PEDRO MARTINEZ: Los años 50 a Pedro Martínez.... PRIMERA PARTE... DESPUES...

Los años 50 a Pedro Martínez.... PRIMERA PARTE... DESPUES DE ESTA PRIMERA PARTE SIGUE LA TERCERA Y CUARTA

Más adelante veremos que fue en 1950 cuando marcharon de su pueblo las primeras personas que estamos siguiendo en este Blog. Antes de seguir su periplo migratorio, en este y el próximo capítulo realizaremos una última mirada al Pedro Martínez de aquel momento para comprender mejor qué es lo que dejaban atrás con su decisión de emigrar.

El tiempo pasa de forma continua y uniforme y lo medimos por intervalos regulares: horas, días, meses, años … Sin embargo, este es un tiempo mental, lo real, lo vivido por las personas, es un tiempo que transcurre de manera nada igual. Su velocidad puede ser diabólicamente alta, pero, también, exasperadamente lenta. Dentro del tiempo, percibido de manera tan irregular, se producen acontecimientos que casi no dejan huella, otros hacen tambalear la vida de mucha gente, y algunos llegan a romper absolutamente con el pasado.

Durante las primeras décadas del siglo XX, para la gente del campo andaluz respecto a las costumbres y al modo de hacer, el tiempo pasa despacio y sin cambios. En tiempos de la República las costumbres empiezan a quebrarse y el tiempo a correr, y durante la guerra las transformaciones se acentuaron con mucha rapidez. El desenlace de la guerra civil, que dio la victoria a los militares sublevados contra la República, fue contra el tiempo, contra las transformaciones en curso, y fue un hecho de los que rompen vidas y pasado.
La guerra produjo un surco muy profundo que señala un punto de inflexión, que comportó cambios radicales en la conducta de los hombres y de las mujeres que la sufrieron. También influyó en las generaciones siguientes.
En la posguerra se impuso por la fuerza una forma de hacer y de ser, y una nueva moral. No sólo erradicaron las formas de hacer de la minoría que había conquistado actitudes y pensamientos más abiertos y progresistas, sino que impusieron, con toda clase de coacciones, cambios en costumbres mantenidos tradicionalmente.

El franquismo comportó la destrucción de la comunidad y el aniquilamiento de las personas a base de pasar hambre y mucho miedo, y no tener cubiertas las necesidades de la vida. Una vez deshechas las personas, era más fácil destruir su cultura y su forma de hacer.

Un ejemplo del cambio forzoso en aspectos del ámbito personal fue imponer el matrimonio legal como norma familiar de cohabitación, en contra de lo que era más tradicional en el campo andaluz. Un hombre y una mujer, cuando lo decidían, iban a vivir juntos sin más ceremonias. Muy de vez en cuando, la iglesia provincial organizaba visitas pastorales en toda la región y aprovechaba, en los pueblos pequeños, para reunir todas las parejas y en una ceremonia colectiva formalizar todas las uniones. Entonces, aquellas familias de jornaleros tampoco solían oponerse.

“Nosotros nos casamos, tenía mi pequeña, mi Manuela tres o cuatro años. Tenía mi Manuela y mi María, cuando nos casamos. Y nos casábamos por los niños, por los papeleos y todas esas cosas. Porque nosotros, cuando La Caldera la hicieron parcelas 1, si hubiéramos estado bien casaos, pues nos hubieran dado una parcela. Pero como no estaba bien casada pues no nos dieron parcela … “. Nos explica Manuela. 2

“No yo no me casé, me fui con él ¡Ya tenía mi niño mayor, cuando fue una vez el obispo y me echó las bendiciones!
Nos decidíamos a echarnos las bendiciones, pues… ¿pues por qué no nos íbamos a decidir? Pues todo el mundo. Allí estaba la iglesia el día que nos echaron las bendiciones (Rosa 3 se ríe divertida y con gestos da a entender que la iglesia estaba muy llena). Nos echaban las bendiciones todas a la vez ¡Algunas ya eran viejas!”

Antonia 4, dos años después de salir de la cárcel fue a vivir, sin casarse legalmente, con el hijo de Gaspar, aquel que vimos en un anterior capitulo, como la escuchaba en la lectura de los diarios.

“Y así, ya al poco tiempo ya me casé, al salirme yo de la cárcel, a los dos años me salió mi marido y yo me casé. Al poco tiempo ya mi marido, ya me pretendió, y nos casamos. Bueno, no me casé. Nos íbamos con el novio. – ¡Uy, la fulana se ha ido con el novio! La zutana se ha ido con el novio, decíamos”.

También Luisa 5 nos confirma “entonces las mujeres se iban, sí, sí, entonces se iba una con el marido y ya decías: – pues me he casao, me he casao. Y no era casá estabas juntá. Hacíamos la vida juntos “.

El nuevo régimen impuso el matrimonio porque tenía los mecanismos para ejercer la coacción necesaria hasta conseguir cambiar una costumbre. Del mismo modo que utilizaba la Guardia Civil para asegurar la propiedad privada y para crear con sus métodos represivos el clima de terror necesario para que mujeres y hombres dejaran de rebelarse y se sometieran al nuevo estado de cosas, el Estado poseía otros instrumentos para ejercer la represión cultural y cambiar una manera de hacer.

Esta represión la aplicaba pasivamente, tratándolos mal y sin respeto. Un trato que fue seguido, tanto por parte de los representantes del régimen, como por los miembros de las clases acomodadas, i, que también adaptó la Iglesia, convertida por el poder político, en una fuerza ideológica auxiliar para mantener el orden social.
La Iglesia jugó un papel absolutamente cómplice del régimen franquista al presentar como orden natural un concreto orden social. En este sentido, también jugó un papel decisivo la escuela cuando fue depurada de todo el profesorado que se había destacado, no ya por su ideología de izquierdas o republicana, sino simplemente por cualquier actividad demasiado dinámica y comprometida con su entorno. Entonces, salvo pocas excepciones, la escuela quedó en manos muy poco profesionales y de reconocida convicción fascista.

La represión era directa cuando se anulaban derechos. Como cuando no otorgaba a las parejas reconocidas por la sociedad como legítimas los derechos legales que concedía al matrimonio institucionalizado. Así forzaba y exigía la legalización de los vínculos para acceder o conseguir cualquier cosa en la vida cotidiana.

Manuela explicaba que no pudo acceder al reparto de los lotes de la Caldera por no estar legalmente casada. Otro caso es el de Antonia que se casó para ahorrar a su cuñado el servicio militar. Al morir Gaspar y quedar su suegra viuda con dos hijos, si el compañero de Antonia, que era el hermano mayor, se casaba, el pequeño quedaba como cabeza de familia y por tanto exento del servicio. Y como dice ella misma, “pues se casaban porque decían que, para la mili, y para las cuestiones del colegio de los niños que lo exigían, decían cosas, y ya pues, otras normas, otras leyes que antes sacaron. Pues ya al final la gente ya se cansaba y se casaba”.

Imposición del matrimonio legal como norma de control de la sociedad a través de la Iglesia. Pero también imposición de las ideas y maneras de hacer de la burguesía donde el matrimonio sí que tiene un papel fundamental vinculado al patrimonio.

De esta manera se produce un proceso por el que la clase gobernante impone su adoctrinamiento a través de la Iglesia, la escuela, y los medios de comunicación. Unos medios todavía muy rudimentarios, sobre todo en pueblos aislados, pero donde la radio empezaba a jugar un importante papel. Es un proceso de carácter no espontáneo, que podemos interpretar como de no pacífico, sobre todo porque arranca de un momento histórico de brutal represión, de malos tratos, de encarcelamientos, de hambre y de humillaciones, ante cualquier signo, a veces inexistente, no ya de hostilidad, sino de falta de sintonía con la clase dominante.