Ayer también escuché en la TV a un representante de los profesores, en esta disputa que mantienen con algunas administraciones por los supuestos recortes en educación que están en el candelero estos días.
Decía este buen señor (no recuerdo su nombre ni su cargo) que hoy en día, en democracia, no era razonable ni aceptable la separación en la educación, ni por sexos (lógico), ni por razas (lógico), ni por religiones (lógico), NI POR APTITUDES (!). Decía que no era aceptable dar diferente educación según las aptitudes de los alumnos.
Es decir, este señor proponía, exigía, que se dé a todos la misma educación, que, lógicamente, debería ser al nivel de LOS MÁS TORPES, para que no haya "discriminación", ni retrasos, ni xenofobia, etc.
Paralelamente, ahora que mis hijos empiezan el colegio, ha caido en mis manos un libro de educación para la ciudadanía de 5º curso. En él, de una forma amable y facilona, se pone al mismo nivel los logros de Benjamin Franklin que los de su hermana, que fue capaz de sacar adelante a una familia numerosísima (12 ó 14 hermanos, o más, no recuerdo bien). ¡AL MISMO NIVEL! La labor de su hermana, encomiable y necesaria, no puede nunca igualarse a los logros de uno de los mayores científicos que ha habido, inventor que ha permitido en gran parte que el mundo sea como es hoy. Casi parece que insinúen que Ben Franklin debería haberse quedado en su casa cuidando hijos y cocinando, en lugar de hacer lo que hizo.
Lo que se propone hoy en día, pues, lo que está bien visto, es que todos seamos iguales; iguales, pero por lo bajo. Iguales en ignorancia, en rala educación, en escaso conocimiento y en falta de herramientas educativas y mentales para el desarrollo. Que viva la mediocridad. Igualdad en el nivel bajo.
Lo mismo se pretende respecto a los emprendedores y al tejido empresarial: si uno quiere destacar, emprender, desarrollarse, hacer algo fuera de lo común (que casi siempre llevará consigo un bien social), se le ponen trabas, se le machaca a impuestos, se le cuelgan lastres, se le ralentizan sus actuaciones, se le fiscaliza, en suma, se le mina la moral hasta que abandona y vuelve al redil de la mediocridad. De esa mediocridad que exige que todos seamos iguales incluso aunque el esfuerzo sea diferente, que todos tengamos lo mismo, tanto los que más desarrollan y se esfuerzan, como los que se quedan a verlas venir.
Con esta actitud "social", ¿quién se anima a empujar? ¿Quién se pone a desarrollar? ¿Quién quiere inventar? ¿Quién investiga? ¿Quién arriesga para conseguir beneficios que repercutirán a todos? Si gente como Franklin, Colón, Edison, Ramón y Cajal, Einstein, Juan de la Cierva, Miguel Servet, Galileo (con éste lo consiguieron, aunque tarde), Leonardo y tantos otros personajes ilustres, hubieran vivido hoy en día, su máxima aspiración hubiera sido ser cajero de un banco, funcionario de la seguridad social, conserje de un colegio, reponedor en un supermercado. Y su inventiva se hubiera quedado en nada.
Y que conste que todas estas profesiones que cito son tan dignas como cualquiera, y necesarias. Pero más necesario aún es que haya gente que sea capaz, y que desarrolle su capacidad al límite, porque ellos conseguirán mejoras que revertirán en todos. Ellos harán que el mundo se desarrolle, ellos harán que el resto del mundo reciba beneficios.
Hoy en día eso no se potencia, no interesa. Al listo se le esconde la información. Al sabio se le confunde. Al rápido se le atan los pies. Al alto se le pone un techo. Al experto se le lleva a un desierto. Al potente se le ahoga.
Esto no nos lleva a ningún sitio. Lo malo es que, cuando nos demos cuenta, será tarde. Los medios había que haberlos puesto ya hace años, y no dejar que las cosas hayan llegado hasta aquí.
Disculpas por el "discurso"
Buenas tardes
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