Mensajes de SAN SEBASTIAN (Guipúzcoa) enviados por Julio Reyes Rubio:

GUERRAS CARLISTAS (CAPITULO 4ª)

Los integristas estaban representados por el alto clero, con actitudes reaccionarias, que ya intervinieron en las guerras realistas. Son los llamados “apostólicos” o absolutistas puros o realistas exaltados, que se opusieron a las reformas moderadas de Fernando VII, exigiendo el establecimiento de la Inquisición. Apoyaron a D. Carlos porque representaba la vuelta al sistema purificador inquisitorial.
El otro grupo, el de los realistas moderados o tradicionalistas estaba compuesto por la alta nobleza e importantes propietarios aglutinándose para dar un sentido

dinástico y político a la protesta realista y no formaban un partido compacto. Estaba formado por los transaccionistas militares y teóricos que hicieron posible “el abrazo de Vergara” tomando partido por Isabel II, para mantener su privilegios de clase.
D. Carlos iniciada la guerra, ordena publicar unas proclamas y es Valentín de Verastegui, quien insta a los alaveses a la lucha, contra los que “han abolido nuestros fueros y libertades” y en el Manifiesto dirigido a Aragón por el pretendiente, se refiere, al “derecho de Agnación” en la sucesión al trono, tan solemnemente proclamado en los antiguos Fueros de Aragón, que ha sido siempre un Numen tutelar de esta parte tan preciosa de mis Dominios y que hoy os quieren arrancar la usurpación.
Los cabecillas y las partidas, que se van alzando, lo hacen con proclamas diversas: “Rey y Fuero” para los foralistas; que “Viva la Inquisición” para los integristas; y “Dios y el Rey legítimo” para los moderados, que luego engrosarían el partido carlista, compuesto por un voluntariado popular de campesinos, bajo el clero y los foralistas anticentralistas.
La primera guerra carlista se desarrolla en tres fases diferentes: la primera cubre desde el levantamiento del jefe carlista, Tomás de Zumalacarregui y concluye con su muerte en el sitio de Bilbao en 1835. Domino el territorio vasco navarro a excepción de las capitales y empieza extenderse a Aragón, Cataluña, Valencia aunque fracasan en ambas Castillas.
La segunda fase se iniciaba con la expedición del general Gomez, llamada “Expedición real” de D. Carlos a Madrid, que fracasa abriendo el último y definitivo periodo que concluirá en junio del año 1840. En este último período se recrudece la guerra en el ámbito de Cataluña, Valencia y Aragón con las actuaciones del general Cabrera, llamado “el tigre del Maestrazgo” que dominó ampliamente esta zona. La división de los dirigentes del carlismo en dos posturas: el bando apostólico o ultra que mantenía íntegramente los principios heredados de la época fernandina y estaba formado por el elemento clerical y los transaccionistas dispuestos a llegar a un acuerdo político sobre la base del “Estatuto Real” fueron los que hicieron posible el Convenio de Vergara, donde el general Maroto, en su representación intento de salvar los principios del carlismo en cuanto al ordenamiento foral y un entendimiento dinástico por la vía matrimonial. Finalmente se avino a un acuerdo con el general Espartero, que no aceptó ninguna de las peticiones marotitas y solamente dio satisfacción a los intereses de los militares carlistas, integrándose en el ejército isabelino con sus rangos y sus particularidades económicas. El convenio puso fin a la guerra del norte, pero la lucha continuó hasta la derrota en Levante y Cataluña del general Cabrera.

Julio Reyes Al-Mayriti ... (ver texto completo)