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SAN ROMAN DE HORNIJA: Aquel domingo por la tarde, tomamos el acuerdo de ir...

Aquel domingo por la tarde, tomamos el acuerdo de ir con las bicicletas a pescar cangrejos a la Rinconada (confluencia del río Hornija y Bajoz).
Los cerebros de aquella trama, salvo error, podíamos ser: Angel Celemín (Angelito), Secundino Martinez (Nino), Ricardo Alonso (Ricardito), Tomás Pérez (Tomasito), Carlos Casas (Caítos), Carlos Gudiña (Catato), y el que subscribe, (Lauria).
Tomamos, por la destartalada carretera de San Román a Toro, para antes de subir la cuesta de la portilla, tomar dirección a la Rinconada, de esta manera inaugurabamos la recién terminada carretera de tierra, pero, una verdadera autopista para nosotros.
Al vernos, ante una carretera que a nosotros nos parecía mejor que aquellas donde Bahamontes ganaba, año tras año, el premio de la montaña del Tour de Francia, los mencionados individuos (con nuestros doce años).
Estábamos obligados a demostrar nuestras facultades.
Aunque nadie dijo nada, se dió por entendido que maric... el último.
Como no cabíamos todos apareados en la carretera, quedé yo de perseguidor inmediato, nada ni nadie, hablaba por entonces de distancia de seguridad.
Una vez puesta la superdirecta, dice un Carlos al otro Carlos que iba a su lado, "moveros hacia ese lado que ese hombre que va con el burro casi por el medio de la carretera, es sordo y no se va a apartar". " ¿Qué dices?" conesto el otro.
"Qué......." Apareció un montón de bicis e individuos en el suelo, se espantó la burra del señor Gabriel, momento que dirigió la vista hacia atrás, mi bici enganchó la rueda delantera dió vuelta de campana y me vió por el aire para caer más adelante del grupo pelotón.
En ese momento, Tomasito que era de los que había salido mejor pagado escuchó a la vez que el señor, trataba de sujetar la burra que se había espantado. ¡Se han matao! ¡Se han matao!. Yo, no me entero de la escena que hemos rodado tan famosos actores y recrimino a Tomasito que ayude a dehacer el montón, él trataba de explicarme de lo que se reía, pero se le hacía poco menos que imposible.

Un saludo Laureano Herrero.