OFERTA LUZ: 5 Cts/kWh

MEMBRIO: Efectivamente, amigo El baleares, en aquellos tiempos,...

Observo la foto y aparece un señor conduciendo una moto; podría ser cualquiera, pero mi padre tenía por aquellos tiempos una lambreta. Recuerdo que en aquella época yo llevaba unas calzonillas de lunares con una abertura en el trasero, y que cierta tarde díome ganas... y, de manera inadvertida, tomé por aposento un largo palo de la luz que recostaba sobre un lateral del edificio de las antiguas escuelas, y allí fue consumado el acto natural.

Un saludo

Amigo CHENGUE, los que por entonces jugueteábamos en el Palacio éramos unos cagones; seguro que estarías en el recreo cuando te dio el apretón pero no era cuestión de bajar corriendo a la calle General Mola; para esos casos de emergencia nuestras madres nos tenían preparado el tubo de escape en los calzones.
En ese acto natural que consumaste ya apuntabas maneras de buena educación, temple y personalidad. Como un hombrecito, te apartaste con sigilo y sin hacer ruido te aposentaste en el poste imitando al pajarillo que pone el huevo en el nido, ¡niño más discreto y educado nunca ha habido! Otros, en cambio, bien cerca teníamos la casa, y confiados en la cercanía aguantábamos sin abandonar el juego hasta que todo el mundo terminaba lamentándolo, incluido los propios compañeros, cuando uno se cagaba los calzones sin remedio. Nunca supe decir que no, y tal vez sea porque en la edad de cagón nunca aprendí a retirarme a tiempo. Amigo Casi, no te quepa duda que actos como el tuyo, formados en la niñez, refuerzan la personalidad del individuo. Otros habrá habido que hayan elaborado la mía, no digo que no, pero lamento que el poste de la luz, recostado sobre las antiguas Escuelas, no haya contribuido a ello.

Un fuerte abrazo, amigo Chengue Caballero

Efectivamente, amigo El baleares, en aquellos tiempos, cagarse las patas abajo en plena calle, no solo no era nada deshonesto, sino que se consideraba un acto de responsabilidad; hacértelo en casa, era otra cosa. Algunos teníais la suerte de tener el cagaero cerca del espolijaero; otros, no teníamos esa posibilidad y, cuando empezaba la revoltija, súbitamente, debíamos tomar y conjugar decisiones que, por una parte, no levantaran alarma social y, por otra, no quebrantaran el milagro de traer mierda a este mundo. El topónimo es un sustantivo propio, amigo Tomás; y más propio, y sustantivo, que llamarse “escuela de los cagones”, solo me lleva a pensar que fue un acto de reafirmación de nuestras querencias más ancestrales.

Un abrazo, tío grande.


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