Siento un placer inmenso cada vez que disfruto de uno de esos “manjares de la tierra”. Productos donde, junto a su gran calidad, se une un manejo ejemplar del territorio basado en sistemas tradicionales. Me pasa especialmente con el jamón ibérico. Cada una de esas lonchas sabiamente extraídas al ritmo pausado del largo cuchillo no es tan sólo una bendición para los sentidos, supone consumir biodiversidad; consumo “del bueno”, pues con nuestra elección colaboramos de manera activa en la conservación de uno de los bosques más ricos del mundo, la dehesa.
Elegir cerdo ibérico es apoyar a la única ganadería porcina extensiva que nos queda en Europa, a una raza autóctona extraordinaria y, por supuesto, a esos ganaderos que mantienen árboles y animales en un estado ejemplar de equilibrio, haciendo uso de los mismos métodos ancestrales utilizados desde hace siglos por sus antepasados. Lo llamamos ahora desarrollo sostenible pero es, lisa y llanamente, sabiduría popular. La dehesa, tal como la vemos, no es un bosque mediterráneo en sí mismo. Se trata de un agropaisaje forestal, la transformación de encinares y alcornocales en formaciones boscosas abiertas, capaces de lograr el perfecto equilibrio entre pastos y arbolado. Es por tanto un delicado paisaje cultural, tan enraizado a los hombres que si estos lo abandonaran desaparecería en muy poco tiempo.
Elegir cerdo ibérico es apoyar a la única ganadería porcina extensiva que nos queda en Europa, a una raza autóctona extraordinaria y, por supuesto, a esos ganaderos que mantienen árboles y animales en un estado ejemplar de equilibrio, haciendo uso de los mismos métodos ancestrales utilizados desde hace siglos por sus antepasados. Lo llamamos ahora desarrollo sostenible pero es, lisa y llanamente, sabiduría popular. La dehesa, tal como la vemos, no es un bosque mediterráneo en sí mismo. Se trata de un agropaisaje forestal, la transformación de encinares y alcornocales en formaciones boscosas abiertas, capaces de lograr el perfecto equilibrio entre pastos y arbolado. Es por tanto un delicado paisaje cultural, tan enraizado a los hombres que si estos lo abandonaran desaparecería en muy poco tiempo.