Soy cubana, y mis abuelos paternos nacidos en Asturias, pero mi padre, natural de La Habana, obtuvo la ciudadanía en el año 2000. Para ello es justo comentar que tuvo que sufrir innumerables maltratos, olvidos, demoras, imprecisiones y demás perlas de la burocracia española y del poco respeto con que se nos trata a los que vivimos en esta islita del Caribe, especialmente en lo tocante a temas migratorios. Sin embargo, como hija suya y nieta de mis abuelos, no tengo otro derecho que el de obtener un visado de trabajo, si se me concede, claro está, para así alcanzar alguna vez el mismo derecho de ciudadanía que hoy ostenta mi padre. Que conste me gusta infinitamente más Zapatero que el Aznarín, tan prepotente, pero con esto de los nietos, llevan muchos años haciendo de la vista gorda por el pánico que tienen a los miles de posibles inmigrantes de toda América Latina que tendrían que acoger. Es comprensible. Lo que sí no me entra en la cabeza es que regularicen en cuestión de meses a miles de inmigrantes ilegales que arribaron a España de cualquier modo para quedarse sin papeles y vivir como fuese posible, algunos de ellos incluso delinquiendo, cosa lógica si no se obtiene trabajo por ser negro, árabe o carecer de nivel cultural, y sin embargo, no son capaces de regularizar y dar el lugar que se merecen a los hijos de sus hijos, sangre de su propia sangre. La verdad es que esto, dicho en buen argot cubano, parte el alma.