De haber tenido semejante salto de agua en nuestra época, las cataratas Victoria- para nosotros- hubiesen sido un anuncio. Nuestro océano era la charca “el gordo”, donde aprendimos, autodidácticamente que se dice ahora, las artes de la natación. Lo que no sé es como no caímos más de uno. Allí, en pelota picada, como no podía ser menos, nos íbamos, los que nos justábamos, a darnos el baño de la siesta. Algunas veces aparecía el tío Isidro “el roá”, y pies para que os quiero. Después no pasaba nada. Lo bueno del asunto es que por allí pasábamos casi todos. Posteriormente, nos “arriesgamos” al charco la Isla y esas cosas. Alguno de nuestros amigos, eligió otros lugares y desgraciadamente, no pudo contarlo. Saludos. PC