Esto escribí; y en medio año
que mi presencia gozó
Nápoles, no hay lance extraño,
no hubo escándalo ni engaño,
en que no me hallara yo.
Por donde quiera que fuí
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.
Ni reconocí sagrado
ni hubo razón ni lugar
por mi audacia respetado;
ni en distinguir me he parado
al clérigo del seglar.
A quien quise provoqué,
con quien quiso me batí,
y nunca consideré
que pudo matarme a mí
aquel a quien yo maté.
A esto Don Juan se arrojó
y escrito en este papel
está cuanto consiguió,
y lo que él aquí escribió
mantenido está por él.
DON LUIS.- Leed, pues.
DON JUAN.- No; oigamos antes
vuestros bizarros extremos,
y si traéis terminantes
vuestras nota comprobantes
lo escrito cotejaremos.
DON LUIS.- Decís bien; cosa es que está,
Don Juan, muy puesta en razón;
aunque, a mi ver, poco irá
de una a otra relación.
DON JUAN.- Empezad, pues.
DON LUIS.- Allá va.
Buscando yo, como vos,
a mi aliento empresas grandes,
dije: " ¿Dó iré,! vive Dios!,
de amor y lides en pos,
que vaya mejor que a Flandes?
Allí, puesto que empeñadas
guerras hay, a mis deseos
habrá al par centuplicadas
ocasiones extremadas
de riñas y galanteos."
Y en Flandes, conmigo di,
mas con tan negra fortuna,
que al mes de encontrarme allí
todo mi caudal perdí,
dobla a dobla, una por una.
En tal total carestía
mirándome de dineros,
de mí todo el mundo huía;
mas yo busqué compañía,
y me uní a los bandoleros.
Lo hicimos bien,! voto a tal!,
y fuimos tan adelante,
con suerte tan colosal,
que entramos a saco en Gante
el palacio episcopal.
! Qué noche! Por el decoro
de la Pascua, el buen obispo
bajó a presidir el coro
y aun de alegría me crispo
al recordar su tesoro.
Todo cayó en poder nuestro;
mas mi capitán, avaro,
puso mi parte en secuestro;
reñimos, fuí yo más diestro
y le crucé sin reparo.
Júrome al punto la gente
capitán, por más valiente;
juréles yo amistad franca;
pero a la noche siguiente
huí y les dejé sin blanca.
Yo me acordé del refrán
de que " quien roba al ladrón
ha cien años de perdón"
y me arrojé a tal desmán
mirando a mi salvación.
Pasé a Alemania opulento;
mas un Provincial jerónimo,
hombre de mucho talento,
me conoció, y al momento
me delató en un anónimo.
Compré a fuerza de dinero
la libertad y el papel;
y topando en un sendero
al fraile, le envié certero
una bala envuelta en él.
Salté a Francia,! buen país!,
y como en Nápoles vos,
puse un cartel en París
diciendo: "Aquí hay un Don Luis
que vale lo menos dos.
Parará aquí algunos meses,
y no trae más empresas
que adorar a las francesas
y a reñir con los franceses."
... (ver texto completo)