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PONTEDEUME: COMO SI FUERA UNA MALDICIÓN...

COMO SI FUERA UNA MALDICIÓN
Hace muchos años, quizá más de cincuenta, una meiga se veía arrastrada a terminar sus días en una choza. Era una meiga de las que curaban enfermedades, más como dice un refrán, “remedios vendo, pero para mí no tengo”, y esta mujer gallega, conocedora de las algas marinas, de las hierbas salvajes que nacen en esa tierra donde la lluvia es arte, más no daba con su enfermedad que poco a poco la iba minando, en su camastro echo de las hojas de la piña del maíz, se sentía un ruido que daba que pensar, la meiga no quería que llamaran al medico del contorno, ella sola se recetaba diferentes hierbas cocidas, fueron días muy malos, los dolores se hacían mucho más grandes, y sus compañeras de choza trataban de ayudarla a poder salir de aquel momento duro y maldito, en sus ojos enrojecidos se veía que algo no marchaba bien, y llegó un momento en el que esperaba ver venir la muerte sin pararse, dentro de la choza las hierbas daban un dulzor poco normal. Aquella meiga antes de morir dijo a sus dos compañeras, “esto es una maldición que algún vecino me ha lanzado”, quizá no se equivocó demasiado, sin mucha demora bajaron a su concejo a comunicar su fallecimiento, cuando las autoridades las preguntaron, las dos compañeras dijeron lo mismo, parece ser que alguien la echo alguna maldición terrible, y no pudo curarse, esa mujer tuvo que ser una autopsia, quien dijera de lo que había fallecido, Las dos meigas más jóvenes se quedaron un poco perplejas, no entendían nada de aquel certificado médico, solo que a su vieja compañera la enterraron sin religión alguna, sobre su cabecera de tumba un puñado de hierbas salvajes, y una piedra con su nombre pintado bastante mal, el cementerio era el de su concejo, más nadie preguntaba quien era esa mujer que ocupaba esa tumba de tierra, La meiga muerta siempre habló de maldición, y quedó claro que su entierro seria en solitario, aquella tarde noche la lluvia empezó con ganas a caer en esa tierra entre rías, y como si no hubiera pasado nada anormal la vida continuaba, El arte de llover con ganas hacía que esa tierra fuera mucho más que camino de meigas. Que con el tiempo alguien recordó su paso por estas laderas verdes. G X Cantalapiedra.