En un pequeño
pueblo vivía una
familia humilde: padre, madre, un niño y el abuelo.
El anciano había trabajado toda su vida, pero la vejez le robó la fuerza. Ya no podía producir, y ahora dependía de su hijo y su nuera... quienes lo veían como una carga.
Le daban los restos de
comida. Usaba ropa vieja. Pasaba frío.
El único que parecía preocuparse por él era su nieto, quien a veces le daba parte de su comida. Pero los padres lo regañaban.
— ¡No desperdicies la comida en él! —decían.
El anciano
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