¡Claro que me acuerdo de tí, cómo no: siempre tenías una sonrisa y a mí me parecías tan guapa y simpática...! Todo lo de la infancia se guarda en nuestra memoria de forma indeleble. Recuerdo aquel mes de mayo, los días soleados, el olor a las flores de primavera, que las recogíamos en el campo y se las llevábamos a la Virgen, recitándole cada una un poema; bajaba todos los días "Zapagueda abaixo" para ir a tu casa a que me preguntaras la lección y lo cariñosa que eras conmigo... Gracias por todo el cariño que me demostraste. Un abrazo enorme, aunque espero dártelo en persona el próximo verano. No te olvidaré nunca. Te.
