SANTA CRUZ DE LA SIERRA: :::::::::::::::::::::::::::::: ::::::::::::::::::::::::::::::...

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EL ARTÍCULO DEL DÍA / EL OBJETIVO DE LAS REFORMAS
Ya les vale
La crisis da al neoliberalismo la oportunidad largamente esperada de liquidar el Estado del bienestar


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JOAN Queralt (catedrático Derecho Penal) 23/07/2012
Hasta el 2008, España mantenía una deuda pública del 40%, por debajo del 60% exigido por el Pacto de Estabilidad: la mitad que Bélgica o dos veces y media inferior a de la Italia e inferior a la de Francia o Alemania. El déficit, contenido hasta el 2007, se multiplica casi por 6 en el 2009: de 1,9% pasa a 11,2% del PIB, según los datos del Banco Central Europeo (BCE). La fuente del déficit emana de las necesidades imperiosas de financiación para dotar de liquidez a todos los fondos de subsidios y ayudas, desde la banca a los parados, mucho más a la primera que a los segundos, como consecuencia de la recesión. O sea, que las cuentas de España hasta los 2007/8 eran positivas. Aunque hay que reconocer que sin haber hecho reformas estructurales serias: se seguía viviendo de la ley del suelo y del sistema financiero, sistema ideado por Rato desde 1996.
Si ello es así, ¿cómo podemos hallarnos inmersos en este marasmo de empobrecimiento acelerado debido al crecimiento de la deuda y del déficit? Porque, con razón, los mercados y nuestros socios europeos ni se fían de nuestros gobernantes ni el euro es una moneda como las demás, todo lo más una unidad de cuenta común. No voy a discutir los desaciertos constantes en el fondo y en la forma de la política económica española de los últimos cinco años, acentuados en este semestre. Tampoco me interesa especialmente ahora ver por qué nuestros socios y acreedores europeos, presos del pánico y de la estulticia, quieren asegurarse cobrar sus deudas ílo que en sí es legítimoí, pero olvidando que los cadáveres no pagan. Ello, por si fuera poco, sin poner en marcha mecanismos de respuesta europea hacia fuera, aun sin dejar de ajustar las cuentas a los malos administradores.
Me interesa señalar que esta crisis, se adopten las medidas que se adopten, ni parece tener fin ni, razonablemente, se atisba una salida en la que los justos, los ciudadanos, dejen de pagar por los pecadores, un sistema financiero, como mínimo imprudente, y unos políticos tan incompetentes como, por sus constantes sonrisas y jactancias, carentes de la mínima piedad. Cuando uno oye o lee las declaraciones, advertencias y admoniciones del FMI, del Banco Central Europeo, de los ministros de Finanzas europeos, de los comisarios europeos que se dicen con competencia sobre el tema y demás protagonistas, uno queda sumido en el desconcierto: las manifestaciones son contradictorias, los dictámenes incoherentes y no se publicitan debidamente instrumentos como el hasta ahora poco conocido 'six pack', que entró en vigor el 11 diciembre pasado para la eurozona.
Al margen de lo bien o mal que se haya llevado la economía española, desde luego, por ejemplo, no peor que la italiana, lo cierto es que si el euro fuera como el dólar, la libra o el yen no estaríamos donde estamos. Al no existir una moneda europea dura, sucede que para los ahora mercados (antes los especuladores) atacar las partes más débiles de un frágil todo es muy rentable (y suicida para los que se creen fuertes). Pero no solo es rentable para el especulador químicamente puro, sino para los que vengan detrás a comprar a precio de saldo los retazos del Estado del bienestar: sanidad, enseñanza y pensiones, por insostenibles, deberán ser privatizadas. Lo público, previamente descapitalizado y desprestigiado, desparecerá y aquellas instituciones pasarán a ser actividades de negocio. Pero estas actividades, a medio plazo, quebrarán y exigirán del Estado su renacionalización. Este es el quid de la cuestión. Negocio a tutiplén para algunos; ruina y pesar para la inmensa mayoría.
¿No ven la jugada nuestros dirigentes? Como no son ciegos, aunque no necesariamente todos de amplias entendederas, no pueden más que verlo. Lo que sucede es que lo ven con fruición. No pasemos por alto la filiación política de la mayoría de los dirigentes nacionales y europeos; son hijos de partidos conservadores ahora pasados con armas y bagajes al neoliberalismo más crudo, que predican y ponen en práctica sus doctrinas sin ninguna evidencia empírica que las avale, más bien lo contrario.
La crisis ha venido a dar la oportunidad que el neoliberalismo esperaba desde los años ochenta: liquidar el Estado de bienestar. Unos ejemplos: el presidente del BCE, Mario Draghi, exGoldman Sachs y exgobernador del Banco de Italia, ¿qué hizo contra Silvio Berlusconi? O Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, trabajaba políticamente hasta su designación para la canciller aleana, Angela Merkel. Suorientación políticoeconómica es clara y su independencia, de la que ambas instituciones alardean, un artículo de fe. Lo grave es que presentan, ellos y quienes les apoyan y encumbran, la aplicación de sus indudables conocimientos como la única salida posible a la crisis actual. Y la unilateralidad, en política y en economía, además de una falacia, es un grave error y una enorme injusticia. Ahora, en Europa, con la absurda complicidad de los que se creen inmunes, ha empezado el desmantelamiento pieza a pieza del Estado de bienestar. Sin prisa, pero sin pausa. Solo, hoy por hoy, Francia parece resistir, pero, sola ¿hasta cuándo?