Pues sí, irse al
pueblo de vacaciones suele implicar descanso y placeres. El
campo, la
piscina, la
siesta, gazpachos y melones, el refresco en la
terraza, nuestras
fiestas y las de los
pueblos vecinos, hay tiempo también para la lectura, el
deporte y ya se sabe, dejarse seducir por los rayos del sol.
Quizás en esta época vacacional, en la que el pueblo se convierte en lo más parecido al paraiso terrenal, no surge la necesidad de pensar o sentir otras cosas.
¡Qué contraste! en esas tardes lluviosas
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