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LOS BALCONES: La trilla 1ª parte...

La trilla 1ª parte
Por José Valdivieso Sánchez. Julio-2005

© Proyecto Sierra de Baza

Antigua era de trilla en la Sierra de Baza.

Tanto la siega a mano, con hoz, como único medio de recolección de los cereales, como la posterior trilla de las mieses en las eras, ponía fin a las labores de recolección de cereales, cuyos preparativos se habían iniciado el otoño anterior con la siembra. No es de extrañar, por tanto, que torno a esta actividad tuviera lugar todo un ritual y actos, con los que se festejeaban la feliz consecución de la deseada cosecha.

Redondo, redondo como la luna,

en el verano come,

y en el invierno ayuna.

La actividad agrícola ha sido siempre una ocupación mayoritariamente difundida entre los habitantes de cualquier sierra y su entorno, si bien la mecanización y las nuevas técnicas han transformado el quehacer diario en esta actividad.

Sin embargo hasta no hace mucho tiempo el trabajo era manual y con la ayuda de animales era la única forma de hacer las cosas. El ejemplo más palpable de este estilo de vida seguramente es el del trabajo en las eras, en las que, durante el verano, se concentraba gran parte de la vida agrícola. En ella curtidos agricultores, jóvenes, niños e incluso mujeres, pasaban los días de calor tratando con animales y herramientas, y esperando que entrara el viento que facilitaba la tarea.

Una vez secos los campos de cereales y legumbres, se procedía a segarlos o arrancarlos, todo de forma manual, agrupando las mieses en grandes manojos llamados gavillas. Las gavillas eran recogidas del campo y cargadas en mulos para ser trasladadas a la era. Es el proceso denominado barcina. Dado el poco peso de las mieses pero el mucho volumen que ocupaban, la carga de los mulos era más cuestión de equilibrio que de peso.

Después de que las mieses eran descargadas en la era, donde se procedía al empalvado. Labor consistente en soltar y distribuir las gavillas sobre el suelo formando un circulo, constituyendo lo que se llama la palva.

A partir de entonces comenzaba la trilla, primero mediante un pisoteo de los mulos para aplastar la palva y luego con la ayuda de un rulo o trillo que conseguía triturar la paja y sacar a las semillas de su envoltura.

Lo siguiente era aventar, es decir, lanzar hacia arriba la mezcla de semillas y paja que dejó la trilla, para que el viento las separe por su diferencia de peso. Por este motivo las eras se construían en lugares expuestos y aireados. Este trabajo a veces se convertía en pesado e interminable, sobre todo cuando el viento no hacía acto de presencia o era cambiante. Para estos casos, una pequeña banderola de tela colocada en un borde de la era tenía gran utilidad, ya que desde la preciada y escasa sombra que otorgaba la pared del cortijo o un árbol cercano, y junto aun buen y fresco botijo, se comprobaba si había un viento propicio.

Para finalizar solo quedaba poner a buen recaudo el fruto del trabajo, el grano al granero y la paja al pajar. Animales y hombres obtenían la recompensa a su duro trabajo.

Tras las dos jornadas de intenso trabajo que solía requerir todo el proceso, no había descanso posible ya que era necesario comenzar de nuevo hasta completar toda la cosecha.

Pausilipo Oteo Gómez, describe cómo era esta actividad en la España rural, con unos apuntes muy interesantes y extrapolables a la Sierra de Baza:

La mies, o sea el trigo, cebada, avena y centeno se segaba a partir del mes de julio, normalmente después de la Virgen del Carmen, la mayor parte de los vecinos del pueblo se desplazaban a los pueblos, a comprar lo que se necesitaba para pasar la siega; un par de botijos que hacían el agua fresca, bacalao, cebollas, etc. etc. y algunos compraban un cerdo o dos, jóvenes, para criarlo y con el que en el mes de diciembre o enero del próximo año, hacían la matanza, que era el tiempo que mejor se curaban los chorizos, jamones y demás zarandajas (cosa menuda).

Antes de empezar la siega había que hacer los “vencejos”, que procedían de las gavillas de centeno que no habían sido trilladas el año anterior, los granos de estas gavillas se sacaban dando golpes sobre el trillo o en una piedra, una vez sacado el grano, se ataban en manojos, se llevaban al pilón de la fuente o a un arroyo si había agua, se metían las cabezas para que una vez remojadas cogieran correa, seguidamente se ataban por las espigas en manojos pequeños con un nudo especial, y se guardaban hasta el día que se iba a segar.

En la siega se llegaba al tajo entre dos luces, cada uno con su hoz y su zoqueta, ésta última que era de madera, hueca por dentro para poder meter cuatro dedos de la mano izquierda con el fin de resguardarlos de la hoz y al mismo tiempo era la que recogía las manojos de la mies que cortaba la dicha hoz, las cuales se habían haciendo montones en los surcos, para después con estos montones de gavillas hacer los haces, que se ataban con los “vencejos” que se habían llevado remojados y metidos en un saco para que guardaran la humedad, en previsión de que no se partieran al atar los haces.