Sin buscar encontré el sentido a su existencia
Triste vagar por esta vida pasajera les espera a todos los nacidos, si cuando mueren sólo se llevan consigo lo vivido, y con sus muertes sólo sus ausencias es lo que queda.
El recuerdo de Celestina fortalece nuestra existencia, pues supo sembrar de alegría y cariño el camino; no importa el día en el que llega su destino, pues en nosotros permanecerá por siempre su presencia. Su obsesión en este mundo no fue otra que la de poder recolectar aquello que humildemente se siembra, y fue tan grande su recolección que nos dejó las arcas llenas.
Cuántas veces nos dijiste que querías irte para dejar de darnos ruidos; no podías imaginar lo que ahora nos atormenta tu ausencia; toda una vida dándonos mimos, toda una vida dándonos tú pura esencia. Tuviste la virtud de ocultarnos con refranes tus desvelos y desasosiegos; riéndote de la vida nos hacías ver que todo era como un cuento pasajero. Aunque con esas “joías piernas” el correr no era tu fuerte, te recordaré siempre viva y despierta como una liebre; pero sobre todo, lo que nunca olvidaré, que en los últimos momentos te aferrabas con fuerza a mis manos y con voz entrecortada me decías “hijito, hijito”; aunque no hacía falta que me dijeras palabras, sólo con ver el brillo de tus ojos tus sentimientos hacia mí se delataban,
¡Gracias, Celestina, por quererme tanto!
Triste vagar por esta vida pasajera les espera a todos los nacidos, si cuando mueren sólo se llevan consigo lo vivido, y con sus muertes sólo sus ausencias es lo que queda.
El recuerdo de Celestina fortalece nuestra existencia, pues supo sembrar de alegría y cariño el camino; no importa el día en el que llega su destino, pues en nosotros permanecerá por siempre su presencia. Su obsesión en este mundo no fue otra que la de poder recolectar aquello que humildemente se siembra, y fue tan grande su recolección que nos dejó las arcas llenas.
Cuántas veces nos dijiste que querías irte para dejar de darnos ruidos; no podías imaginar lo que ahora nos atormenta tu ausencia; toda una vida dándonos mimos, toda una vida dándonos tú pura esencia. Tuviste la virtud de ocultarnos con refranes tus desvelos y desasosiegos; riéndote de la vida nos hacías ver que todo era como un cuento pasajero. Aunque con esas “joías piernas” el correr no era tu fuerte, te recordaré siempre viva y despierta como una liebre; pero sobre todo, lo que nunca olvidaré, que en los últimos momentos te aferrabas con fuerza a mis manos y con voz entrecortada me decías “hijito, hijito”; aunque no hacía falta que me dijeras palabras, sólo con ver el brillo de tus ojos tus sentimientos hacia mí se delataban,
¡Gracias, Celestina, por quererme tanto!
Querido BALEARES, es un placer leerte, orgullosa tiene que estar vuestra madre echando un vistazo, desde allá, a estas letras tan lindas que le dedicas. Un abrazo muy grande para Hili y para ti
