¡Quieto ahí! ¡Manos arriba!
El guardia del supermercado corrió hacia el adolescente que salía corriendo con una mochila. Lo alcanzó cerca del estacionamiento y lo empujó contra la pared. Unas mandarinas rodaron por el suelo.
— ¿Otra vez tú, Mateo? —dijo el gerente, llegando con cara de fastidio.
—Solo eran
frutas… —murmuró el chico, sin levantar la mirada.
—Las cámaras te grabaron. Esta vez llamaremos a la policía.
—Hágalo —dijo Mateo, cruzando los brazos.
Una mujer, testigo de la escena, se
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