, no iba yo allí… ¡llevamos muchos años aquí, muchos más que allí!”.

Rosa interrumpe a su hija y explica que “muchos de los que hay aquí están haciendo casa en el pueblo”, y ella responde “pues yo si me he de hacer una casa me la hago en otro lao. Yo no, ¡vaya! Para irme a acordarme allí de ¡la hambre que he pasao ¡y del trabajo que me daban! ¡Anda ya! todo lo que cobraba pa juntar pa comprarme unas sandalias de aquellas de goma que ibas andando y… ¡Anda que le den pol saco allí!”.

La madre continua: “Aquí hemos trabajado, pero ahora tenemos nuestra casa, ya ves después de treinta años ya no he vuelto más a mi tierra, ni la he visto más.”

Ascensión 8 también se fue de Pedro Martínez para no quedarse sola cuando los hijos abandonaron el pueblo y no le quedaba más familia en el pueblo.

“Dejé allí mi casa, por si acaso tenía que volver. Luego sólo he ido dos o tres veces al pueblo y yo ya no tengo nadie allí sólo a mi hija (muerta). ¡Ay qué pena! ¡Yo pena tenía allí y pena tengo aquí! Cuando estaba allí, si tardaban mucho a escribir mis hijos y aquí porque no tengo a mi hija. ¡Yo no he tenido na más que esta hija y este hijo y el otro que le llaman el trompeta!
¡Y ojalá el tío ese, Pujol! ¡Mal dolor le dé! Dicen que decía, que yo no lo sé, que dijo que ya se podían marchar los andaluces que él se apaña con todos los catalanes. Esto dicen que lo dice, ¡yo como no le entiendo bien!
¿Me gusta Catalunya? ¡Me gusta el pueblo, pero como allí no tengo a nadie! ¡Qué voy a hacer! Como aquí estoy comiendo y con la media paga de mi marido que murió pos estoy comiendo. Yo no conozco mucha gente catalana na más dos sobrinas de mi hermano”.

Antonia 9, la más politizada de nuestros testimonios, al hablar de sus viajes a Pedro Martínez no menciona familiares, que no tiene, sino los paisanos militantes políticos.

“Con el pueblo siempre me he carteado, aunque allí hay más socialistas. Nunca he roto la relación con el pueblo, nunca, pero lo mismo con los socialistas que con los comunistas, yo cuando voy al pueblo los socialistas me veneran tanto como los comunistas. Ara yo soy comunista.
He ido al pueblo unas cuantas de veces. Siempre voy a ver al Partido. Una vez les llevé un Lenin, como ese que tengo allí que los compré en un viaje a la URSS. Pero los socialistas me realzan igual que los comunistas”.

A diferencia del conjunto de población del barrio, que guardaban una irregular relación con los pueblos de origen, todas las familias de Pedro Martínez, que he entrevistado, mantienen algún vínculo con el pueblo. Incluso cuando no se tiene una casa de propiedad, pero si algún pariente, que, aunque lejano, puede ofrecer alojamiento. Probablemente podemos imputar este hecho al carácter de emigración en cadena, que creó un flujo de comunicación entre Pedro Martínez y Sabadell, pero también entre Sabadell y Pedro Martínez, que sin romperse ha ido perdurando en el tiempo.

La emigración en cadena y los vínculos no interrumpidos entre las dos comunidades ayuda a tomar conciencia de las dos realidades. Comprender los motivos económicos y sociales que arrastraron a tantas familias hacia la aventura de la emigración. Tomar conciencia de este hecho, no como una realidad personal o familiar sino como un fenómeno social fruto de una concreta situación económica-política y de una estructura social peculiar que dejaba pocas opciones de elección.
Por ello, estas familias que no han roto la relación con su pueblo mantienen al mismo tiempo, en general, una postura dura y crítica contra la situación y las personas que posibilitaron el éxodo y los sufrimientos pasados que hacen difícil desear el retorno.

“En el verano le pidió dinero a mi marido (el rector de Pedro Martínez) – ¿Yo dinero? Dijo, -yo voy a dar dinero ¡ni pensarlo, quien quiera dinero que lo ¡trabaje! ¡Dinero! ¡Dinero del que me llevé yo de aquí! ¡Dinero de aquí, que estuve yo muriéndome de hambre!
Que nos dejamos…Yo me dejé una albarca ¡qué ropa tendría!, Que dije: -mama si por casualidad tropezábamos bien, me quema esta albarca.
¡Qué ropa me dejaría! ¡Cuatro guiñapos! -Me quema la albarca si tropezamos bien, si siquiera ganamos pa comer y pa vestir, pues me quema usted esta albarca.
¡Sí, si quemó la albarca!