Se debía morir de otra manera.
Transformarnos en humo, por ejemplo.
O en nubes.
Cuando nos sintiésemos cansados, hartos del mismo sol
fingiendo de nuevo todas las mañanas,
convocaríamos a los
amigos más íntimos con una tarjeta de invitación
para el ritual del Gran Deshacerse: "Fulano de tal comunica
al mundo que va a transformarse en nube hoy
a las 9 de la mañana.
Traje de
calle".
Y entonces, solemnemente, con pasos de refrenar el tiempo,
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