Compramos energía a futuro

MEMBRIO: Hola PC: Con el fondo de foto, de bruma y luz, de nuestra...

La belleza, mezclada con la bruma y la luz, convierte la foto en un lienzo. Gracias, Baleares, eres- desde mi humilde parecer- mi alter ego. Siento una pena grande por no haberte conocido antes, aunque tenía referencias por mi hermano- el más pequeño. Un tipo, que, también es un fenómeno y que anda por la Extremadura verde, húmeda y pimentona. ¡Menudo elemento!. Te mando una pequeña historia, que sé la pillarás al momento. Un abrazo a tu señora y para mi amigo Pedro. PC
LOS TRESCIENTOS GRIEGOS- POCOS MÁS O MENOS-

Los famosos trescientos (300) –véase la película- a cuya cabeza se encontraba un tal Leónidas (no he indagado el porqué del nombre) hicieron frente al gran ejército del Imperio Persa- mandados por un tal Jerjes (el nombre es un poco cachondo)- en el desfiladero o paso de las Termópilas. Allí, dicen los historiadores, estaba en juego no sólo la libertad de Grecia, sino la de lo que, en el futuro, sería Occidente.
Como quiera que la cosa debería estar jodida, y urgía rápidamente una cabeza pensante, que hiciera frente a lo que se venía encima, se llamó al pueblo a consulta. Y el pueblo griego (que inventó la democracia hace la ostia de años) se dispuso a votar. Había dos candidatos; uno era un tal Arístides, que llamaban “el justo”; el otro, un tal Temístocles (estos nombres tan raros, debe de ser porque eran griegos). Cada uno, lógicamente defendía una posición. Pero hete aquí, que el pueblo griego (en realidad eran pocos) no votaba a quién debería regirles, sino a quien no debería hacerlo. Es decir, votaba a quien debería marcharse al ostracismo (ojala se hiciese aquí). Una vez enviado uno al carajo, quedaba el otro. Parece lo mismo, pero no lo es. Se votaba, poniendo el nombre del elegido, en una especie de lancha que se llamaba Ostrakon (ostracismo).
Pues, bien; estaba el tal Arístides “El justo”, paseando sumido en la cosa peripatética, y de pronto se le acercó un señor. Este buen hombre, que ni conocía a Arístides ni sabía escribir, llevaba en la mano la famosa lancha y un puntero, y, dirigiéndose a él, le dijo: ¿Me puedes poner en la lancha el nombre de Arístides? (Es sabido que los griegos se tuteaban) Arístides, preguntó: ¿Y por qué el nombre de Arístides? El buen hombre contestó: -Porque estoy harto de oír que le llamen “el justo”-
Como podemos observar el argumento era de peso. Esto ocurrió en el s. V a. c. ¡Hay que joderse, lo que ha evolucionado la sociedad!

Hola PC: Con el fondo de foto, de bruma y luz, de nuestra amiga María José, te doy las gracias por tus piropos hacia mí y debes saber que, viniendo de ti, es todo un honor. En esto no sólo las mujeres han de llevar la iniciativa hacia nosotros, por tanto tu adulación me agrada. Si además me consideras tu álter ego, el honor es doble, aunque imponiendo la modestia, como debe ser, te diré que en el fondo todos nos parecemos, en mayor o menor medida. Hay valores, los importantes, que son comunes a todos nosotros, sólo nos diferencian las rarezas, pero para mí esas son superficiales y superfluas.
En cuanto a tu interesante relato de los trescientos griegos mi reflexión es que si tienes dos malos y votas para echar al peor, siempre te quedarás con otro malo. Eso sí, nos confortamos diciendo “es menos malo”. Para mí esa es la síntesis de la política democrática, con independencia de que lo hagas como los griegos o a la viceversa. Al final, el que crees que es menos malo también terminará en el destierro y aquellos que se enmascaran de justos el pueblo sabio termina calándolos. El que se mete en política que sepa que la lancha de Ostrakon la tiene preparada.
UN ABRAZO.