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PEDRO MARTINEZ (Granada)

Vista dela sierra desde carretera Alamedilla
Foto enviada por sensi

Recordar es la manera de detener por un instante el tiempo.
La sociedad sería una cosa hermosa si se interesaran los unos por los otros.
Si no podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos a que el mundo sea un lugar apto para ellas.
En una granja perdida entre lomas y charcos, vivía un burro llamado Gustavo. Era alto, gris, serio. De esos que mastican con lentitud y miran como si lo supieran todo. No rebuznaba nunca.
No corría. No se mezclaba. A Gustavo le decían “el filósofo de las patas largas”.
Aunque nadie sabía si pensaba tanto… o simplemente no tenía ganas de hablar. Un día, llegó un perro. Pequeño, blanco, orejas enormes…y con un disfraz de burro mal cosido.
— ¡Hola! —dijo, con una sonrisa tan ancha como su entusiasmo—. ... (ver texto completo)
El que te habla de los defectos de los demás, con los demás hablará de los tuyos.
LA SABIDURÍA DEL REY

Se cuenta que hace mucho tiempo hubo un rey que tenía muchas riquezas.
Era el hombre más poderoso de su reino y podía hacer lo quisiera.
Sin embargo, a él le importaba poco los lujos y la vida cómoda.
Eso llamaba la atención de la gente y se preguntaban todos, cuál sería el secreto de su comportamiento.
Una mañana uno de sus siervos se acercó y le preguntó:
Mi señor, por favor dígame cómo hace para no poner tanta atención en sus riquezas y todo lo que posee
El rey respondió, Cuando tenía tu edad, lo único que me importaba era mi dinero.
Yo hacía todo lo que quería y gastaba mucho dinero todos los días.
Pero ahora he cambiado.
Los años me han enseñado que no debe ser así­.
Ahora estoy muy ocupado en enriquecer mi vida interior que es lo que más he descuidado de joven.
Estoy aprendiendo a amar, a ser feliz; me preparo para ser mejor persona y así dar lo mejor de mí­ a los demás. Para mí­ esa es la mayor riqueza.
En la vida puede haber riquezas materiales pero también existen las espirituales y estas son las que enriquecen el interior de las personas. ... (ver texto completo)
Cuando una puerta de felicidad se cierra, otra se abre, pero muchas veces miramos tanto tiempo la puerta cerrada que no vemos la que se ha abierto para nosotros.
El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia.
El primer día de clase, la maestra doña Tomasa les dijo a sus alumnos de quinto grado, que ella siempre trataba a todos por igual, que no tenía preferencias ni tampoco maltrataba ni despreciaba a nadie. Muy pronto comprendió lo difícil que le iba a resultar cumplir sus palabras. Había tenido alumnos difíciles, pero nadie como Pedrito. Llegaba al colegio sucio, no hacía las tareas, pasaba todo el tiempo molestando o dormitando, era un verdadero dolor de cabeza. Un día no aguantó ya más y se dirigió ... (ver texto completo)
Aunque viajamos por todo el mundo para encontrar lo bello, debemos llevarlo con nosotros o no lo encontraremos.
EL COFRE QUE NO SE LLENABA

En la aldea de Tsukihara vivía un comerciante llamado Noboru, famoso por su ambición. Había heredado una pequeña tienda de su padre, pero nunca estaba satisfecho. Cada año compraba más tierras, más mercancías, más animales de carga. Aun así, siempre murmuraba:
—No es suficiente.
Un día, escuchó que en el templo cercano el maestro Enso enseñaba cómo alcanzar la verdadera abundancia. Intrigado, subió la colina con paso altivo.
—Maestro —dijo inclinándose apenas—, he ... (ver texto completo)
EL RÍO QUE NO SE DEJA ATRAPAR

En el pueblo de Minato, el río era a la vez bendición y amenaza. Sus aguas regaban los campos, pero cada primavera, cuando la nieve de las montañas se derretía, el cauce crecía con furia y destruía los cultivos cercanos.
Un año, tras una crecida especialmente fuerte, los aldeanos se reunieron en la plaza. Estaban cansados de perderlo todo. Un campesino llamado Riku golpeó la mesa y dijo:
— ¡Construyamos muros más altos! ¡Encadenemos al río para que no vuelva a salirse!
Muchos ... (ver texto completo)
SEGUIRÉ SIENDO TU CABALLO

La primera vez que Noah, de cinco años, se acercó al establo, no quiso bajarse del coche. Llevaba gorrito de lana hasta las cejas y el ceño fruncido. No hablaba mucho desde que su madre se había ido. Su padre lo miró desde el asiento del conductor, con ese gesto triste que tienen los hombres cuando no saben cómo ayudar.
—Solo mira un rato, hijo. Si no te gusta, nos vamos.
Desde el interior del corral, un caballo anciano observaba. Era un percherón de pelo grisáceo y ... (ver texto completo)