LA GRANJUELA: VIVENCIAS Y RECUERDOS DE UN GRAN DÍA...

VIVENCIAS Y RECUERDOS DE UN GRAN DÍA

Estudiar la fiesta de la patrona de La Granjuela es una bella y apasionante experiencia, nos acerca al espacio reservado a la expresión de valores y sentimientos, la celebración y sobre todo a la tradición y el pasado.
Es el estudio de lo que un pueblo sabe, piensa o siente, está enraizado en sus costumbres que parten de una mirada selectiva a los valores y sentimientos populares. En todo estudio de los pueblos y su historia vemos unos aspectos fijos, que no cambian con el paso del tiempo, una memoria colectiva de eventos y celebraciones que se repiten periódicamente, de generación en generación, que constituye el corazón de esa comunidad, sus tradiciones y sus creencias.

Por otro lado, la comunidad en torno a una celebración y sus preparativos, muestra lo mejor de sí a sus visitantes y convoca a sus hijos lejanos al retorno y el encuentro familiar. La fiesta se convierte entonces en ruptura cronológica, ocio, celebración, juego, gratuidad, fantasía, exuberancia, gastronomía, música, bailes, y muchas otras expresiones culturalmente ricas y valiosas.

Cuando estudiamos el pueblo pensamos en un grupo humano que conserva y transmite su tradición, con una sensibilidad especial por lo antiguo, esos valores y creencias que se respetan, guardan y transmiten celosamente de generación en generación y que les da identidad y presencia diferenciándolos de pueblos vecinos. Lo popular no está reñido con lo oficial, vemos cómo los dirigentes políticos o religiosos de una comunidad se ponen al servicio del pueblo y facilitan sus celebraciones, digamos, es una oportunidad de acercar y compartir espacios oficiales con costumbres populares, es un marco idóneo de integración y acercamiento.

Las grandes expresiones humanas, las celebraciones festivas, dejan una memoria grata, raíz de todas creencias, mitos y leyendas; de ahí parten los relatos, los romances, las canciones, es parte de ese inconsciente colectivo donde están también las frustraciones y fracasos, los miedos y los odios ancestrales.
Las fiestas conectan las personas entre sí, une grupos humanos diversos, es también memoria e historia, genera recuerdos comunes y esperanzas colectivas.
La depresión y la tristeza, la rutina y la cotidianidad ceden su espacio a la alegría y la exuberancia, la translocación del orden existente, a la locura y lo carnavalesco, la excitación sensorial, es tiempo de comer y beber abundantemente.

Vemos así que la fiesta es un elemento importante de la vida de una comunidad. Un pueblo que las celebra tiene capacidad de asimilar los acontecimientos y avanzar confiadamente hacia el futuro. Un grupo humano que ha perdido la fuerza de sus rituales carece de pasado, presente y futuro, ha perdido su contexto y su referencia. Celebrar requiere recuerdos comunes, esperanzas colectivas, vitalidad, integración, colectividad, participación; es época de alegría, de paz, de bienestar unido al ajetreo propio de la fiesta. Si a un pueblo le quitáramos sus celebraciones, lo acabaríamos, se consumiría en un presente sin esperanzas, perdería su identidad.

J. J. C