MEMBRIO: Nos gustaba los chorizos de la matanza pero habiéndolos...

La matanza del cerdo.

Tapados los oídos con mis manos
y oculta en el último rincón,
para no oír los lastimeros gritos
de aquel cerdo rollizo y gordinflón,
tristes lágrimas cálidas y amargas
yo lloraba con tierna compasión.

Le vi cómo nacía pequeñito,
le contemplé sorpresa y admirada
y le cubrí con infantiles besos
toda su piel tan nueva y sonrosada;
toda su superficie era de seda,
fina, tersa, sutil y delicada.

Pero ahora le matan implacables…
(pienso que su actitud es anormal)
¿por qué le habrán criado con esmero,
por qué tanta atención al animal,
si traidores, a fuer de desalmados
iban a darle al pobre este final?

Yo me adjudico el rabo, dijo un chico.
yo la vejiga, dijo otro chaval
la quiero para hacer una zambomba
que alegre nuestra dulce Navidad,
pues yo prefiero el lomo, dijo un hombre;
yo el tocino, el chorizo y el jamón…

Todo aquello una fiesta parecía;
brindaban con aguardiente, vino y ron;
se probaban los ricos chicharrones…
mientras yo, acurrucada en un rincón,
lloraba por el cerdo que moría

María Fernández.

Nos gustaba los chorizos de la matanza pero habiéndolos criado desde pequeñitos y llevándolos desde la cuadra al huerto o al porquero casi todos los días pues si daba pena verlos morir pobrecitos.


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