Mensajes de BUSTILLO DEL PARAMO (Burgos) enviados por #CAMINOMÁSOLVIDADO:

Cuando mis abuelos ya habían hecho las compras (unos albérchigos de la Bureba, y, a falta de las buenas cerezas del valle de Las Caderechas o de Covarrubias, unos higos de cualquier proveedor, amén de lo necesario para la labranza o el ganado, como piedralipe para las semillas, zotal para la corte del chino, el gallinero y la tenada de las ovejas), pasó mi abuelo a recogernos sospechando que estaríamos muertos de sed.
¿Qué sos parece una gaseosa fresca --nos dice, a fuer de persona generosa y comprensiva--; ... (ver texto completo)
Saludos

Ahora mismo estoy como si estuviera viendo a mi abuelo Pablo Celis –de los Celis de Coculina- poniéndose la faja, que debía de tener una técnica especial, por lo larga que era, también en invierno se ponía el “tapaboquillas” que era una especie de bufanda. Algunas veces le acompañaba yo a alguno de los pueblos donde le habían llamado, porque se les había puesto malo un buey o una vaca, pues era una especie de “curandero”. Me acuerdo como si fuera hoy mismo cuando le acompañe a “La Berezosa” ... (ver texto completo)
Aunque muy de tarde en tarde, alguna vez había que hacer un viaje al centro comarcal más importante, por entonces partido judicial, para pertrecharse de lo más indispensable, porque a la aldea sólo llegaban, y también de tarde en tarde, el capador, el esquilador, rara vez el médico, alguna vez más el veterinario y hasta un buen día el chatarrero.
Había que preparar este viaje con esmero no sólo porque era algo desusado en el programa de cada día, sino porque era un día de trabajo que había que eliminar ... (ver texto completo)
Saludos Caporal

Yo también en 1959 me fui a Villadiego con mi madre para comprar una bicicleta con dinero de mi tía Carmen, que nos lo había mandado desde Madrid donde estaba trabajando. La bicicleta pesaba más que yo y era para ir a seleccionar patatas, como yo tenía 12 años lo que tenía que hacer era coger las tollas que arrancaban con el azadón los mayores y sacarlas a la linde.
Parece que los últimos años de su vida, Chindasvinto, los ocupó en actos de piedad y beneficencia. Fundó el monasterio de San Román de la Hornija, en San Román de Hornija, (Valladolid), para que a su muerte, a los 90 años, reposasen sus restos en un sepulcro junto a los de su esposa Riciberga, con la que tuvo tres hijos y una hija. Su epitafio, escrito por Eugenio de Toledo, le define como «impío, injusto e inmoral».
Me gustaria escribir como tú escribes. Saludos