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PEÑARROYA PUEBLONUEVO: Sí, s, e quien puso ahí la cruz te estuve en el acto...

Sí, s, e quien puso ahí la cruz te estuve en el acto inagural que paso a relatar talcomo lo recuerdo.

Está junto al rio, en la confluencia de la carretera y la calle que sube hacia el barrio de la guita

De 80 años nada.

Yo eramuy pequeñito y me llevó mi padre, pues todo el pueblo fue obligado a ir
Fué así, o así lo recuerdoComo digo, a mí me gustaba ver a mi hermano y a su amigo Manolo con el uniforme. Pero llegó un día que inauguraron, en la entrada del pueblo la Cruz de los Caídos. Cruz de los Caídos había en todos los pueblos, para recordar siempre aquellos del bando ganador que habían muerto en la guerra, de manera que junto a la cruz siempre había una placa con una retahíla de nombres de la gente del pueblo que murieron, siempre precedida de un nombre, siempre el mismo: “José Antonio Primo de Rivera, ¡Presente!”. Ese tal José Antonio había sido el fundador de la Falange. Bueno, pues el día que inauguraron esa cruz, en una confluencia de caminos, a la entrada del pueblo, me llevó mi padre al acto, pues todo el pueblo estaba obligado a ir, especialmente la gente más conocida. El acto se desarrollaba al anochecer, con todos los muchachos falangistas formados ante la cruz, dirigidos por su jefe de centuria. Al redoble de tambores y toque de cornetas, ya de noche, encendieron unas antorchas y sobre las escalinatas que llegaban hasta la cruz, vi un hombre vestido de falangista, con gafas negras, las piernas muy abiertas, como para demostrar que entre ellas no le cabían de forma natural lo que allí hay, por tenerlos demasiado gordos, y las manos en jarra y a su lado había un cura con sotana y un manto también negro que le llegaba a los pies. Dijo algo, no sé que, pero pronunció un discurso o mejor fue una arenga y, después, con el brazo levantado y la mano abierta, que ese era el saludo fascista, todos cantamos el Cara al Sol, himno de ese partido. Mientras, intentando romper el apacible ocaso, las antorchas alumbraban el lugar, reflejándose tétricamente en las gafas oscuras de aquel individuo que presidía el acto. El caso es que sentí un miedo terrible, no sé porque, pero recuerdo, he recordado siempre un miedo terrible en aquel acto, mientras la gente aplaudía. Nunca más me gustó el uniforme de mi hermano, y siempre que pasaba cerca de la sede de los falangistas, lo hacía corriendo o por la otra acera. Ahora, que tengo 60 años, sigo recordando aquel acto nítidamente. No recuerdo las palabras, pero me han quedado tan grabadas las imágenes que, desde entonces, siempre que la palabra “falange” o “falangista” se pronuncian en mi presencia, o por cualquier razón las pronuncio yo, o acude a mi pensamiento, lo primero que aparece en mi mente son las imágenes aquellas que yo recuerdo como terroríficas. Entonces nunca supe porqué sentí miedo de algo de lo que participaba mi hermano. Después, cuando me he hecho mayor, me ha costado poco comprenderlo.

(Del Libro en elaboración "Añoranza del futuro", que estoy elaborando).