Buenas noches a todos
Como estoy en época de facilitación de datos, os diré que me gusta mucho la poesía.
De cuando en cuando llevo al registro alguna de mis composiciones y hoy que acabo de hacerlo tomo una de ellas que escribí recordando la estancia en casa de mis abuelos; era muy niña pero no olvidé sus enseñanzas, por eso su título es:
"PARVULARIO DE MI INFANCIA"
Después de la edad de los inviernos,
vuelvo a la casa donde ayer crecían
la doctrina del geránio
y el tendido sofoco de la rosa.
A su pozo y al brocal de densidad oscura,
al árbol cuajado de gorriones o al nido de glicinas,
a quien prestaba su cuerpo de delfín reciente, Carlos,
el amigo más pequeño del entonces.
Aún vuelvo al brillo de sus terrazas:
Entonces existía un concurso de tardes bajo la higuera
y una parra con gotas asustadas después de la vendimia,
que antes que yo supieron
de la cercana mudez de aquel discurso,
y aún recuerdo- porque llevo la memoria sobre el hilo de la niebla-
el sabor del hogar encendido de amarillo en las ventanas,
cuando la tarde-tobogán se deslizaba e iba a morir
como un beso arrepentido.
Era a mi alma infantil, de torre, la presencia del abuelo,
sus manos sobrehilaban esfuerzos
y sus ojos eran cálida disculpa,
avanzadilla en vanguadia a mis errores.
En ellos aprendí a amar el color verde-aceituna,
antes de saber que existían los olivos.
Comparto con vosotros mis sentimientos para unificarlos con los vuestros.
Un abrazo
Como estoy en época de facilitación de datos, os diré que me gusta mucho la poesía.
De cuando en cuando llevo al registro alguna de mis composiciones y hoy que acabo de hacerlo tomo una de ellas que escribí recordando la estancia en casa de mis abuelos; era muy niña pero no olvidé sus enseñanzas, por eso su título es:
"PARVULARIO DE MI INFANCIA"
Después de la edad de los inviernos,
vuelvo a la casa donde ayer crecían
la doctrina del geránio
y el tendido sofoco de la rosa.
A su pozo y al brocal de densidad oscura,
al árbol cuajado de gorriones o al nido de glicinas,
a quien prestaba su cuerpo de delfín reciente, Carlos,
el amigo más pequeño del entonces.
Aún vuelvo al brillo de sus terrazas:
Entonces existía un concurso de tardes bajo la higuera
y una parra con gotas asustadas después de la vendimia,
que antes que yo supieron
de la cercana mudez de aquel discurso,
y aún recuerdo- porque llevo la memoria sobre el hilo de la niebla-
el sabor del hogar encendido de amarillo en las ventanas,
cuando la tarde-tobogán se deslizaba e iba a morir
como un beso arrepentido.
Era a mi alma infantil, de torre, la presencia del abuelo,
sus manos sobrehilaban esfuerzos
y sus ojos eran cálida disculpa,
avanzadilla en vanguadia a mis errores.
En ellos aprendí a amar el color verde-aceituna,
antes de saber que existían los olivos.
Comparto con vosotros mis sentimientos para unificarlos con los vuestros.
Un abrazo
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