India, 2019.
Tenía 9 años y un nombre que parecía un susurro del viento: Vivaan.
Cada día, al salir del colegio, recorría su pueblo con una botella de agua. No para él. Para los árboles.
—Ellos también tienen sed, ¿sabes? —decía a su madre.
Había aprendido en clase que los árboles purificaban el aire, daban sombra, vida, frescor. Pero en su aldea de Rajasthan, el calor era extremo, y muchos árboles morían por falta de agua.
Vivaan decidió que él sería su guardián.
Con una bicicleta vieja, llenaba ... (ver texto completo)
Tenía 9 años y un nombre que parecía un susurro del viento: Vivaan.
Cada día, al salir del colegio, recorría su pueblo con una botella de agua. No para él. Para los árboles.
—Ellos también tienen sed, ¿sabes? —decía a su madre.
Había aprendido en clase que los árboles purificaban el aire, daban sombra, vida, frescor. Pero en su aldea de Rajasthan, el calor era extremo, y muchos árboles morían por falta de agua.
Vivaan decidió que él sería su guardián.
Con una bicicleta vieja, llenaba ... (ver texto completo)
